Marcha del Orgullo: del “rejunte de locas” a la identificación con la diversidad

Estimados/as visitantes de mi blog, cierro los posts de este año que se extingue con un texto (publicado el 18-11-14) del Blog de lanacion.com Boquitas Pintadas, dirigido por Verónica Dema. Les deseo un muy feliz 2015!! También pueden encontrar mi balance anual en fotos y palabras aquí: 
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.873865489300331.1073741849.197298870290333&type=1

El sábado pasado se realizó la XXIII Marcha del Orgullo LGBTTIQ en Buenos Aires. Para Julio Francisco Szanto, un porteño de 45 años, fue la primera. No desconoce que esta necesidad de visibilizar a la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, intersex y queer se inició en 1992; tampoco le es ajeno el hecho de que sólo por entonces marchaban unas 250 personas, la mayoría con máscaras, para evitar represalias. No desconoce nada de eso, pero nunca había estado allí, nunca le había puesto el cuerpo a esa convocatoria de personas tan diversas y, sin embargo, tan afines a él.


En este relato que escribió para Boquitas pintadas cuenta por qué esta vez decidió ir y habla de sus sensaciones en esta marcha que convocó a unas 200.000 personas. Una de esas personas fue Julio, con quien conversamos el sábado acerca de algunas de las emociones que ahora comparte con toda la comunidad de Boquitas.
Mi primera vez
Por Julio Francisco Szanto

Tarde de sábado muy calurosa. Estaba en mi casa listo para emprender mi camino hacia un lugar hasta ese momento desconocido para mí.
Si bien soy un varón gay fuera del clóset, estaba algo nervioso, con una “fiaca” repentina que no era más que un signo de que mis mecanismos de defensa estaban activándose. Recordaba lo que solía pensar hasta hace un tiempo no muy lejano: “Eso es un circo”, ¿“Qué tengo yo que ver con esa gente?”, “No me siento para nada identificado con ese rejunte de locas”.
Finalmente y sin pensarlo demasiado, salí de mi casa rumbo a la Marcha del Orgullo LGBTIQ.
Ya desde el momento en que tomé el subte comencé a vivir un clima festivo. De repente casi todo se vistió de muchos colores, algunos con banderas, otros con pancartas y otros con remeras alusivas. El público claramente era muy diferente a lo que suelo ver de lunes a viernes. Me empezó a invadir una sensación extraña, mezcla de ansiedad y emoción.
Ya más cerca del evento, ví una Plaza de Mayo completamente vestida de fiesta pero a la vez pacífica. Comencé a caminar más rápido pero con cierta desconfianza, ya que las grandes concentraciones de gente en general no me gustan.
Tan pronto como me mezclé con la gente la primera impresión que tuve es de pertenencia. Qué extraño, ¿no? Pertenencia con completos desconocidos. Eran todos tan diferentes a mí, y tan diferentes entre sí, pero al mismo tiempo tan iguales que por supuesto todos los prejuicios que podía llegar a tener quedaron completamente desterrados. Ví a familias compuestas por niños y niñas con dos mamás o dos papás, familias heterosexuales manifestando su apoyo a una vida más libre y abierta.
Album de fotos de la Marcha: 
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.851703394849874.1073741847.197298870290333&type=3


Seguí caminando por la feria hasta el stand de Puerta Abierta, en donde habíamos quedado en encontrarnos con Alejandro Viedma, coordinador del grupo de reflexión de varones gays del que formo parte, y con otros integrantes del grupo.
Pasamos una tarde excelente, en medio de una gran alegría, una sensación de plenitud que me invadió por completo y un increíble respeto que se respiraba en todos lados.
Con la consigna “Por más igualdad real: ley antidiscriminatoria y Estado Laico”, la marcha se desarrolló con absoluta tranquilidad. Esto fue una clara demostración de que se puede pensar, sentir y amar de formas diferentes y convivir en paz, respetando nuestras originalidades.
Pensé en los grandes avances que el colectivo LGBTIQ ha tenido desde que se llevó a cabo la primera Marcha del Orgullo allá por el año 1992. Esa marcha solamente contó con 250 personas y algunos se ponían caretas de cartón por temor a perder sus trabajos.
Felizmente, en la marcha del sábado pasado éramos unas 200.000 personas expresándonos libremente. Vaya que hemos recorrido un largo camino lleno de conquistas, desde aquellos valientes corajudos y corajudas de las primeras marchas hasta la masiva convocatoria de hoy en día.
En una sociedad en la que la legislación va unos pasos más adelante que el cambio cultural, aún falta bastante por hacer en materia de igualdad de derechos, pero vamos en muy buen camino.
Lo que me quedó clarísimo en la Marcha es que el amor no tiene género, la libertad no tiene género, la dignidad no tiene género y el respeto por el otro no tiene género.
Ir a la Marcha me ayudó a confirmar plenamente lo que siento sobre mí: que no tengo vergüenza, que no tengo miedo, que estoy orgulloso de ser quien soy, con mis defectos y con mis virtudes y viviendo en plenitud mi forma de amar.

Flor de la V, entre las más aplaudidas de la marcha; foto de Alejandro Viedma
Espero humildemente que el contar mi experiencia pueda servir a otras personas a animarse a participar de este gran evento. El compartir nos fortalece y nos hace libres.
Muchas gracias Vero Dema por tu buena onda y la oportunidad que me diste de expresarme a través de tu blog.
Muchas gracias querido Ale Viedma por haberme alentado a participar de la Marcha.
Julio Francisco Szanto

90.000 Diversidades


Esta página ha alcanzado el hermoso número de 90.000 visitas. Muchísimas gracias por ello! Para esta ocasión les comparto algunas líneas respecto a cómo estoy tomando, en estos tiempos, la idea y lo real de la Diversidad…

