Grupo de reflexión para varones gay

A continuación, una carta redactada por un integrante del grupo de reflexión para varones gay de los jueves, dirigida a sus compañeros y al coordinador:

ANDAMIAJE DEL AMOR
Hola mi gente bella: solo los veo dos horas por semana, quizás poco tiempo para todas las horas que una semana tiene, pero parece el tiempo suficiente como para sentir afecto por ustedes, lo suficiente como para que se haya podido armar algo del orden del amor, la posibilidad de abrir mi pecho y dejar salir mi ser, el ángel y el demonio, la cantidad como para poder sentir, sentir la libertad de ser, poder sentir cariño, ternura, dolor, empatía y también bronca, enojo; para mi esto es posible cuando hay una plataforma de amor, de libertad que soporta la relación grupal, una estructura amorosa que ingerimos en el te del termo verde, los alfajores "fallados" pero riquísimos de Fran, la cocina dulce de Gus o alguna que otra delicia sorpresa, la estufa de invierno y el turbo de verano (ni hablar del nuevo espacio top que nos alberga desde el mes pasado, qué lindo regalo). Escribo esto porque me di cuenta que si no expreso este afecto, ustedes no sabrán lo que me generan en las reuniones, porque me interesa seguir sembrando en este camino, porque "la realidad es una construcción social", es decir, que lo que es, está sustentado por nosotros, por lo que hacemos cada semana, porque deseo que esta realidad siga existiendo, porque quiero que la pelota siga girando, porque les agradezco que existan, que sean como son, que vengan cada jueves, que hablen, que nos compartan su ser. Porque en última instancia le agradezco a andá saber quién o qué haber sentido, haber aprendido, haber sumado lo que sumé junto a ustedes, los que están y los que están en nuestros recuerdos; porque muchos jueves me he ido alegre, triste, angustiado, sorprendido, rumeando como loco malo; porque gracias a este grupo que muchas veces me dijo "reaccioná, estás vivo, no dejes pasar tu vida, ¿qué querés hacer?", estoy armándole un video de fotos (de su hijo) a un amigo con la intención de demostrarle cuánto lo quiero, y porque el otro día le pude decir a mi vieja gracias por ser y haber sido la que fue y haber hecho todo lo que hizo para criarnos, y porque tengo ganas de escribirles todo esto. También quizás porque hace poco ví una peli que me recordó al grupo, “Bondad Humana”, de Kurosawa, al igual que cuando revivo algunas frases del Monólogo de Agrado, de "Todo sobre mi madre", el film de Almodóvar: “me llaman la Agrado, porque toda mi vida sólo he pretendido hacerle la vida agradable a los demás. Además de agradable, soy muy auténtica... Y en estas cosas no hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma". Ahora, algo dirigido directamente al coordinador, la cabeza de nuestro grupo: hay gente que te deja una marca que la llevas con orgullo en medio de la frente, esa cosa inexplicable en donde uno se ve diciendo tal palabra, haciendo tal gesto, sonriendo de tal manera, respondiendo tal palabra, moviendo la mano de determinada manera, y el corazón se alegra, se enciende como el pecho de E.T. cuando se acerca su nave extraterrestre, uno se enorgullece de haber incorporado eso, se le alegra la cara, se le hace un nudito en la garganta que obliga a tragar para aflojar. En esos momentos uno quiere agradecer, y no sabe a quien: a Alejandro Viedma por ser lo que es, por trabajar día a día, a sus padres por haberlo criado, al aire por permitirle respirar, a la pacha mama, al destino por habernos encontrado, a uno mismo por haberse animado... No se, lo que sí se es que uno quiere agradecer eso, agradecer a ese profesional que vive con placer y pasión ese espacio, que cree en ello y se juega. Uno grita ¡BELLEZA GRIEGA, DESEO QUE VIVAS POR SIEMPRE! y por ello, Ale, me sumo a sumar a tu propuesta, traigo leña para mantener el calor de este lugar. Gracias porque me enseñaste a creer y sentir que un hombre puede amarme, porque en este lugar también institucional se respira amor, porque tu amor tiene tanta fuerza que pudo quebrar una historia de descalificación. Gracias. Abrazos muchos.
MAXI.

*El grupo de reflexión para varones gay funciona los jueves a las 20 hs en el barrio de Almagro y está coordinado por el lic Alejandro Viedma. Para informes e inscripción: grupodreflexgay@yahoo.com.ar, cel. 15-6165-4485.

Familias homoparentales, familias diversas

Por ALEJANDRO VIEDMA, publicado por Periódico Queer, octubre de 2009.

En los primeros años de vida de una persona es imprescindible: la salud, la educación, el aseo, la vivienda, la alimentación y un adulto responsable, es decir, que responda a sus obligaciones asumidas, acompañando a la construcción de la personalidad y la subjetividad de ese/a niño/a, ya que la indefensión humana existirá hasta que haya un Otro que venga a su encuentro, un Otro comprometido e implicado en su función de sostén.

Más allá de la orientación sexual o identidad de género de los padres, en el plano parental siempre se deberá apuntar a la protección del niño/a, a la contención que se le brinde, respetando la asimetría respecto a la edad de ese/a niño/a y de los adultos.

