Por ALEJANDRO VIEDMA. Te presento a mi marido… ¿Qué hay detrás de la carrera por estar en pareja? ¡Y mostrarlo!
Más de una vez hemos oído a algún gay decir “él es mi marido” cuando nos estaba presentando a la persona que había conocido tres días antes. Nominar a ese partenaire de tal manera, ¿es acaso un intento de certificar un vínculo fuerte para los demás? ¿Será una fantasía de revancha ante los “sexos express” vividos previamente? ¿Actúa como necesidad imperiosa de pegarse a otro? ¿Es un modo de retener al otro porque con anterioridad se vivenció no ser aceptado, haber sido dejado, echado? ¿Significa quizá un modo de copiar el modelo hetero tradicional? ¿Operará como mecanismo defensivo contra la soledad? Como siempre digo, cada caso es singular y detrás de cada persona puede existir una, ninguna o varias respuestas afirmativas –o negativas- a estas preguntas.
Considero que los medios de comunicación instalan imágenes y nomenclaturas discursivas que son mejor recibidas por la sociedad en general, ejemplo de ello resultaron las transmisiones que tomaron el festejo de la unión civil de Piazza y su pareja y la celebración de Flor de la V con su compañero Pablo, donde dichos eventos formaron parte de “las bodas de 2008”. Todavía siguen repercutiendo, sobre todo en la tv, tales sucesos que son mencionados como casamientos y se nombra a Pablo y a Walter como maridos de Florencia y de Roberto, respectivamente.
En los grupos de reflexión para varones gay que coordino hemos tocado este tema y las opiniones, por suerte, fueron diversas. Algunos estiman que estos hechos mediáticos son como circos que no sirven para nada, otros, que visibilizan otros vínculos existentes.
Además, desde mi experiencia en la clínica psicoanalítica he escuchado que gracias a la repercusión que estos festejos tuvieron, algunos pacientes gay y lesbianas por lo menos habían podido empezar a hablar del tema con sus familias. Es decir, las personas que conviven con estos/estas analizantes –padres, hermanos, etc.- comenzaron a expresarse y los sujetos con una orientación homosexual supieron explícitamente lo que pensaba su gente cercana, pudiendo así tener la posibilidad de replicar o apoyar aquellas palabras en sus casas.
Tomando a la persona gay no expuesta públicamente, tal vez su necesidad de estar en pareja tenga que ver con que ese vínculo formalizado es socialmente más aceptado que estando solo o “picoteando” de aquí para allá, lo cual es tildado como promiscuidad. En el imaginario colectivo el varón gay “soltero” es sinónimo de fiesta, de reviente sexual, de irresponsabilidad.
También se puede reflexionar acerca de lo opuesto: que la existencia de ese estereotipo del gay –el que no tiene compromiso- provoca que no se desestabilice, que no se ponga en jaque la institución matrimonial.
Aunque el amor sea universal, hay distintos tipos de relaciones y formas de armar vínculos, como el de dos personas del mismo sexo, una categoría de pareja diferente (por ende criticada y boicoteada) a la heterosexual y por tal motivo muchas veces a dicha unión sólo se la vive privadamente, lo que contradiría a la frase de Benedetti “y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
Aquí entran los mandatos sociales y los temores ajenos y propios en juego: “si sos gay terminarás solo” no deja de resonar constantemente en alguien que quiere desafiar al maleficio y apostar a construir algo de a dos, a veces sin conocerse/lo suficientemente, o a cualquier precio.
Si es que se encuentra a tal compañero a veces se sigue el otro mandato: no mostrarlo, que se permita la pareja, pero sólo en la intimidad, lo cual dificulta luego que se luche por los mismos derechos, por ejemplo en el área laboral.
Tanto se pone en la búsqueda de la pareja que una ruptura puede ser sentida como un total fracaso, sin tener en cuenta que fue una experiencia más.
Y retorna el sentimiento de soledad, o el horror frente a su próxima llegada, y para evitarla uno mismo, casi sin pausa o sin elaborar el duelo, se pone el imperativo de estar nuevamente con alguien, aunque sea un ratito, o con varios, como si en el hecho de rodearse de muchos se hallaría la certeza de no sentirse más solo. La soledad es estructuralmente humana, y generalmente una persona va detrás de un ideal y se empeña en tener una pareja rápidamente siguiendo un mandato sociocultural, no obstante la pareja no cura todos los males, sí en muchos casos alivia, ayuda, pero no lo es todo. Primero se tiene que estar bien con uno mismo, sentirse preparado, valorado uno para proyectar algo de a dos (o más).
Si hay tantas historias de vida como individuos, también hay tantas significaciones inconscientes y conscientes subjetivas y singulares como para armar lazo con el otro. Tal vez el mito de la felicidad alcanzada sólo estando en pareja sostenga que no exclusivamente lesbianas y gays la busquen, sino que cualquier ser humano la desee. O desee simplemente que el otro lo vea a uno acompañado…