 
El concepto de diversidad me ha aportado mucho como profesional y como persona, ya que en cuanto algo/alguien existe, simplemente ES y/o viceversa, y por ende no hay nada qué cuestionar; en tal sentido pienso en una naturaleza humana diversa que -al centrarse en la sexualidad (que a veces también integra al AMOR) de adultos que consienten encontrarse sexualmente- excluye las categorías de,  entre otras, “anormalidad”, “contra natura” o “enfermedad”.
Como terapeuta, estoy abocado a escuchar lo diverso dentro de la diversidad. Como sujeto, me asumo diverso y me enriquezco con y en LO diverso.
No obstante, noto en la actualidad una moda o banalización en la utilización del término DIVERSIDAD, o se lo usa para lo políticamente correcto o lo pro no sé qué.
Si bien hace más de una década continúo especializándome en la Diversidad Sexual, no dejo de tener en cuenta que la diversidad es una abstracción mucho más amplia, abarcativa a tanto que podría pensarse en alcances infinitos.
Por lo anterior, me agrada más y me parecería más apropiado utilizar el plural: “DIVERSIDADES”, el cual incluye las pluralidades en los seres humanos, atravesadas por lo inter o trans-disciplinario.
Entonces, se me viene in mente una analogía o una imagen que me sirve para pensar en las diversidades, y es la de un árbol inmenso y milenario, con cientos de ramas e incontables hojas con un tronco fuerte y raíces más poderosas aún, es decir, algo imposible de derribar.
Que cada uno considere qué significan las partes de esa especie bien viva, pero al menos a mí me interesa comparar esas ramas con los subtemas que se ramifican de ese tronco común que es la diversidad, con lo bello y lo nefasto que eso conlleva en cada cultura y en cada sujeto, ejemplo de esto último podría ser la homofobia, con algunas de sus manifestaciones más actuales y no siempre tan visibles, tan directas: el bullying y el mobbing por orientación sexual o identidad de género contranormativas.
Para finalizar y en referencia a este espacio, me gustaría que podamos seguir entramando, debatiendo, reflexionando, compartiendo, intercambiando y produciendo cuestiones que tienen que ver con las Diversidades Humanas en general y Sexuales en particular, siempre desde el respeto, la capacidad de empatía, el aporte positivo, la aceptación y el afecto.
Muchas gracias por seguir visitando este, mi blog, que aunque no lo renueve constantemente, ya lleva 7 años de vida.
Abrazos diversos!!
Alejandro.
 

Identidad sexual y bienestar psicológico en la diversidad: entrevista a Alejandro Viedma


El Lic. Roberto Viñas es un flamante psicólogo de la ciudad de Mendoza y me entrevistó para su investigación sobre identidad sexual y bienestar psicológico en la diversidad sexual. A continuación, nuestro intercambio. Gracias Roberto, felicitaciones y bienvenido a esta hermosa profesión y vocación!

R. V.: Alejandro, vos como psicólogo tenés mucha experiencia de trabajo con grupos de varones gays en la Ciudad de Buenos Aires, por eso quiero hacerte unas preguntas que seguramente me ayudarán metodológicamente para realizar mi investigación, la que incluye entrevistas grupales con un grupo de jóvenes gays.

1. ¿Cómo llegaste a trabajar con grupos de varones gays? ¿Qué antecedentes podrías mencionar?

A. V.: Me recibí de licenciado en Psicología en la UBA en el año 2001, pero en toda la carrera estuve interesado especialmente en lo que tuviera que ver con la sexualidad y la diversidad sexual; en ese momento no se usaba el concepto de diversidad sexual, pero yo subrayaba en mis libros cuando hablaban de homo o bisexualidad, aunque fuese desde la patología, desde los primeros trabajos de Freud hasta los apuntes de los estudiosos de la adolescencia, quienes tomaban como una salida “normal” de esa etapa la heterosexualidad. Luego de recibirme hice varios posgrados (en Clínica Psicoanalítica, Acompañamiento Terapéutico, Sexología de la Homosexualidad) y después empecé a averiguar dónde podía tratar de conjugar la parte teórica que me estaba atrapando, con la práctica. Así fue que un día me acerqué hasta la Asociación Civil Puerta Abierta y rápidamente comencé a coordinar el grupo de reflexión para varones gay, en enero de 2004. Paralelamente, en aquel año, cursé un posgrado en Coordinación de grupos con multi-recursos técnicos.

 Lic. en Psicología (UBA) Alejandro Viedma

2. ¿Qué dificultades tuviste que afrontar para constituir o consolidar el o los grupos?

A. V.: Lo grupal nunca es fácil, sobre todo en tiempos de posmodernidad en donde se tiende a la individualidad y a la virtualidad. Por otra parte, hay que estar permanentemente difundiendo el espacio, para mantenerlo por más de una década. La homofobia internalizada fue un enemigo con quien hubo que luchar para que los propios homosexuales perdieran el miedo para llegar al lugar, quedarse y tener una continuidad. Recuerdo que en los primeros años, cuando se contactaban al mail, muchos cambiaban su nombre, o les costaba acercarse, más de uno me dijo, cuando al fin se decidió a venir a una reunión: “Dí varias vueltas a la manzana antes de tocar el timbre, incluso me quedé enfrente mirando quiénes entraban, cómo eran”.

3. ¿Se realizó una entrevista previa con cada uno de los miembros antes de su integración al grupo? ¿Qué aspectos se abordaron en ella? ¿Con preguntas abiertas, cerradas o semi cerradas? ¿Cuáles son los indicadores para afirmar que alguien puede ingresar al grupo o le será conveniente participar?

A. V.: Sí, tengo la modalidad de tomar una entrevista previa con cada persona que quiere ingresar al grupo. Los aspectos abordados fueron y son: cómo se enteraron del espacio; el estado de las áreas más importantes de su vida: laboral (si actualmente estaban con trabajo), salud (si hacían o hicieron terapia y cuestiones de su salud física y mental), afectiva (si estaban en pareja o lo habían estado); los temores y expectativas que aparecían con la posibilidad de sumarse al grupo; si tenían o no alguna experiencia en grupos de reflexión o socialización con pares, cómo se relacionan con los demás, si estaban dentro o fuera del armario, etc. Mis preguntas fueron cerradas o semi cerradas, más bien directas. Me focalizaba en las ganas y la necesidad que presentaban o no en formar parte del grupo. La mayoría refería que no tenía un grupo de amigos gay, que se sentían muy solos; otros venían de una separación de una pareja y buscaban contención y conocer gente nueva para volver al “ambiente”, que habían dejado un poco de lado al “aislarme en mi casa con él”.

4. ¿Qué conformación actual tiene? ¿Es un grupo con participantes fijos o es un grupo abierto donde varían los miembros?

A. V.: En estos momentos asisten, en promedio, unos 12 participantes. Estamos finalizando el onceavo año, así que el grupo ha mutado bastante, la mayoría de los miembros ha rotado, y continúan algunos que vienen de los años anteriores. Es buena la renovación en todo grupo, de lo contrario el mismo tiende a su extinción, la endogamia no es amiga de ningún grupo. No es totalmente abierto en el sentido de “voy cuando quiero” o “alguna vez iré a una reunión” o “llevo un amigo”, en todos los casos tomo una entrevista previa.

Roberto Viñas, Lic. en Psicología de la Universidad del Aconcagua, Mendoza.


5. ¿Qué características tienen sus miembros? (edades, aspectos demográficos y psicográficos, entre otros)

A. V.: Todos son y fueron adultos, mayores de edad. En todos estos años vinieron personas de 21 años para arriba, sólo excepcionalmente vino alguno de 18 a 20 años. En general la mayoría se acercó con más de 30/40 años, residentes principalmente en CABA y, en mucha menor medida, el gran Bs. As.

6. ¿Qué objetivos se propone el grupo? ¿Varían tales objetivos a través del tiempo?