La función de sostén se irá construyendo, no está desde el principio. Las funciones materna y paterna se edifican más allá del sustrato biológico. El deseo de hacerse cargo de un/a niño/a surgirá mientras el adulto ofrezca parte de su narcisismo en pos de un otro, ponga montos de su libido en otro lugar, condición excluyente para poder formar parte de o fundar cualquier grupo humano, como una familia. Sólo de tal manera esos padres triunfarán, saldrán adelante aún con los obstáculos que se les presenten en lo cotidiano, desde el amor, condimento curativo, de salvataje, elemento fundamental que debe emerger e intercambiarse en una familia.

La familia no es un hecho prefijado, sino que está rearmándose constantemente en movimientos de encuentros, desencuentros e intercambios (de afectos, sexo, cuidados y otros elementos que hacen a su unión), intercambios y movimientos posibilitados por una base de estabilidad, como la instauración de la prohibición del incesto, o de mensajes que marquen ley, orden, límites, y en su interior se establecen distintos roles, posiciones, funciones que no poseen carácter de fijeza.

Modificando lo discursivo
El debate acerca de las familias no tradicionales merece tener lugar porque es abarcador de muchísimas cuestiones que atraviesan este campo. Para ello es fundamental que volvamos a apuntar a la noción de diversidad en general y en particular remarcar la diversidad en las subjetividades, en las sexualidades, en las familias, hasta en lo homoparental. Creo que es importante referirse a las "familias diversas", o a “la familia” a secas, y dejar de nominarlas desde la etiqueta de homoparentales, "nuevas", etc. (aunque al principio dichas nominaciones sirvieron y todavía están provocando la visibilidad de estos grupos), ya que si hablamos de diversidad, no precisamos rotular.

Ya es tiempo de dejar de considerar a estas familias como "diferentes", pues si entran en el universo de la diversidad, ¿diferente a qué? ¿A quién/quiénes? Además, si estamos atravesando la época de la caída de los modelos, no debiéramos proponer una situación, sujeto o grupo diferente a algo como ideal, jerarquizado. De lo contrario se seguirá pensando en torno a un modelo a reproducir y lo que se aparte de éste será algo descarrilado, adverso, diferente a ese modelo y no se tendrá en cuenta que somos diferentes pero entre sí, entre todos y todas nosotros, los seres humanos.

Marco legal y sociocultural
Lo distintivo para estas familias argentinas es la falta de un marco legal, lo cual las sitúa como ciudadanos de segunda, sello externo, y no algo intrínseco per se a dichas familias. No es algo inocente por parte de la sociedad que se las rotule de esa forma, una cosa es que se las tilde de diferentes y por eso se las des-enmarque legalmente, sólo visibilizando a estas “otras” familias para apartarlas, como la contra cara de la “normalidad”, y otra sería tomarlas como una entidad más en un grupo amplio, lo que equivaldría a no discriminarlas, a ampliar estos microcosmos para que socio/legal/culturalmente se fundan en el cosmos de la totalidad de las incontables familias.

En el 2009 en la Argentina el matrimonio entre personas del mismo sexo aún no está legalizado, lo cual implica que una pareja de lesbianas o de gays no pueda adoptar, y con este panorama no se tiene en cuenta que desde el campo jurídico se debe tutelar a las personas, sobre todo a los menores.

Las organizaciones familiares emergentes desafían, al visibilizarse y luchar por los mismos derechos para todas y todos, a la heteronormatividad ordenadora e impuesta, con vínculos endogámicos. Al haber una falta de ajuste con las realidades del presente, se brega por la deconstrucción de un modelo familiar único y obligatorio.

Un párrafo aparte merece la noticia que recibimos el mes pasado de nuestros vecinos uruguayos: el Senado aprobó la ley de adopciones que contempla que las parejas homosexuales unidas civilmente puedan adoptar, así Uruguay se convirtió en el primer país latinoamericano en aprobar una ley que iguala las condiciones para la adopción.

El terapeuta ante estas demandas diversas
Las configuraciones familiares diversas, estos lazos que se construyen en grupos conformados por dos mamás, dos papás, madres transgénero, madre o padre soltera/o lesbiana o gay, etc., nos hacen a los analistas reformular ciertas teorías y conceptos provenientes del psicoanálisis.

Lo principal para que un niño se desarrolle de manera sana es que reciba amor y estabilidad; ser madre o padre implica tener la capacidad de brindar afecto y educación. Por otro lado, tener una orientación sexual hetero no es una condición sine qua non para ser una buena madre o un buen padre, puesto que el funcionamiento saludable de las familias dependerá de las dinámicas que se establezcan en sus interiores y no de las estructuras de las mismas.

Lo que el terapeuta debería interrogar es qué lleva a cada sujeto –padre o futuro padre- al deseo de un hijo y cómo será alojado este último. El sexo biológico y la directa asociación a ciertas conductas de género no tendrían que ser parámetros para mensurar cuán buena es una persona como madre o padre, y sí su idoneidad por ejemplo para la adopción, lo cual conlleva capacidades y estilos adecuados, como la comunicación y las normas.

Siguiendo los lineamientos de Freud y Lacan, considero que los analistas no debemos retroceder ante la subjetividad de nuestra época y quien no trate de entenderla tendría que pensar en dedicarse a otra cosa, debería renunciar a atender a estas demandas si su rigidez está signada por un ideal de familia a alcanzar. Las familias diversas nos brindan a los profesionales de la salud mental mucho material, nos presentan desafíos. Lo contrario a abandonar antes de empezar es trabajar como lo hacemos en Puerta Abierta a la diversidad: posicionándonos como analistas del caso por caso, trabajando primeramente nuestros propios prejuicios, combatiendo miedos, mitos, (in) formándonos constantemente, leyendo estudios y casos, interactuando con otros profesionales (abogados, docentes, etc.) de distintas disciplinas involucradas, para poder alojar correctamente a esos discursos, a esas historias.

