Puentes

Por Diego S.


Me llamo Diego y hace dos años y medio asisto a las reuniones de reflexión y encuentros de gente gay que coordina Alejandro Viedma. Soy otro desde que me acompañan pares con los cuales enhebramos un grupo de pertenencia; el que era prejuicioso de a poco fue modificando sus pensamientos estancos, empezó a informarse y a escuchar en lo diverso. El último día de 2009 volqué unas palabras en un archivo, después se lo mandé a Alejandro y le permití que lo suba a su blog ya que para mi es un honor que él lo comparta con sus visitantes. Ahí va…

Tengo ganas de escribirles en este tiempo, como un puente entre el año que termina y el que comienza, porque como siempre digo, el grupo es muy importante para mi.

Muchas veces doy vueltas sobre el mismo lugar, percibiendo un laberinto, mientras olfateo como un perrito buscando lo que quiero. Así dando vueltas y vueltas, abrí la puerta del grupo que quiero, el que cumple múltiples funciones, algunas de ellas son la de enganchar, anudar, enlazar, transformar ideas, desarmar mitos, dando lugar a más preguntas y nuevas respuestas. Pareciera un puente donde voy y vengo, un puente porque también lleva a abrir más lugares, espacios psíquicos, o para ser más claro, te abre la cabeza. Espacios psíquicos que abarcan un nosotros, lo nuestro, sin dejar de lado los lugares propios de cada uno. Todos sabemos que estas aperturas no están separadas, son funcionales, digo, lo más propio de uno y lo más compartido del nosotros se influyen mutuamente, produciendo un yo más amplio y flexible. Muchas veces, por ejemplo, en la familia o pareja se transmite lo vivido, lo dicho del nosotros, así como en el grupo se transporta lo vivido en otros aspectos, ámbitos de la vida. De esta forma, se construyen herramientas para seguir avanzando, conectándose más con uno mismo, pero siempre es con un cable que viene del otro. Herramientas que exceden la palabra, lo dicho, otro volante si se puede llamarlo así, otra manera de manejarse, ya no de una manera recta, rígida donde solo aparece lo blanco o lo negro, sino haciendo curvas, piruetas, apareciendo así otros matices, alternativas, como un pincel cuyos movimientos hacen aparecer otros paisajes, ya con la diversidad puesta en juego.


Hablando de influencias, conexiones y cambios, mi poca memoria “efecto de mi represión” (me dijo mi analista), hace no recordar estar en un clóset sólido, porque siempre fui un puto sólido visible, creo que hasta mis traumas están visibles. Sí recuerdo de mi burbuja sostenida por miedos, fobias, prejuicios. Por suerte la burbuja no es densa, ustedes la pincharon y la siguen pinchando, así se desvanece, dando cuenta que no todos somos iguales, pero me parece que el puente, de distintas formas, lo pasamos todos. De los mitos, los miedos, las fobias, los rechazos, en el fondo hacia nosotros mismos, hacia otra mirada que blanquea, ilumina, sorprende. Pienso al grupo como un puente, que nos lleva de una punta a la otra, hacia esos otros espacios.

Ale, aparte de que en lo personal me ayuda en cantidades y calidades, pinchando burbujas extras, es el disparador de todo esto, conjugando el aprendizaje con el amor, regulando todo el circuito, la dinámica grupal. La sensación de cariño y de seguridad que irradia hace que se mantengan los códigos de respeto, sobre todo cuando quizá algo no nos guste del otro. Es desde allí que crecen las raíces como algo firme, donde el puente se amarra, se cristaliza para que uno tenga donde apoyarse y poder fluir yendo y viniendo. Desde allí crecen también las alas, que permiten que siempre surja algo nuevo, decisiones y opiniones, como lo único y auténtico de cada uno.

Quizá para mí, el punto más alto y difícil pero el más avanzado es cuestionarse, mirarse en el espejo, en lugar de hacer espejo en el otro. Atravesar esa otra mirada que no es la mía pero que me engancha, el afecto que me une desde otro lugar, recibiendo algo distinto pero no incompatible, es lo que más me moviliza. La gasolina de mi motor que me motiva a apostar por más y más.

Muchos cariños, Diego.




Fotografías de Alejandro Viedma, puentes de San Antonio de Areco.