A. V.: La socialización, la integración con pares. Trabajar la homofobia social en general y la internalizada en particular. En los primeros años se priorizó la salida del placard y cómo enfrentaban el afuera (familia, amigos, trabajo) con su orientación homosexual. Con el pasar de los años y habiéndose fortalecido, varios se involucraron en otros espacios, por ejemplo, militando por la igualdad de derechos o cómo avanzan en su vida teniendo esos derechos conquistados, otrora negados, como por ejemplo pensar en casarse y adoptar niños.

7. ¿Cómo es la metodología y la dinámica de trabajo en el grupo? ¿Vos proponés los temas, hay una agenda o se va armando la temática en el momento según los intereses de los participantes? ¿Utilizás alguna técnica grupal?

A. V.: Es en un encuadre de charlas-debates en torno a todos los subtemas que abarcan la diversidad sexual. Yo modero los tiempos. La dinámica no es rígida, a veces surgen temas en una reunión en particular y si hay enganche de varios, adelante, otras veces nos quedan temas pendientes de encuentros anteriores, generalmente tomo nota de eso específico que dejamos por la mitad o no llegamos a abrir por falta de tiempo, o dejamos una pregunta abierta como para retomar en la reunión siguiente. A mí me gusta más y siempre los aliento a que traigan temas los participantes, los temas que les interese abordar a ellos, aunque siempre tengo algún temita en la manga “por si”. Ultimamente también es común que empecemos con algo de la actualidad, alguna noticia bisagra, como por ej. que una beba que tiene dos mamás sea bautizada en Córdoba y la misma presidenta fuese la madrina, entonces allí se entrecruzan varias temáticas: el amor, las familias homoparentales/lesbomaternales, la religión, lo político (aunque tratamos de evitar la política partidaria), la crianza de un bebé por parte de una pareja gay o lésbica, etc. Además, hay un mail por si precisan contactarse y no esperar hasta el miércoles, así que allí también me envían artículos o temas para charlar en la reunión venidera. Sin ir más lejos, hace poco uno de los participantes me mandó un interrogante para tratar: “¿Si buscás novio o sexo, cómo armás tu perfil para una página de contactos: qué ofrecés, qué pedís, qué exponés y qué te guardás?”, o “¿Cómo y dónde conocés gente?”. Más recientemente hemos agregados otras vías para comunicarnos, como grupos de facebook y whatsapp.

8. A partir de tu experiencia ¿Cuáles considerás que son los temas emergentes en el trabajo con grupos de varones gays?

A. V.: La aceptación personal y externa, el amor, las dificultades en formar pareja, cómo combinar o integrar su “vida privada” con el afuera, sobre todo con el trabajo; el sexo y sus cuidados, los derechos, los efectos negativos del bullying y el mobbing homofóbicos, el papel de los medios de comunicación, el futuro como adulto mayor dentro de la diversidad, entre otros.

9. ¿Podrías señalar aspectos positivos y negativos que han surgido en el funcionamiento del grupo?

A. V.: Un aspecto muy positivo fue la construcción y consolidación de amistades. Respecto al amor, también se formaron parejas, de hecho hasta se celebraron matrimonios igualitarios; un aspecto negativo es que cuando una pareja del grupo se separó, uno de ellos o ambos dejaron el grupo. Lo mejor fue constatar el efecto multiplicador que tiene un grupo, que la experiencia de uno ayuda a otros y viceversa, que escuchar al otro es una instancia especular, es reconocerse en el semejante en ese espejo que te ofrece, en el oír cómo el compañero superó obstáculos, miedos, duelos, uno puede tomar registro; en resumen: el grupo te da herramientas para aceptarte, para valorarte más, para entender que no hay nada malo en vos por ser gay, así que cuando alguien finalmente comprende eso porque previamente lo incorporó, sale fortalecido, mejor parado para seguir con su vida, se convierte en un resiliente. Es muy gratificante para mí, como coordinador, cuando se teje una red afectiva, humana entre los compañeros, y esto va más allá de su orientación sexual, por ej., cuando cuentan con el grupo al momento de vivir una situación complicada, ya no están solos, nace una sensación de familiaridad.

10. ¿Tenés algunos tips a tener en cuenta ante la aparición de situaciones nuevas o inesperadas?

A. V.: Hablarlas. Todo conflicto baja su tensión si es charlado. También alguna técnica lúdica ayuda a trabajar esos conflictos de otra forma, y el humor obviamente hace lo suyo, distiende.

11. ¿Cómo se explicita o no la orientación sexual del coordinador? Y, en ese sentido ¿el grupo realiza también actividades políticas explícitas de defensa de derechos a favor de la diversidad sexual?

A. V.: En un grupo de pares, muchas veces el coordinador actúa como un miembro más, o sea que es un facilitador que el coordinador sea gay, ya que hay una identificación grupal con el mismo y viceversa. No es necesario que el moredador comente cosas íntimas de él sino hacer saber qué posición tiene respecto a la diversidad sexual, que sea “friendly”, que apoye los derechos igualitarios, que entienda qué es lo que siente por ej. un sujeto que está en el clóset (el estrés, la ansiedad, la angustia, los temores vivenciados en esa situación), entre varias cuestiones, ya que también hay personas que son abiertamente gay pero no son abiertos de mente, o son discriminadores con otras minorías, reproducen algún tipo de violencia con un otro al que posicionan como “diferente”. Respecto a otras actividades, sí, participamos año tras año en la Marcha del Orgullo LGTBIQ de Bs. As., o apoyamos alguna movida cultural para lo cual armamos una salida y concurrimos grupalmente. También hemos puesto el cuerpo y la palabra en todo lo que devino en la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género, allá por 2010 y 2012 respectivamente, asistiendo a debates y manifestaciones, escribiendo y hablando en medios masivos. 

12. ¿Tendrías algunas recomendaciones para iniciar un grupo con fines de investigación acerca de la identidad sexual?

A. V.: Principalmente escuchar lo que cada participante trae y quiere desplegar, sus necesidades, dudas, logros, temas de interés personal, cómo puede ayudarle el grupo y qué puede aportar él, desde su experiencia personal, al mismo. El compartir e intercambiar ideas y sentimientos es sano y enriquecedor.

13. ¿Podrías recomendar alguna bibliografía que te haya ayudado en la dinámica del trabajo grupal, tanto en lo teórico como en la práctica?