Para concluir, tomo el hacerse cargo amorosamente de un otro como un acto ético, un acto de amor, porque amar es responder sin salirse de uno, sin desdibujarse, pero priorizando al otro. Esto implica una buena función de sostén y de paternidad: al niño/a se lo/a debe respetar en sus elecciones y tiempos, acompañarlo/a, escucharlo/a y contestarle lo que pregunta, responderle algo, que no es lo mismo que cualquier cosa, responder, en fin, con mucho más que palabras.

¿Dónde están las familias homoparentales argentinas?

por ALEJANDRO VIEDMA Preguntas y consideraciones alrededor de las no imágenes de las familias homoparentales argentinas en los medios de comunicación locales.
Publicado por AGMagazine el 21-09-2009

Una gran noticia hemos recibido el pasado 9 de setiembre de nuestros hermanos uruguayos: el Senado del país vecino sancionó la ley que autoriza a las parejas -cualquiera sea el género de las personas que la conforman- bajo “unión concubinaria” a solicitar la adopción de una niña o un niño.

He leído y visto un resumen positivo en los medios de comunicación argentinos, si bien con diferencias en cómo tratan el suceso vanguardista para Latinoamérica, y casualmente la noche anterior a enterarme de aquella noticia había empezado a escribir estas líneas sobre la invisibilización en los medios de comunicación nacionales de las familias homoparentales autóctonas.

¿Hay acaso caras visibles de parejas de mujeres u hombres con su(s) hijo(s) en nuestros canales de televisión? ¿Se editan en los diarios y en las revistas fotografías sin cuidar el anonimato de los involucrados de estas familias? De hecho, las pocas que se conocen en la gráfica, son fotos importadas. Sólo a modo de excepción vemos una imagen de madres lesbianas compatriotas con su niño/a. ¿Será justamente para proteger a los miembros de esa familia? ¿Será peligroso mostrarlos? ¿Para quién(es)? He aquí mis primeros interrogantes en construcción...

Por otra parte, en el caso de que en la Argentina se apruebe la ley de adopción para parejas homosexuales, ¿qué dirá la familia típica argenta mirando la tv? O sea, cuando el público general mira en los noticieros por ejemplo los informes que retratan un hecho de adopción por parte de un matrimonio heterosexual o de una persona soltera, se refieren a "los hijos del corazón"=hecho amoroso=acto de amor=emoción en los televidentes. Pero cuando esto sea una realidad legalizada para las lesbianas y los gays argentinos, ¿se hablará también de "hijos del corazón" o de “pobres pibes”?, y ¿se seguirá usando el término "degenerados" para referirse a esos padres o se los considerará seres responsables como tantos otros adoptantes?

Además, ¿qué diferencias surgirán frente a las imágenes de dos madres o de dos padres?; porque creo que inquieta mucho más el caso de una pareja conformada por dos varones, pues aún continúa el prejuicio, entre otras ideas erróneas que circulan, de abusos que podrían cometer los gays adultos hacia los niños.

En el imaginario social las mujeres son las personas a las que se les adjudica un instinto maternal natural, por lo cual me parece que es más aceptable la imagen de una pareja lésbica con niños, incluso pareciera que una persona que no haya nacido biológicamente mujer pero tenga una identidad de género femenina, sería mejor recibida por la sociedad en su rol de madre.

Como escribió Eva Giberti, refiriéndose a la transexual Mariela Muñoz, en un número especial de setiembre de 1993 de la revista Actualidad Psicológica:

“… lo que resulta explícito es la intervención quirúrgica que remite a una ablación de sus genitales masculinos. ¿Qué podría sentir y pensar la comunidad frente a quien decide desprenderse de algo tan valorizado, idealizado, sacralizado por una cultura patriarcal? (…) Difícilmente contaría con la simpatía hacia quien elige no-tener, desprenderse de algo que se supone sistemáticamente envidiado, tanto en lo anatómico cuanto en las simbólicas que puedan acompañarlo, instituirlo, definirlo, sostenerlo…”. Continúa: “… Quizás los mitos e idealizaciones respecto de lo materno –también paradigmáticos de las sociedades patriarcales- hayan logrado mayor vigencia que el espanto que la castración produce. O sea, que mitos e idealizaciones acerca de la maternidad hayan resultado más relevantes para la comunidad encuestada que el desprendimiento voluntario de los genitales que identificaban como sujeto masculino a Mariela Muñoz. Como si fuera posible olvidarse, perdonarle, omitir su locura aberrante e incomprensible (así caracterizada por quienes no lograban imaginar la posibilidad de una amputación de esa índole) en aras de una maternidad espectacularmente mostrada y defendida por su protagonista. Es decir, la maternidad (amor a los hijos), todo lo explica, todo lo justifica; aunque provenga de un varón…”.

Entonces, siempre correremos el riesgo de biologizar la cuestión, riesgo en el que caeremos si no consideramos que el género y las funciones de maternidad y paternidad se construyen más allá del sustrato biológico.

