Queridos lectores, he aquí un post diferente para cerrar este año 2011 intenso y excelente. Comparto con ustedes el primer cuento que escribí y envié para participar de un concurso. Cualquier parecido de este material con mi vida real y actual, es pura coincidencia! Me brotaron estos párrafos y tuve como resultado el que me hayan premiado con el segundo puesto. Muchas gracias a Gran Concurso *CUENTO • Versailles 100 años, labocina- revistamibarrio. El miércoles 21 de diciembre me hicieron una nota y me entregaron el diploma en radio Class FM, en el programa La bocina de mi barrio, conducido por Claudio Serrentino y Luis Alberto Serres.
Y gracias muy sentidas a los que visitan, leen e interactúan en este blog por su apoyo desde hace más de cuatro años. Que tengan un gran 2012 quienes me acompañan dulce y respetuosamente! Felicidades & Love.
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“Viernes de tío y sobrino” (por Alejandro Viedma)
Sebastián tiene cuatro años y su tío Javier 38. Al adulto hace unos meses se le ocurrió algo: pasar a buscar a su sobrino por su jardín de infantes los días viernes, una idea que incluía varios objetivos. Es que ese día de la semana Javier tiene la siesta disponible para elegir con libertad hacer lo que quiera. Y su deseo pasó por conectarse más con el niño, y de paso alivianar un día la búsqueda de Sebas por su jardín de la abuela paterna.
Sebas asiste a un establecimiento escolar en el barrio de Monte Castro. Y, ¿qué tiene que ver eso con Versalles? Además de (y por) ser barrios linderos (M. Castro y Versalles), Javier atraviesa el barrio de nombre afrancesado ya que se dirige caminando al jardín desde Ciudadela, cruzando la Av. Gral. Paz. Sí, a pata va Javier, porque le gusta caminar, estar en movimiento. Cada paseo le toma unos 35 minutos, el tiempo suficiente para recordar parte de su niñez en el barrio –Versalles- que lo alojó de los ocho a los once años.
Mientras Sebas pasa sus últimos minutos de su semana “jardinera”, su tío va en dirección a Monte Castro, lo hace zigzagueando por callecitas y pasajes poco transitados, y allí es donde Javier vuelve a conectarse con la diversidad “versallesca”: los empedrados y las casas coloniales que resisten ante la llegada de lo ultra moderno, la variedad de aromas y colores por la abundancia de árboles, plantas y flores presentes, las plazas, los contrastes. El olor a jazmín predomina en dicha área, y el mismo es repartido por la brisa que recorre el cielo diáfano que aún puede ponderarse por no haber tantos ni tan altos edificios.
Entre varias zonas preferidas de Javier, se encuentra la de la plaza ubicada en Arregui y Roma, manzana tupidamente arbolada en la cual se filmó una escena magistral de la gran película argentina “Esperando la carroza”, del ya fallecido director Alejandro Doria.
Una vez arribado al jardín de Sebastián, este último no para de hablarle a su tío (sobre aviones, pececitos, carteles, perros meticulosamente observados), y allí ya no regresan a pie, sino en colectivo, que lo esperan en la Av. Lope de Vega.
El tío no toma como una obligación ir a buscar a su sobrino, pero sí como una gran responsabilidad asumida que corta el ritmo acelerado de esta cotidianidad adulta y posmoderna en la cual nadie tiene tiempo.
Es por ello que este tío ofrece algo de su tiempo para retirar a su sobrino y algunas veces llevarlo al pelotero o simplemente a jugar o a pintar. Allí Javier vuelve el tiempo atrás y añora esas tardes interminables en donde dibujaba dentro de su hogar o jugaba a la pelota, a la paleta o a la escondida con sus amiguitos vecinos en la calle Manuel Porcel de Peralta, y hoy se apena por la infancia actual de los niños que ya no viven esa esencia de barrio, sino dentro de los confines de lo virtual.
Mientras Javier trata de revalorizar el contacto humano, es coherente con su deseo y lo manifiesta con la paciencia y el cariño con que responde a los interrogantes del chico, lo alza abrazándolo para subir y bajar del colectivo, lo cuida, lo protege de los rayos solares, lo mima y también le pone límites.
Este tío promedia su día con un balance más que positivo por la misión cumplida, feliz por poder recibir la feliz inocencia de un pibe que porta ojos almendrados, con una mirada tierna, noble y fresca -que se funde con la hermosura barrial- que emociona y enorgullece a su tío.
Ya al caer la tarde y cuando Sebas se reencuentra con sus papis, el sobrino se dirige a su tío dulcemente: “¿Ya te vas tío?”. “Sí, papito”. “¿Y por qué te vas?”. “Me tengo que ir a trabajar”. Diálogo de despedida cortito, simple y llano que denota el disfrute de haber compartido de a dos…
Más info y fotos en facebook: Alejandro Viedma Psi