A. V.: He leído todo lo que pude sobre sexualidad, identidad, diversidad, nuevas familias, Teoría Queer y género. Me ayudó mucho el posgrado en el Instituto de Investigaciones Grupales, que dirige la lic. Jasiner, en lo teórico y práctico/vivencial, con técnicas diversas. Respecto a las nuevas configuraciones familiares, refiriéndome a lo teórico, hace años leí Homoparentalidades, de Eva Rotenberg; La familia en desorden, de Elisabeth Roudinesco; y en referencia a la identidad y temas afines, me gustó mucho Paradojas de la sexualidad masculina, de Silvia Bleichmar; en estos días estoy leyendo Global Gay, de Frédéric Martel, quien considera que: "Los homosexuales, que ayer estaban aislados, ahora están conectados unos con otros, y esta revolución, es la más importante de todas. Estamos pasando, en Europa y en América, de la penalización de la homosexualidad a la penalización de la homofobia. Ayer era difícil ser abiertamente homosexual, hoy es difícil ser abiertamente homófobo". También sirven mucho los aportes de los medios específicamente LGBT, publicados desde las organizaciones que trabajan en la Argentina hace varias décadas, o de militantes independientes, ya que todos brindan, informando, su grano de arena para una integración social real. Valoro mucho el trabajo que realiza la periodista Verónica Dema en su blog gayfriendly Boquitas Pintadas. Además, siempre es interesante el cine, cómo refleja historias con aspectos singulares y comunes al mismo tiempo, en este sentido ciertas películas nos sirvieron como disparadores para organizar cine-debates. Considero que todo suma para la formación personal y, por supuesto, también todo lo que te pasa a vos y a los que te rodean en la vida. Por último, nada me aportó más en la práctica que el haberme autorizado a coordinar el grupo, porque un coordinador se hace camino al andar en el aquí y ahora grupal, ya que en el quehacer semanal se va forjando un how know, un conocimiento desde la experiencia en vivo y en directo, y que se renueva año tras año. Así que y sintetizando, ni yo ni el grupo somos los mismos de hace 11 años atrás.
* El grupo de reflexión para varones gay funciona todos los miércoles a las 20 hs en el barrio porteño de San Cristóbal. Para solicitar entrevista previa, comunicarse al 15-6165-4485. Mail: alejandroviedmapsi@hotmail.com.ar

“Fui homofóbico aún siendo gay”

Publicado el por  para Boquitas Pintadas, blog de lanacion.com

Leonardo es un exintegrante del grupo de reflexión para varones gay que coordina el lic. Alejandro Viedma en la Asociación Civil Puerta Abierta. Leo envió a Boquitas pintadas el texto que viene a continuación como testimonio de su paso por ese espacio y de cómo ese lugar lo ayudó a resolver cuestiones internas que cuando ingresó al grupo ni siquiera tenía conscientes.
 
Uno de los aspectos a destacar es que Leo reconoce que, si bien se había reconocido a sí mismo como homosexual, jamás se incluía en el ambiente gay, ni en marchas del orgullo, ni iba a boliches, pubs, ni participaba de páginas de encuentros. “No me gustaba nada de eso, era muy prejuicioso, sin poder ser consciente de ello”, dice en un tramo de su escrito. “Se trataba de mi homofobia inconsciente, internalizada. Por ejemplo, pensaba que la Marcha del Orgullo Gay era un circo, no daba cuenta del objetivo político sobre la lucha por los derechos LGTB que la Marcha conlleva. Además tenía el típico desprecio por lo femenino en el hombre y la sobrevaloración por lo masculino, en realidad, se trataba del desprecio a mí mismo”.
 
Sus creencias homofóbicas pese a ser gay. Esa es una de las cuestiones que más tuvo que desandar en el grupo de reflexión que lo cobijó desde 2007.
 
Vale la pena acercar una definición. “La homofobia internalizada es la creencia consciente o inconsciente que tienen algunas personas gay y lesbianas de que los prejuicios, estereotipos y mitos sobre los homosexuales son ciertos. En otras palabras, son sentimientos negativos que sienten hacia sí mismas por su homosexualidad. La homofobia internalizada se refleja con complejo de inferioridad, sentimientos de vergüenza y culpa, baja autoestima y conductas autodestructivas”. (Un artículo para conocer más sobre homofobia)

Mi experiencia con mi querido grupo
Por Leo
 


 
Marcha Del Orgullo LGBTIQ (Lesbianas Gays Bisexuales Trans Intersex Queer) de Buenos Aires, año 2013; Fotos: A. V.
 
 
En una etapa un poco difícil de mi vida respecto de mi sexualidad, busqué hasta que encontré este hermoso grupo. Cuando digo difícil con respecto a mi sexualidad, no me refiero a mi orientación sexual, ya que yo ya estaba asumido como gay, sin embargo, me llegué a preguntar ¿y ahora qué hago con esto, con lo que siento?
 
Mi familia, mis amigos heterosexuales me conocen, sabían de mi orientación, lo que notaba era que no tenía amigos ni compañeros gays para compartir entre pares lo que me sucedía.
 
En resumen, jamás me incluía en el ambiente gay, ni marchas del orgullo, ni boliches, ni pubs, ni páginas de encuentros. No me gustaba nada de eso, era muy prejuicioso, sin poder ser consciente de ello, se trataba de mi homofobia inconsciente, internalizada, por ejemplo, pensaba que la Marcha del Orgullo Gay era un circo, no daba cuenta del objetivo político sobre la lucha por los derechos LGTB que la Marcha conlleva. Además tenía el típico desprecio por lo femenino en el hombre y la sobrevaloración por lo masculino, en realidad se trataba del desprecio a mí mismo. Tampoco estaba de acuerdo que dos papás o dos mamás adopten niños, pensaba que podía ser perjudicial para la salud de estos últimos por la discriminación. Ni siquiera sabía que existían las familias homoparentales. En fin, una lluvia de creencias homofóbicas que me perjudicaban, que hacían sentirme aislado, como sapo de otro pozo, hasta el año 2007, cuando conocí el grupo de reflexión.
 
Pensar que en siete años cambió tanto la concepción de las personas LGBT a partir de la Ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género… Sin embargo, faltan años para que estas leyes se interioricen en cada sujeto, familia; la homofobia social todavía existe, como por ejemplo en las escuelas: el bullying por homofobia es un problema grave que se tiene que poner en evidencia.
 
Tengo que aceptar que, aunque sin darme cuenta, fui parte de los prejuicios y estereotipos socioculturales, pero por suerte, puedo hablar en pasado ya que tanto por mi estimado grupo y por el Lic. Alejandro Viedma, cambié.

Lic. Alejandro Viedma, coordinador del grupo de reflexión para varones gay.
 
Mis modificaciones tuvieron lugar por los intercambios con ellos, los cuestionamientos de muchos mitos homofóbicos y compartir sucesos, sentimientos sobre el amor, la amistad y conformación de una red entre pares, charlas sobre cómo afrontar su salida del clóset en el trabajo, debates desde las vivencias personales en torno al sexo, la sexualidad, las familias diversas, los derechos LGTB, etc. Y recién ahí hice un insight, un “ahora me doy cuenta de cómo mis pensamientos prejuiciosos me limitaban” en mi desarrollo personal, la manera de vincularme con los demás, por ende en mi sentimiento de bienestar.
 