Pensaba en estas cuestiones de la prensa porque estamos cansados de leer, escuchar y repetir que estas familias son una realidad, que no son nuevas, pero en nuestro país no se las difunde. La frase "lo que no se nombra no existe" bien podría homologarse a "lo que no se muestra no existe", por lo menos para la masividad, y por algo no se visibiliza a estas familias, no se trata de un hecho inocente mantenerlas en el anonimato.

¿Qué hay que esconder? ¿Cuál y para quién(es) es el riesgo de difundir imágenes, fotos, videos, palabras, testimonios de estos grupos familiares que se fundirían en la aclamada –pero muchas veces no aceptada- diversidad?

Que parejas lésbicas o gays puedan criar a sus hijos no es tomado como un hecho positivo en el imaginario de la gente, pese a los titulares y encuestas a favor que aparecen en los diarios y portales online. También tendrá que ver con las subjetividades de los periodistas, editores y difusores de información, sujetos que no dejan de ser catalizadores de las representaciones sociales de la homoparentalidad y, sobre todo, de las leyes a dictarse que puedan proteger a todos los integrantes de estas familias.

En el mejor de los casos, he escuchado la frase “que dos varones o dos mujeres tengan hijos es preferible a que estos niños estén en la calle o en orfanatos”, tal vez ¿consideraciones que apuntan a evitar un mal mayor?

Si nadie nace sabiendo ser padre, menos aún esto sucede con las familias homoparentales, que no tienen espejos de pares, de modelos positivos para aprender en el recorrido de la crianza de sus hijos/as. La ausencia de modelos distintos a la familia tradicional podría actuar como barrera para los sujetos gays y lesbianas que tienen el proyecto de ser padres/madres.

Leo Bersani en ¿El recto es una tumba?, editado por Edelp en 1999 en Córdoba, dice: “…como Stuart Hall sostiene, una representación es algo distinto de un mero reflejo: “Esto implica el trabajo activo de selección y presentación, de estructuración y configuración: no simplemente la transmisión de un sentido ya existente, sino la labor más activa de hacer que las cosas signifiquen”. La televisión no hace la familia, pero le da cierto sentido a la familia. O sea, ella hace una fuerte distinción entre la familia como unidad biológica y la familia como entidad cultural, y lo hace al enseñarnos los atributos y las actitudes a través de los cuales las personas que pensaban estar ya en el interior de una verdadera familia recién comienzan a sentirse como miembros de una. El gran poder de los medios, y especialmente de la televisión, es, como Watney escribe, “su capacidad de manufacturar la subjetividad misma” e imponer así una forma a la identidad. El “gran público” es a la vez una construcción ideológica y una prescripción moral. Además, la definición de la familia como identidad es, esencialmente, un proceso de exclusión, y el producto cultural no tiene ninguna obligación de coincidir exactamente con su referente natural”.

De tal manera, observar y oír en televisión a autóctonas familias homoparentales posibilitará a los televidentes considerar tangible a ese lazo afectivo, saber que hay una posibilidad real de paternidad por ejemplo para dos varones. También puede encender el deseo de lesbianas y gays de ser padres, darse cuenta que su sueño puede realizarse y a partir de allí decidirse a llevarlo adelante, acto obstaculizado si no se emiten imágenes de una pareja homosexual constituida y duradera en el tiempo con sus hijos.

Si bien sabemos que la diversidad adquirirá su verdadero significado mientras se acepte la diversidad del otro, a dicha diversidad debe conocérsela, vérsela, escuchársela y no obturarla o esconderla.

Para finalizar, creo que no obstante no se refleja en los medios argentinos a compatriotas lesbianas o gays madres o padres, se están llevando a cabo acciones concretas de parte de militantes y algunos políticos que buscan que el hecho vanguardista ocurrido en Uruguay tenga un efecto dominó en nuestra nación y en los demás países latinoamericanos, sobre todo en pos de los derechos del niño a tener una familia y los de los padres a afianzar su deseo de felicidad realizado, cuestiones que se plasmarán en la calidad de vida, en la salud de todos los integrantes de estas familias.

Interrogantes, fantasías, mitos, miedos y deseos de gays por ponerse en pareja.