Por otra parte, en los boliches o páginas de encuentro, siempre noté un lado frívolo y es algo que no comparto, la alienación a la imagen, el divismo narcisista hasta ahora me aburre mucho, pero la diferencia es que antes tomaba la parte por el todo, generalizaba, y después me dí cuenta que los gays no somos todos iguales, ni tampoco tenemos la misma actitud en todos los lugares, al igual que el resto de los seres humanos.
 
Tal es así que escucho a amigas quejarse, después de ir a bailar dicen: “¡Los tipos están todos tomados, lo único que quieren es echarse un polvo!”. Noto que acá está también la queja por la frivolidad o por lo efímero de lo exclusivamente sexual. Otros amigos heteros comentan también: “Las minas están muy lanzadas, hasta se pelean entre ellas para ver quién se lleva al más fachero!”. Pareciera que la complicación histérica está en todos lados, jaja. Entonces, el lado frívolo está en todos los ámbitos independientemente de la orientación sexual.
 
No obstante, se puede salir de ese boliche o de lo virtual con alguien y te encontrás con el otro aspecto de esa persona, como cuando encontré a este grupo. Muchos vamos a bailar o usamos las páginas virtuales, sin embargo, en el grupo pensamos, intercambiamos, nos reímos, profundizamos, nos divertimos, nos respetamos, descubrimos otras miradas y opiniones, otros discursos y, a partir de allí, de ese recorrido, pude habilitarme a tener una vida más amplia donde otras puertas se me abren y nuevos vínculos se constituyen.
 
Gracias, querido Alejandro, y a todo el grupo porque se derrumba ese muro prejuicioso que construí. Ahora puedo mirar desde otro lugar, de una manera menos totalizadora, ahora lo que internalizo y trato de entender es la diversidad misma.
 
Mil gracias y cariños a todxs.
 
Leo.


 
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Basta de Homofobia!

Attenti homofóbicos, aquí van tres breves reflexiones personales:



-Quien es muy capaz observando y criticando la vida de los demás, es incapaz de ser y sentirse pleno consigo mismo.

-El homófobo, quien discrimina tampoco es feliz pues en el mismo acto de hacer infeliz al otro, haciendo que la pase mal, vive tenso, inseguro, previniendo una alerta, amenazado por lo que comanda sus conflictos internos, sus temores y ansiedades.

-Ejercer la homofobia es un trabajo psíquico que desgasta, porque se invierte mucha energía en estar pendiente de lo que piensa, dice y hace el semejante del cual se necesita diferenciarse. Si el sujeto discriminador/homófobo estuviese bien con él mismo, no estaría tan advertido del deseo de otra persona, la cual, paradójicamente, le repele.
 


STOP LGTBIQ-FOBIA!
A. V.
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Lic. Alejandro Viedma
email: alejandroviedmapsi@hotmail.com.ar
cel.: 15-6165-4485.
 

“Cuando dije que era homosexual me mandaron al psiquiatra”

Publicado el por  en el blog de lanacion.com Boquitas Pintadas.
Flores sobre el orín, una obra de Alejandro Modarelli, a quien entrevistamos en Boquitas pintadas, es una pieza que condensa lo que ocurre en una sociedad en una época que es pasado y que al mismo tiempo retorna para no olvidarla.
 
Como la definió Modarelli, el autor de la obra, Flores sobre el orín son capullos que nacen sobre la roña de un baño público de estación ferroviaria”. En esa conversación este escritor habló de cómo surgió esta obra que es “el Eros porteño de las minorías sexuales y los disidentes sexuales, bajo las botas militares, que confunde en su peregrinar entre urinarios y carnavales secretos, lágrimas y placer”.
 
Ahora, Alejandro Viedma comparte con los lectores de este blog su comentario crítico sobre la obra.
 
“Nosotros no podemos enamorarnos (mucho)”
Por Alejandro Viedma
 
Sábado de un julio porteño que finaliza con mucho frío. Son las 23.15 hs y el hall del teatro Payró se va llenando. Quince minutos después ese público bajará las escaleras para cubrir cada una de las sillas de la sala.
 
Arriba del escenario los actores personifican a (lo que hoy se denomina) chicas trans que interactúan con la platea, dando la bienvenida a lo que será casi una hora y media de función.
 
En el aire empiezan a deambular polos opuestos sin –en apariencia y al comienzo- acuerdos, esas posiciones marcadamente extremistas que hacen que los binomios socioculturalmente compartidos existan para subrayar y ampliar las distancias entre esas dos caras de la misma moneda: moralidad/inmoralidad; homosexual/heterosexual; lo bueno/lo malo; limpieza/mugre; edictos/ilegalidad; flor/excremento; goce/prohibición; despacho/tetera; etc., etc. También se deslizan muchos prejuicios a través de frases hechas y se contextúa todo en un momento histórico y político en el cual no existía el concepto de gay y sí el de homosexual, desde la patología, en los manuales de psiquiatría (“Cuando dije que era homosexual me mandaron al psiquiatra”, declara uno de los protagonistas) y desde lo que era sancionado por los edictos policiales.
En la escenografía se erige bien visible y con eficaz efecto un baño público, o lo que muchas veces es nombrado como tetera. La obra gira en torno a ese espacio en donde se tienen necesidades básicas: físicas, sexuales, monetarias, de comunicación en general y en particular se multiplican las corporales y simbólicas, ya que allí se tiene sexo y se habla, se socializa, se muestra y se esconde. Como complemento, una pantalla difunde algunos videos para viajar hasta aquel período de nuestra nación.
 
Un policía convive con su mujer embarazada con la cual hace mucho no tiene relaciones sexuales. Dicha señora marca muy bien una postura típica de gran parte de la Argentina de fines de los 70s, ese país del mundial y de Videla, del “no te metás”, en donde convenía hacerse el tonto, mirar hacia otro lado, sabiendo no sabiéndolo para no reconocer y sí negar ciertas cuestiones y situaciones, convirtiéndose en un chivo expiatorio de lo que se gelificó en cierta complicidad.
 
El hombre que encarna la ley es quien más se sale de ella casi todo el tiempo, incluso sus instintos desbordan lo que luego ya no puede controlar, ese deseo que tanto le costaba aceptar en los otros y en él. Así, lo que incipientemente se pintaba como un mundo de blanco o negro, rápidamente quien trabaja para “moralidad” termina siendo el más “inmoral” para los códigos que definían la moralina de antaño.
 
Además, se muestra cómo ayudaba la “chapa”, de hecho, ser parte de la fuerza policial significaba más de un privilegio/”derecho” o le daba una mano también al que caía detenido al ser “hijo de” o “sobrino de” ya que un apellido (de un militar, por ej.) podía salvar o le brindaba un sostén para la supervivencia del que se quedaba aquí, muchos siendo artistas o peluqueros, si es que no se exiliaba o lo exiliaban.
 