Por ALEJANDRO VIEDMA. Te presento a mi marido… ¿Qué hay detrás de la carrera por estar en pareja? ¡Y mostrarlo!
Más de una vez hemos oído a algún gay decir “él es mi marido” cuando nos estaba presentando a la persona que había conocido tres días antes. Nominar a ese partenaire de tal manera, ¿es acaso un intento de certificar un vínculo fuerte para los demás? ¿Será una fantasía de revancha ante los “sexos express” vividos previamente? ¿Actúa como necesidad imperiosa de pegarse a otro? ¿Es un modo de retener al otro porque con anterioridad se vivenció no ser aceptado, haber sido dejado, echado? ¿Significa quizá un modo de copiar el modelo hetero tradicional? ¿Operará como mecanismo defensivo contra la soledad? Como siempre digo, cada caso es singular y detrás de cada persona puede existir una, ninguna o varias respuestas afirmativas –o negativas- a estas preguntas.
Considero que los medios de comunicación instalan imágenes y nomenclaturas discursivas que son mejor recibidas por la sociedad en general, ejemplo de ello resultaron las transmisiones que tomaron el festejo de la unión civil de Piazza y su pareja y la celebración de Flor de la V con su compañero Pablo, donde dichos eventos formaron parte de “las bodas de 2008”. Todavía siguen repercutiendo, sobre todo en la tv, tales sucesos que son mencionados como casamientos y se nombra a Pablo y a Walter como maridos de Florencia y de Roberto, respectivamente.
En los grupos de reflexión para varones gay que coordino hemos tocado este tema y las opiniones, por suerte, fueron diversas. Algunos estiman que estos hechos mediáticos son como circos que no sirven para nada, otros, que visibilizan otros vínculos existentes.
Además, desde mi experiencia en la clínica psicoanalítica he escuchado que gracias a la repercusión que estos festejos tuvieron, algunos pacientes gay y lesbianas por lo menos habían podido empezar a hablar del tema con sus familias. Es decir, las personas que conviven con estos/estas analizantes –padres, hermanos, etc.- comenzaron a expresarse y los sujetos con una orientación homosexual supieron explícitamente lo que pensaba su gente cercana, pudiendo así tener la posibilidad de replicar o apoyar aquellas palabras en sus casas.
Tomando a la persona gay no expuesta públicamente, tal vez su necesidad de estar en pareja tenga que ver con que ese vínculo formalizado es socialmente más aceptado que estando solo o “picoteando” de aquí para allá, lo cual es tildado como promiscuidad. En el imaginario colectivo el varón gay “soltero” es sinónimo de fiesta, de reviente sexual, de irresponsabilidad.
También se puede reflexionar acerca de lo opuesto: que la existencia de ese estereotipo del gay –el que no tiene compromiso- provoca que no se desestabilice, que no se ponga en jaque la institución matrimonial.
Aunque el amor sea universal, hay distintos tipos de relaciones y formas de armar vínculos, como el de dos personas del mismo sexo, una categoría de pareja diferente (por ende criticada y boicoteada) a la heterosexual y por tal motivo muchas veces a dicha unión sólo se la vive privadamente, lo que contradiría a la frase de Benedetti “y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
Aquí entran los mandatos sociales y los temores ajenos y propios en juego: “si sos gay terminarás solo” no deja de resonar constantemente en alguien que quiere desafiar al maleficio y apostar a construir algo de a dos, a veces sin conocerse/lo suficientemente, o a cualquier precio.
Si es que se encuentra a tal compañero a veces se sigue el otro mandato: no mostrarlo, que se permita la pareja, pero sólo en la intimidad, lo cual dificulta luego que se luche por los mismos derechos, por ejemplo en el área laboral.
Tanto se pone en la búsqueda de la pareja que una ruptura puede ser sentida como un total fracaso, sin tener en cuenta que fue una experiencia más.
Y retorna el sentimiento de soledad, o el horror frente a su próxima llegada, y para evitarla uno mismo, casi sin pausa o sin elaborar el duelo, se pone el imperativo de estar nuevamente con alguien, aunque sea un ratito, o con varios, como si en el hecho de rodearse de muchos se hallaría la certeza de no sentirse más solo. La soledad es estructuralmente humana, y generalmente una persona va detrás de un ideal y se empeña en tener una pareja rápidamente siguiendo un mandato sociocultural, no obstante la pareja no cura todos los males, sí en muchos casos alivia, ayuda, pero no lo es todo. Primero se tiene que estar bien con uno mismo, sentirse preparado, valorado uno para proyectar algo de a dos (o más).
Si hay tantas historias de vida como individuos, también hay tantas significaciones inconscientes y conscientes subjetivas y singulares como para armar lazo con el otro. Tal vez el mito de la felicidad alcanzada sólo estando en pareja sostenga que no exclusivamente lesbianas y gays la busquen, sino que cualquier ser humano la desee. O desee simplemente que el otro lo vea a uno acompañado…

Los (otros) clósets

Por ALEJANDRO VIEDMA | Reflexiones acerca de distintos modos de armar placares y las subjetivas salidas de los mismos. Publicado por agmagazine.info el 12 de mayo de 2009.