Este personaje y otros que también hacen de policías se manejan dentro de la doble vida, con violencia, con mentiras, con hipocresía y con pasión, con esa calentura velada por un billete o por prendas femeninas, a modo de desmentir la pulsión homosexual, ¿o para que algo actúe como dique de contención de un inminente e incontenible gran amor?
 
La muerte ronda en las horas posteriores al único beso, ese acercamiento amoroso dado entre el poli pasado a disponibilidad y Lissette, la reina de las teteras y ahora ya una persona travestida para prostituirse. Acto amoroso sentenciado con la frase sobre la cual ambos concuerdan: “Nosotros NO nos podemos enamorar”.
 
Es para destacar las referencias importantes que circulan sobre las tablas, como por ejemplo, los nombres de Héctor Anabitarte, Michel Foucault, Néstor Perlongher, Raffaella Carrá. Esta última traía alegría, en la vida y en la obra, entre tanto sufrimiento y también códigos compartidos, algo que estaba en el aire, pues sin ser muy explícito lo que ella cantaba, se entendía como guiño gregario.
 
Considero que uno de los mensajes de la obra es rememorar el lugar al que estaban destinados los homosexuales varones del siglo pasado y era -en el mejor de los casos y aguantando todo tipo de abusos tales como golpes, insultos, robos, detenciones, violaciones- que sólo podían tener sexo en la clandestinidad, en los márgenes, en la ilegalidad, lejos de la posibilidad del amor. Tal vez por eso sobresale la genitalidad y lo fálico que se conjugan con la adrenalina y el morbo carnal justamente en el espacio prohibido y más exponencialmente riesgoso, más fértil para las vejaciones. Y subrayo varones homo porque de ese grupo determinado habla la obra, la cual no hace referencia alguna a las lesbianas de antaño, lo cual se relaciona con el tema redundante dentro del mundo lésbico, su histórica invisibilización.
 
Otro punto es la deconstrucción de los mitos y la estandarización de roles fijos, porque por ejemplo el que se presenta como “loca”, “marica” o “pasiva” (términos utilizados para menospreciar) termina penetrando al macho. Entonces, me resultó interesante que lo que en un inicio se encuentra enmarcado dentro de polaridades bien marcadas, valga la redundancia, después, literalmente, se da vuelta.



Para finalizar, me parece bueno que se muestre y no se olvide lo que transcurrieron los homosexuales de esas décadas como un ejercicio de reflexión y memoria para valorar cómo se llegó hasta hoy, rescatando de aquel pasado vidas y discursos de resistencia, en un ámbito en donde eran parte de lo que había que limpiar, excusándose en procedimientos autoritarios.

Tal vez me hubiese gustado que ahondaran un poco más en temas tan serios, problemáticos (el exilio, la muerte de un padre, entre otros) y por momentos un tanto banalizados, sin iluminar los efectos traumáticos, o tal vez, por justamente ser tan dolorosos, fueron tamizados por humoradas con risas medidas de los espectadores como respuesta.

Por otro lado, es remarcable que los que llevan adelante este emprendimiento artístico hayan armado una cooperativa y que los actores personifiquen más de un rol, algo que tiene más que ver con nuestra actualidad: la diversidad, la versatilidad y el formar parte de algo comunitario.
Flores sobre el orín, de Alejandro Modarelli, puede verse todos los sábados a las 23,30 en el teatro Payró
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El baño de los colegios, ¿lugar ideal para el bullying homofóbico?

Publicado el por  para Boquitas Pintadas, blog de lanacion online

Los baños, para muchos gays, son lugares que les remiten a placer o a los tiempos de resistencia al placer sexual cuando ser homosexual era reprimido en la Argentina. Esta es una historia distinta a aquellas. Para Luca, que hoy tiene 38 años y es un ex integrante del grupo de reflexión para varones gay que coordina el lic. Alejandro Viedma en la organización Puerta Abierta, el baño es sinónimo de padecimiento. Hoy comparte su historia: cuenta que cuando era adolescente no quería ir al baño de su colegio en los recreos por miedo a que “se notara” su homosexualidad y que esa fuera razón para que lo agredieran. Así llegó a pasar todo su colegio secundario sin ir nunca al baño en un recreo.
 
No es la primera vez que tocamos este tema. Les dejo un link con la historia que hace ya un par de años compartió Juane. “No podía entrar al baño de colegio porque me gritaban puto”. De este modo, podríamos preguntarnos: ¿El baño de los colegios es el lugar ideal para el bullying homofóbico?
 
“Durante todo el secundario evité ir al baño en el recreo”
Por Luca
 
Archivo LA NACION

Éste bien podría ser un cuento triste porque habla de violencia o de lo que hoy se conoce como bullying o acoso escolar, pero prefiero reconocer que lo que les contaré está basado en mi historia verídica, una novela real de impotencia, miedos, dolor y algo de vergüenza, o tanta que ni siquiera pude animarme a compartirla en el grupo de pares de Alejandro, tal vez porque necesité un tiempo más de elaboración y hoy me siento preparado para sacarla a la luz aunque no exponga mi verdadero nombre. Además, creo que seguramente otros se verán reflejados en lo que viví.
 
Durante todo el secundario evité ir al baño en el recreo, así que me aguantaba de hacer pis todo lo que podía o, si tenía alguna urgencia, le pedía al profesor de turno que me dejara ir en el horario de la clase.
 
Pensándolo ahora, el baño era (¿o sigue siendo?) hace veintipico de años para los varones adolescentes, el lugar en donde aflora el sexo: se lo muestra, se comparan los miembros en los mingitorios, se habla más abiertamente sobre todo acerca de los debuts sexuales o de las ganas de “comerse a tal minita”, se transgreden límites como el fumar, entre otras cosas, y se exacerba la masculinidad. A la vez es un lugar complicado para los gays o los sospechados de serlo, como también lo es el vestuario de los clubes o donde te hayan asignado para ir a hacer Educación Física, bah, a jugar al fútbol, o al menos esa era la única opción para los varones que hemos transcurrido el Industrial a principios de los ‘90. Son lugares en donde más vulnerados, desprotegidos y desnudos están, literalmente, o hemos estado los homosexuales.
 
Recuerdo que algunos compañeros se bañaban luego de hacer gimnasia porque no volvían a su casa antes de entrar nuevamente al cole cuando teníamos doble turno. Así como los demás eso lo toman como algo natural sé que muchos gays ponen alguna excusa para que no llegue ese momento. Lejos de ratonearme con esas situaciones, a mí me ponían muy incómodo, me esforzaba en que no se notara mi homosexualidad o que no me gasten o agredan por alguna miradita que se me escapase.

Los baños, ¿lugar ideal para el acoso escolar?; Foto: Archivo

¿Por qué trataba de evitar situaciones de desnudez propia o ajena en vestuarios o baños? ¿Por pudor? ¿Por no identificarme o no encajar con los rituales comunes de los machos? ¿Para que no tengan un motivo para cuestionar mi virilidad? ¿Para no tener que aguantar los chistes homofóbicos y fáciles como por ejemplo “vos tenés ganas de que se te caiga el jabón”?
 