Del concepto al objeto
Al concepto CLÓSET lo entiendo como nuclear, ordenador y/o catalizador de cientos de temas porque conecta, motoriza y se relaciona con muchísimas nociones como las de la (homo) sexualidad, las represiones (internas y externas) sufridas, las creencias (religiosas, culturales, científicas, políticas), los sentimientos (amorosos, temerosos, angustiosos) aflorados en el ser humano, las dinámicas establecidas dentro de las familias, etc., etc.
Tomo al clóset como un dispositivo, un andamiaje, un aparato sociocultural que es a la vez grupal e individual, y por tener estas características agrupa a otras, como la masividad y la unicidad.
El placard puede adoptar distintas formas, o tal vez sería más adecuado nombrar a los muebles en plural, y por lo antedicho en el párrafo precedente, también puede ser nominado en singular si no dejamos de tener en cuenta que hay tantos clósets como seres humanos que los crean.
Como factor universal, podemos observar que cualquier armario puede hacer las veces de tegumento, de piel, de elemento envolvente y aislante que cobija del mundo exterior y a la vez nunca proscribe la comunicación con el mismo, es decir, siempre que hablemos del clóset tendremos que tener en cuenta que dicha abstracción conlleva la relación, la retroalimentación permanente entre un continente y un contenido.
Entonces, los territorios lindantes estarán divididos por marcos, puertas, materiales diversos como hierro, madera, plástico que pueden actuar como metonimias de lo fronterizo, de los filtros, de lo que el sujeto -que no puede asumir abierta y/o públicamente su orientación sexual- monta en la escena ante un otro: las (no) palabras, las mentiras, los pudores, los remordimientos, las sensaciones de estar atrapado y/o desamparado, el dolor, la bronca por los reproches recibidos posteriormente, entre muchos otros componentes presentes más.
Otro objeto hallable dentro de un placard sería la naftalina, que tiene como finalidad mantener la ropa sin que sea apolillada o, podríamos pensar, para que el sujeto pueda tornarse fuerte, para que exprese su ser en su totalidad, que no luzca con agujeros, debilidades ante los demás “invasores” y pueda ser útil para cuando decida cruzar ese límite, cuando se disponga a dar el/los paso/s subsiguientes.
Roperos distintos, la misma lógica
Si bien casi toda lesbiana y casi todo gay transcurre en su vida por la situación de “enclosetamiento”, no tiene la exclusividad, la única venia para la construcción del placard, es decir, cualquier ser humano puede estar en este estado por equis motivo. El clóset de las lesbianas y los gays es particular, con especificidades, sin embargo, ciertas características también pueden encontrarse en otros sujetos que pueden ser heterosexuales, o sea, establecerse en un clóset va más allá de la orientación sexual o de la identidad de género de la persona encajonada, ya que ese sujeto se interna dentro de un locker, casillero, recoveco o como quiera llamárselo porque a ese rincón lo concibe como una autoprotección, lo funda como mecanismo de defensa.
Actualmente, donde en la Argentina convivimos a diario con el problema de la inseguridad, es pertinente acudir a alegorías: el clóset como símil de la acción de autoblindarse, enfundarse en un chaleco antibalas, manejar y trasladarse en un automóvil con los vidrios polarizados, donde la persona puede observar gran parte de lo que lo rodea mas impide que los otros se adentren en su interior, que lo hieran.
Es en este sentido que puedo pensar en otros clósets, y a modo de ilustración puedo enumerar: el caso de una persona que tiene una relación con un/a amante hace muchos años y vive dicho vínculo escondiéndolo, sin libertad alguna; o el de un sujeto que padece una enfermedad –aquí se puede pensar en un trastorno alimentario, como la bulimia o la anorexia-, y la sufre solo, sin comentárselo a nadie; o el de alguien que es presa de la violencia doméstica, violencia naturalizada desde hace años en el interior de su pareja o su familia, sobre todo en los casos de violencia de género -cuando la mujer no puede hacer otra cosa que mentir, negar o esconder los golpes o al violento porque vive amenazada-; o el de un sujeto a quien le cuesta muchísimo superar una adicción; o el de una persona –sobre todo menor de edad- que ha sufrido o está sufriendo reiterados abusos sexuales. En los casos anteriormente citados y en muchos otros, generalmente se instala el miedo a “hacerle mal al otro” (por ejemplo una mujer golpeada si compartiera su infierno con su madre o con alguna hermana o amiga) si se lo contara, o se vive asustado por el rechazo y por la consecuente condena social, por ende el secreto permanece gelificado en la propia soledad.