Así como los baños son terreno fértil para escribir anónimamente lo que no se dice de frente y se deja constancia de eso en forma de graffitis o dibujos obscenos, también los lugares en donde se hace Educación Física son menos vigilados que las aulas o los patios de los establecimientos escolares, será porque en esa materia lo físico, el cuerpo, los cuerpos están en juego: para jugar a la pelota o para que los machos te caguen a patadas, jugándote y juzgándote, para que te hagas macho. Allí el panóptico no es tan eficaz y entonces el hostigamiento escolar se presenta más cruelmente, sádicamente diría.
 
A veces no hay golpes pero me parece que el daño psicológico no es menor por los bardeos, por los comentarios denigratorios que te dejan heridas psíquicas, más que nada porque son como el pájaro carpintero que te quema el cerebro o como la gota de agua que si cae arriba de una roca por años, termina agujereándola, quebrándola. Son persistentemente molestos y atentan contra tu autoestima.
 
Hablando de imágenes o frases que sin firma transmitían agresión, y quizá refiriéndome a una violencia más invisible para todos, un día fui al baño antes de entrar al aula y ví en una pared algo que me hizo mucho daño. Dos compañeros míos y sus cómplices habían pegado fotos pornos de tipos con sus penes erectos con una dedicatoria para mí que decía “Rodríguez se la come”. En aquel momento despegué esas imágenes, las hice un bollo y borré lo escrito, lejos de comunicar lo sucedido en la dirección o sala de preceptores. No quería mandarlos al frente y menos aún verme más expuesto, me daba bastante vergüenza que las autoridades escolares supiesen lo que mis compañeros pensaban de mí.
 
En verdad pasé mis peores años en mi adolescencia, hubo varios episodios explícitos de bullying pero eso, si me animo, será para otro capítulo… Lo que sigue teniendo resonancia en mí es no poder comprender cómo se puede sentir placer en lastimar, dañar o hacer doler a un compañero, a alguien que es señalado como distinto, a quien se lo cataloga como diferente, tal vez por ser desestabilizador del orden heterosexista.
 
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Cómo hablar de dinero con el psicólogo

Muchos pacientes no se animan a discutir el precio de la sesión; otros ni siquiera referirse al tema; además, terapeutas explican cómo cotizan su trabajo; psicoanálisis, dinero y sexo.
Por | LA NACION - 
Escribió Sigmud Freud en La iniciación del tratamiento , en 1913. "El hombre civilizado actual observa en las cuestiones de dinero la misma conducta que en las cuestiones sexuales, procediendo con igual doblez, el mismo falso pudor y la misma hipocresía".
 
Los pacientes también dicen lo suyo: que algunos terapeutas son demasiado inflexibles con sus honorarios, que se angustian por no poder decirles que les cuesta pagar, que temen que si hablan de sus mejoras salariales eso se traslade al precio de la consulta, que piden ir cada quince días para que no repercuta con tanta fuerza en el salario, que con la excusa de la inflación algunos actualizan sus honorarios con demasiada frecuencia.
 
El tema del dinero está instalado en los consultorios, en eso coinciden tanto los analistas como los pacientes que conversan con LA NACION .

Natalia, empleada, de 29 años, a principio de este año empezó terapia con una nueva psicóloga. Cuando supo que cobraba 250 pesos por sesión respondió que le parecía alto, pero que haría lo posible por pagar. Pasaron tres meses y se dio cuenta de que hacía un "esfuerzo muy grande". "Lo que me ayudaba por un lado me lo quitaba por el otro porque terminaba el 20 angustiada pensando en cómo llegar a fin de mes. Creo que eso también hace a la salud mental de uno, por eso me parecía que tenía que plantearlo", dice. Y así lo hizo: "Me respondió: 'Bueno, entonces pediles plata a tus padres'. Huí despavorida". Con casi 30 años y una vida independiente le parecía retroceder cinco escalones. "Es un espacio recontra válido y entiendo que le pongan un valor elevado que a uno le cueste, que lo valore mucho. Pero si ya te trae angustia no da".
 
El psicoanalista Alejandro Viedma cita a Freud para explicar que el dinero es una de las variables que entran en juego en el encuadre psicoanalítico. "Se relaciona con lo pulsional, lo libidinal", dice. "Esto quiere decir que en un análisis hay articulación entre los aspectos sexuales que participan allí y el dinero y es necesario que el terapeuta analice los factores psíquicos presentes en el analizante por este tema; por ejemplo, el pago de las sesiones y cómo opera eso dentro y fuera del consultorio". Para él, el dinero es un dato de cómo se conecta esa persona con este objeto de intercambio, qué función cumple, qué significa para él en su cotidianidad, en su forma de vincularse con los demás, sus manejos, etc.
 
Reconoce que, a veces, los honorarios forman parte de los puntos incómodos de abordar en la terapia. "Hay pacientes que no quieren pagar mucho, o regatean los honorarios, otros que toman su terapia como una inversión en su salud, como un lugar que merece tener un costo por tratarse de un espacio de bienestar, importante en su vida, uno de los pocos momentos para ellos solos y por ende lo valoran pagando sin chistar".
 
Juan trabaja en una empresa como jefe de área. Cuenta que cada vez que tiene que pagar terapia se olvida de cuánto es. "Yo ya sé que a mediados de año mi psicóloga me aumenta. Me lo dijo de entrada. Es alrededor del 20%. Pero del último aumento no logro retener cuánto es por sesión y cada vez que le tengo que pagar tengo que hacer la cuenta para no pagarle de menos", dice. Le da gracia su olvido.
 
Paga 270 por sesión y va dos veces por semana. "Prefiero pagar todo el mes por adelantado porque antes cuando pagaba por sesión me olvidaba de llevar plata, a veces le pagaba cada quince días. Era un lío", relata. Siente que no es caro en función de lo que cree que le da ese espacio a cambio. Pero aclara que es un "gasto" que le significa bastante en su presupuesto. "Sobre mis manejos de dinero, en general, me dice que soy pijotero. Por ejemplo, si le digo que no sé si ir a tenis por la plata me dice que vaya, que la voy a tener, que aprenda a disfrutar, a soltarla más", cuenta.
 