Otro ejemplo lo puede constituir algún tipo de emigración ilegal del país de origen. Hace un par de años escuché en la voz de Julieta Venegas una canción que directamente me llevó a imaginarme el clóset, se trataba de “La jaula de oro”, tema popularizado por el grupo Los tigres del Norte. El texto es un testimonio sobre la emigración mexicana, y en más de una oportunidad la Venegas en vivo le dedicó dicha pieza a todos los paisanos que se encuentran en los Estados Unidos. Abajo “pego” la letra de esta canción:
La jaula de oro
Aquí estoy establecido
en los Estado Unidos
diez años pasaron ya.
En que crucé de mojado
papeles no he arreglado
sigo siendo un ilegal.
Tengo mi esposa y mis hijos
que me los traje muy chicos
y se han olvidado ya.
De mi México querido
del que yo nunca me olvido
y no puedo regresar.
De qué me sirve el dinero
si estoy como prisionero
dentro de esta gran nación.
Cuando me acuerdo hasta lloro
que aunque la jaula sea de oro
no deja de ser prisión.
Mis hijos no hablan conmigo
otro idioma han aprendido
y olvidado el español.
Piensan como americanos
niegan que son mexicanos
aunque tengan mi color.
De mi trabajo a mi casa
yo no se lo que me pasa
que aunque soy hombre de hogar.
Casi no salgo a la calle
pues tengo miedo que me hallen
y me puedan deportar
La situación descrita es clara: uno se establece en un lugar donde pasa años, por lo cual luego cuesta salir o correrse de allí. Dicho sitio puede en un momento ofrecer una especie de confort, de peligrosa o (auto) engañosa comodidad, ya que uno necesariamente se convierte en un presidiario en tal circunstancia, pues el silencio, la incomunicación, lo vergonzoso para uno (y para los demás) y la negación provocan angustia, porque hasta los seres queridos y cercanos se vuelven extraños y uno se vuelve ajeno para ellos.
Pareciera como si ese sujeto, en el tratar de olvidarse, escapar o de “hacerse el distraído de la realidad”, se volviese un automatón, una máquina repetitiva porque sólo se dedicaría a caminar por los senderos del “deber ser”, de las obligaciones y de esos temores aparecidos –miedo a que los demás lo rechacen, lo “destierren” si se expusiera tal cual o como es, si tomara las calles- por no cumplir con las exigencias del otro; a posteriori dichas exigencias se interiorizan y se potencian en el sujeto tapado con la consecuencia de ir perdiendo día a día su propia identidad, su “legalidad subjetiva”, situación que puede provocarle –si llegara a estancarse en esa localidad pantanosa por mucho tiempo- un aplastamiento subjetivo.
Mientras un sujeto se envuelva con esa especie de ataúd, de “sobretodo de madera”, se irá objetalizando, quedará cosificado, mimetizado con ese armario, y en un traspaso constante de mixturas que se simbiotizan, ese mueble se irá humanizando porque irá formando parte de esa persona, convirtiéndose en su cascarón.
En el caso de la persona gay o lesbiana que fabrica un clóset, lo hace porque se siente acechada por las miradas que no avalan su modo de vivir su sexualidad y los chismes diseminados se vuelven amenazantes en los oídos de dicha persona.
Lo siniestro, lo ominoso para Freud
Recuerdo haber leído –en los ´90, cuando era estudiante de la carrera de Psicología- Unheimlich (Freud, 1919), que se tradujo como “Lo siniestro, lo ominoso”, pero el año pasado asistí a una clase especial en un posgrado que realicé y mientras escuchaba a la colega oradora, todo el tiempo me invitaba a pensar en el clóset, ropero, placard, ya que en ese texto el padre del psicoanálisis refiere que se produce, en la situación que describe en dichas páginas (invito a los lectores a que busquen y hojeen ese artículo, caso contrario y si reprodujera aquí el mismo, este sería mucho más extenso y tal vez menos entendible), al mismo tiempo la vivencia de sentimientos aparentemente contrarios: lo familiar/hogareño/conocido/entrañable combinado con lo angustioso e intolerable por lo oculto, lo secreto, lo no develado que sale a la luz, como en ese proceso del coming out.
Lo siniestro, lo ominoso, aparece así como aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a “lo familiar”, pero que deviene en “no familiar”, aquello que es familiar y desconocido a la vez. Además, se da la falta de un límite preciso entre los objetos animados e inanimados, y hay un sentido de atemporalidad y de sorpresa, de extrañeza a la vez. Se trata de algo propio que al mismo tiempo es ajeno, lo que me remite al concepto de extimidad, porque hay algo que es interno y externo simultáneamente, como la banda de moebius.
También me interesó lo de la doble función que describe Freud: que no se vea y que sirva de pantalla, y lo conecto con la vivencia de cuando los gays y las lesbianas son tapados o intentan construir mascaradas para que los demás “no sepan” sobre su orientación sexual.

En cuanto a lo siniestro y el armario, lo oculto remitiría a la calavera que yace en el clóset, pero que todos la tienen, de tal manera, lo siniestro se produciría por el encuentro con eso que no debió salir a la luz subjetivamente y es algo instantáneo.
Cuando para cualquier sujeto se vuelve real el encuentro con la sexualidad, ¿hay algo allí que se vivifica como siniestro? Me parece más del orden del velo, en el sentido del arte, el velo que cubre la calavera social que todos ocultamos, el velo como semblante, como máscara.
Tal vez para el Otro social, el hecho de que alguien salga del placard, se lo viva como un momento de despersonalización que puede ser sentido como siniestro, como un doble que no se reconoce.
El acto de decir soy lo que soy
¿De qué está hablando una persona cuando exclama “soy gay”?
El coming out of the closet, el proceso de abrir el placard e ir saliendo del mismo, es un acto que va poniendo de manifiesto lo implícito, lo oculto, el silencio, el disimule.
A dicho proceso lo tomo como un acto ético porque el que despliega la enunciación se transforma en un sujeto que se responsabiliza por lo que ya no calla; hay un antes y un después de esas palabras expresadas, una manifestación visagra donde la posición subjetiva ya no será la misma. Es como cruzar el Rubicón, que le significó al César un cambio en su/la historia.
Los minutos previos a la emisión de las primeras palabras suelen ser los más difíciles de transcurrir para la persona que seguidamente va a decir, por ejemplo: “pa, ma, tengo que hablar con ustedes, necesito decirles algo”.
Ese algo –que no es poco- que se pronuncia en general trae aparejado costes psíquicos y físicos, porque cuando por ejemplo los padres no aprueban la homosexualidad de su hijo/a, este/a último/a en primer lugar sufre un descenso en su autoestima.
Por otra parte, tal circunstancia le aporta a la lesbiana o al gay una capacidad de resiliencia, de volver del salto, de hacerse más fuerte en el reponerse, recuperarse ante la adversidad.
El sujeto que necesita decir que es gay lo hace porque asume una identidad, identidad también sostenida por lo grupal, por un colectivo específico que siente y se expresa de una manera similar –aunque con diferencias-, compartiendo códigos y vivencias comunes. Es un ser que se construye también vía discursiva, en un contexto socializador.
Lo que hay que destacar es que decirlo siempre debe partir de una decisión personal y no de una obligación o presión externa. Todo sujeto es propietario de su vida (en general) y de ejercer y hablar con libertad, si así lo desea, sobre su sexualidad (en particular).
¿El regreso del “muerto vivo”?
Si la entrada en el placard y la permanencia en el mismo nos lleva a la frase “todos tenemos un muerto en el ropero”, el coming out of the closet sería homologable a cuando ese muerto revive o ya no se lo esconde más. ¿Cómo? Vamos por partes, cajón por cajón, estante por estante, percha por percha…
Al placard, como he dicho, en un primer momento se lo siente como un lugar con confort, no obstante al mismo tiempo ese ascensor atascado hace que se vaya pudriendo “eso sin vida” que está en su interior, mudo, inamovible, pero que produce efectos.
Al muerto, al asesinado se lo guarda en el clóset o se lo entierra, muchas veces, en el fondo de la casa, pero si pensamos que lo específico de una lesbiana o de un gay en una etapa de su vida es guardar, ocultar o tratar de aniquilar sus propias pulsiones (por “el qué dirán”), su condición afectivo-sexual, podemos decir que estos sujetos lo hacían porque se los consideraba criminales, como seres abominables a ejecutar. Históricamente se tildó –y aún en varios países de este planeta se sigue tomando- a los actos homosexuales como crímenes, y se los ha ordenado en la categoría de psicopatológicos, perversos desde la ciencia, la disciplina, el derecho, la religión.
Entonces, se destina las cuestiones sexuales a lo más íntimo de lo privado, y la intimidad en una casa generalmente yace en la habitación, por lo que lo más íntimo se guarda, se lo protege más que a otras cosas en el ropero. ¿No son acaso los ladrones los que van directo a ese lugar, porque el mismo es una suerte de refugio, escondite para otros objetos de valor, como el dinero y las joyas?
Por lo tanto, según cada singularidad y las particularidades de la represión de cada quien, habrá diferentes construcciones de armarios: habitan encastrados, grandes, chicos, con varias puertas, con una sola, de diferentes estilos como modernos, antiguos o coloridos, pero también existe una mano de obra común hasta para preparar las salidas de aquellos: la designada por la comunidad en general y el colectivo LGBT en particular, porque asumir una sexualidad disidente, distinta a la heteronormativa, es de alguna manera aceptar que se está o se pasó por un enclosetamiento, ya que no se puede salir de un lugar de donde previamente uno no entró.
Las voces que animan a otras gargantas
Cuando alguien habla, en simultáneo habilita a otro a que lo haga. Ese acto genera más actos, más sujetos se animan a hablar porque la palabra cobra vida: el muerto revive.
Eso me dirige a la cita bíblica “Lázaro, levántate y anda”, ya que hablar es andar-diciendo, sólo que Lázaro no se autonominó en ese acto, contrariamente, el que da la "orden" de ponerse de pie y caminar –de que pueda expresarlo- al gay o a la lesbiana es él/ella mismo/a y ningún Jesús ni voz externa, sino la interna, la propia, el alma de cada quien, su propia determinación.
La salida del clóset es como autodeclararse inocente o al menos no culpable por ser gay, en tanto que lo que parecía muriéndose dentro del sujeto renace y mejora, se transforma porque en un paso previo hubo un giro tremendo en la cosmovisión interna del sujeto, que había internalizado la homofobia. Con esto quiero significar que anteriormente a su salida pública, el sujeto se autoacepta en soledad.
Porque a ese sujeto ya se le hizo insoportable portar un falso self, yo falso izado a medida que su placard iba paseando por los umbrales del nudo borromeo propuesto por Lacan: se pasa del ropero como instancia imaginaria y simbólica para convertirse en algo real, connotado desde lo material, material que hasta puede fragmentarse, sin perder sus otros dos registros.
En algún punto, los que quisieron y pudieron salir del clóset lo hicieron porque han roto el cerrojo de la naturalización del ahogo y en tal sentido las lesbianas y los gays que caminaron, hablaron, se asumieron al fin, pudieron hacer algo distinto a lo que los otros quisieron predestinarlos –incluso cuando los demás quieren que uno calle y vuelva al armario-, y lograron instalar algo del orden de un cambio.
Además, sin desearlo o habiéndolo querido han actuado políticamente, porque es toda una actitud y una cuestión política generar un cambio en uno y en los otros, animar, vitalizar a muertos ajenos también, despertar conciencias. Se convida al semejante a esquivar la condena y simultáneamente también se lo declara inocente antes de que haya un esqueleto.
Es por tal cuestión que el muerto no se terminó de duelar, porque no se trata de algo mórbido real, tal vez nunca llegó a agonizar, a estar en coma porque tomó otro camino y sorpresivamente pudo mejorar notablemente e inyectar, contagiar de salud y de vida a las partes oscuras y reprimidas de los cuerpos, las mentes y los seres vecinos.
Todas las aberturas, los pasos para la salida del placard ayudaron a dar otros pasos. Las salidas de los clósets de los gays y las lesbianas han provocado, entre muchos logros, que nuestra nación junto con otros sesenta y cinco países en diciembre de 2008 en el Organismo de las Naciones Unidas (ONU) votara a favor de un texto que llama a despenalizar la homosexualidad en nuestro planeta.
Incluso las salidas de los clósets hacen que los demás salgan de otros clósets que no tengan que ver –o sí- con la sexualidad. Quizás, y por otro lado, estimado lector, la previa salida del clóset de un ser cercano a ti, sobre algún tema o cuestión personal, te ha permitido hacer tu propio camino de visibilidad…
Porque aunque Benedicto XVI se empeñe en lo contrario, hay algo del orden de la inevitabilidad: los cambios sociales son inevitables, es inevitable que no se den, que no muten las realidades en un mundo pleno de configuraciones inevitablemente diversas y visibles.