La psicoanalista Eva Rotenberg reconoce que en el vínculo terapéutico se da una relación "surrealista", en el que el encuadre es fundamental. Dentro del encuadre está el dinero. "Algunos pacientes solos te dicen: '¿Usted no tendría que aumentar por la inflación?', otros se ofenden porque sienten que te estás aprovechando de la necesidad que tienen del analista, como si uno quisiera cobrarles el oxígeno. Se establece un vínculo muy especial porque lo estás ayudando a vivir, a que pueda superar inhibiciones y conflictos que no les permite vivir, trabajar, casarse".
- ¿El tacaño lo es también en sentimientos?
- Es retentivo, sádico, narcisista ya que sólo piensa en él. Hablo de los que pueden pagar y hacen un tema porque creen que el terapeuta los tiene que amar como su mamá y no les tiene que cobrar. Pretenderían un vínculo afectivo donde no medie el dinero.
- ¿Hay pacientes que piden descuento o ir cada 15 días?
- Solamente una persona me pidió venir cada 15 días y como está en la etapa final y está muy bien estuve de acuerdo. Pero si se guía por una cuestión de dinero y yo veo que la persona está mal interrumpo el tratamiento porque el terapeuta es el responsable.

Juan Manuel tiene un sueldo de ejecutivo. Le paga 250 pesos a su terapeuta y no se anima a hablar ni una palabra de dinero por miedo a que eso le impacte en la sesión. "Si le cuento que me compré una Playstation, que vale lo mismo que ocho sesiones de terapia, seguro que me aumenta", dice, se ríe. Reconoce que no tendría razones para perseguirse de ese modo, pero es más fuerte que él.
 
Consultada por estos temores, la psicoanalista Rotenberg responde: "Si el terapeuta aumenta por un comentario del dinero que gana un paciente, hay una patología del terapeuta. Porque yo he ayudado a crecer a un montón de personas, a que puedan comprarse vivienda, progresar, ser autónomos". Para despejar dudas, se explaya: "Atiendo un nivel de gente que sé que gana muchísimo más que yo. Eso sería la envidia del terapeuta o cobrarle por la cara. Yo cobro según mi formación lo que creo que es justo y me corresponde".

Hay pacientes que se angustian por no poder resolver cuestiones de dinero y no logran plantearlo en terapia. Foto: Archivo
Gisela cuenta que tuvo "problemas financieros" en el último mes. Para su sueldo de 6000 pesos cualquier gasto extra desequilibra su presupuesto. "No sabía cómo decirle que por esta última semana prefería no ir porque hacía varios días que estaba contando los pesos. Y me pasa siempre que voy decidida a decirle de probar cada 15 días, pero no sé cómo decírselo. En la sesión hablo de los problemas financieros, pero queda ahí", dice. "Al final opté la última vez por cancelarle 48 horas antes. Lo hice para esquivar la sesión". Y agrega: "Yo la adoro, confío un montón, pero con la plata...Lo mismo que cuando le planteás lo del alta. Me deja bastante mal no poder decirle de frente lo que me pasa".
La psicoanalista Leonor Suárez, que trabaja de modo particular y también en el Centro de Salud Mental N°3 Arturo Ameghino, explica: "Se podría decir que donde hay dinero no se paga con padecimiento. A veces, andamos por la vida con un malestar y eso nos lleva un día a decir: 'Quiero que alguien me escuche porque no puedo más con esto; sufro hace años y no lo puedo cambiar'. Pagar con dinero sería: a ese equivalente que está en moneda no lo llevás como una carga vos".
- ¿Cómo se traslada esto a una institución pública?
- Allí está el tema de la gratuidad. Hay algo para aclarar: el acceso es gratuito pero eso no quiere decir que no le cueste nada al paciente. Porque en ese caso dinero y pago no son la misma cosa. La gratuidad es un derecho cuando alguien va a una institución pública, pero tiene un costo subjetivo al realizar un tratamiento. Se paga, decimos nosotros, con palabras.
 
Su colega, la psicoanalista Andrea Aghazarian comenta que, si bien maneja una franja de valor para su tarifa, es flexible en el monto y en la forma de pago. "Hay pacientes para los cuales es importante que alguien les de crédito a su palabra y puedan endeudarse y otros que deben entender que con el dinero no alcanza, por más de que puedan pagar", ejemplifica.
 
Aghazarian agrega: "Cuando nos ausentamos nosotros por distintos motivos no cobramos. Cuando un paciente se ausenta sin aviso paga la sesión porque es algo que está pautado de este modo porque ese horario ya está destinado para él, nadie lo usa en su ausencia. Es importante que el paciente considere al otro en un vínculo analítico, sus espacios, su tiempo, el del otro, el tiempo compartido, su capacidad de previsión, todo lo que le pase allí es lo que seguramente le pasa con el resto de sus vínculos".

Los analistas consultados coinciden en un listado de obligaciones a cubrir con lo que cobran por su trabajo: no tienen licencias por enfermedad, por embarazos, ni vacaciones pagas, pero sí tienen a cargo todo ese tiempo la responsabilidad del paciente, incluso, a veces, con un dispositivo alternativo para los pacientes de riesgo. Agregan, también, su propio análisis, las supervisiones pagas, la capacitación permanente. Y cuestionan: lo que ocurre es que la terapia está considerada dentro de nuestro sistema de salud como un lujo o un exceso.
 
Virginia da fe de que la terapia es un lujo en la Argentina. "Me cobraba 400 pesos por sesión. Dicen que lo que uno paga está en proporción con lo que está dispuesto a dar en ese espacio. O de eso nos convencieron los psicólogos", comenta. "A mí me costaba plantearlo cuanto más cerca estaba de él, cuando más unida afectivamente me sentía". Sin ánimo para negociar, tuvo que suspender su tratamiento de años.
 
(*) Por pedido de los consultados, algunos nombres de pacientes fueron cambiados

La iniciación del tratamiento (Sigmund Freud, 1913)

  • Otra de las cuestiones que deben ser resueltas al iniciar un tratamiento es la referente al dinero (.). El analista no niega que el dinero debe ser considerado en primera línea como medio para la conservación individual y la adquisición de poderío, pero afirma, además, que en valoración participan poderosos factores sexuales. En apoyo de esta afirmación puede alegar que el hombre civilizado actual observa en las cuestiones de dinero la misma conducta que en las cuestiones sexuales, procediendo con igual doblez, el mismo falso pudor y la misma hipocresía. Por su parte, el analista no está dispuesto a incurrir en iguales vicios, sino a tratar ante el paciente las cuestiones de dinero con la misma sinceridad natural que quiere inculcarle en cuanto a los hechos de la vida sexual, y de este modo le demostrará ya desde un principio haber renunciado él mismo a un falso pudor, comunicándole espontáneamente en cuánto estima su tiempo y su trabajo.
  • Por otro lado, es bien sabido que la baratura de un tratamiento no contribuye en modo alguno a hacerlo más estimable a los enfermos.
  • (.)el psicoanalista puede equipararse al cirujano, que también es sincero y exigente en estas cuestiones, porque posee, realmente, medios eficaces de curación. A mi juicio, es indudablemente más digno y más moral declarar con toda franqueza nuestras necesidades y nuestras aspiraciones reales.
  • El tratamiento gratuito intensifica enormemente algunas de las resistencias del neurótico.