¿A qué se llama Diversidad Sexual? ¿Cuáles son algunos de los subtemas
derivados de tal concepto? ¿Por qué valorar esta noción tan actual? ¿En qué nos
enriquece, a los seres humanos, aceptarnos diversos? Son algunos de los
interrogantes que Alejandro Viedma planteara y le sirven de guía para
desarrollar su primera columna en 3C.
La diversidad sexual
consiste en la variedad de tipos y expresiones sexuales que existen, tanto a
nivel individual como en las relaciones con otros/as. Se trata de la abundancia
de diferencias que manifestamos los humanos –y los animales— en las sexualidades,
es como un mural construido de tipologías y preferencias sexuales que se
presenta en nuestra sociedad, y por tanto no tomo la sexualidad como derivación
de un orden natural. La diversidad sexual cuenta principalmente para su
análisis y definición con la identidad sexual y con la orientación sexual.
La identidad
corresponde a la visión que cada uno/a tiene de sí mismo/a o a la convicción
interna de lo que es. Esta identidad es construida a partir de varios aspectos:
el sexo (varón o mujer), las experiencias personales, el contexto en el que se
desarrolla cada quien, los espacios de interacción social, las costumbres y
reglas sociales, etc. Las personas no tienen una sola identidad, sino múltiples
que se entrecruzan, tales como la identidad sexual o de género, la social, la
cultural, la religiosa, la familiar, la institucional, la territorial o étnica,
entre otras.
La Identidad de
género es una experiencia individual del género de cada ser humano que puede o
no corresponder al sexo biológico que le fue asignado al nacer, incluyendo la
percepción del cuerpo y otras expresiones del género, tales como la vestimenta,
la forma de hablar y los modales. La identidad de género de una persona puede
ser femenina, masculina, transgénero o ambigua. La identidad de género está
separada de la orientación sexual de la persona, es decir, el hecho de que una
persona tenga una identidad de género femenina no implica que se sienta atraída
afectiva y sexualmente por varones. A partir de su identidad de género, una
persona puede considerarse varón, mujer o trans.
La orientación
sexual refiere al objeto de los deseos sexo-afectivos de una persona, como una
manifestación más dentro del universo de su sexualidad. Desde esta definición,
una persona puede ser homosexual, bisexual o heterosexual. La orientación
sexual es un concepto que hace alusión a la capacidad de cada ser humano de
tener una profunda atracción física, emocional, afectiva, y el deseo sexual por
otros individuos de sexo/ género diferente, del mismo sexo/género o por más de
un sexo/género, así como de tener relaciones íntimas y sexuales con esas
personas. Generalmente se reconocen tres orientaciones sexuales (por la
dirección de las mismas): homosexual (por el mismo sexo/género), heterosexual
(por el sexo/ género opuesto), o bisexual (por los dos sexos/géneros).
La diversidad sexual
incluye también a todas las formas de identidad de género u orientación sexual
que no entrasen en las clasificaciones anteriores, tanto si son definidas como
indefinidas —según la Teoría Queer— o no normativas, las cuales resistirían
contra las ideologías que homogeneízan. Es decir, se encuentran sexualidades
que no se sitúan en rótulos cerrados e insuficientes, ya que la sexualidad
humana, según teorías de la sexología como la Queer o la escala de Kinsey, se
caracteriza por su complejidad, heterogeneidad y versatilidad.
Valoro el concepto
de Diversidad pues el mismo alude a la pluralidad, a la multiplicidad que por
estructura presentamos los habitantes de este planeta, y lo distingo del adjetivo
calificativo “diferente” (como cuando ciertos individuos, refiriéndose a
alguien por ej. gay o lesbiana dice: “Fulanito tiene una elección diferente”).
Nadie elige desde la voluntad consciente ser lesbiana, gay, bisexual o trans,
ni heterosexual. Siempre me he preguntado: “¿Diferente a qué? ¿A quién?”.
Porque si se habla de diversidad es una cosa, y de diferencia otra… En lo
diferente ya se hace una valoración personal, se cualifica y es un adjetivo,
para mí, estigmatizante, ya que siempre se diferencia al otro desde la
superioridad del intolerante, y ese otro “diferente” queda en una posición
segunda, o incluso más abajo. Otra cosa sería escribir o decir: “El/ ella
asumió una sexualidad diferente a la heterosexualidad hegemónica”, ya que es
correcto aceptar que son distintas las sexualidades, pero subrayar al
“diferente” es rotularlo negativamente, como hablar de “anormal” o
“minoritario”… Entonces, no comparto que alguien sea diferente a secas, sí
singular, en el cosmos de lo diverso. Y en este mundo diverso emergemos sujetos
sexuados en general, y en particular cada uno/a asumirá su singular sexualidad.
Es por ello que se utiliza, para hablar de diversidad sexual, la sigla LGTBIQ
(lesbianas, gays, trans, bisexuales, intersexuales y queer).
Prefiero, además, no
utilizar el término “minorías”, para hablar de diversidades sexuales, pues
titular lo minoritario sería enfocarse en la excepción a la regla, a la
norma-normalidad y por ende se deduciría: “Son anormales porque
estadísticamente son los menos”.
Las personas LGTBIQ
tienen derecho a vivir siendo íntegros y a sentir de manera distinta a lo que
lo hace la mayoría supuesta e impuesta, y se sienten discriminadas y sufren
cuando se burlan –por medio de chistes fáciles- de ellas, se las denigra,
humilla o cercena.
Lo que suelo
escuchar en cada biografía de una persona gay o lesbiana tiene que ver con un
camino difícil con los vínculos en general. Básicamente porque, por ej., una
persona homosexual desde el principio está en soledad con su sexualidad, algo
que no lo puede compartir con nadie y, por ende, se va metiendo en el clóset,
placard, armario o ropero, sobre todo si desde muy chica empieza a padecer el
bullying, el acoso escolar.
Aún en la actualidad
persiste la discriminación y el hostigamiento sistemático hacia las lesbianas,
los gays, las y los bisexuales y las y los trans, sobre todo por parte de
familiares directos, empleadores y compañeros laborales, instituciones
religiosas, educativas, de salud, etc., lo cual deriva en que estas personas
LGBT interioricen la homofobia social y se enfermen, es decir, sus cuerpos
expresan el malestar que los prejuicios y los ataques recibidos provocan.
Entonces, es
primordial reivindicar socialmente la aceptación de cualquier modo de ser, con
equitativos derechos, obligaciones, libertades y oportunidades para todos y
todas, dentro de un marco de respeto, garantía, protección y promoción de los
Derechos Humanos. Y en esto es fundamental promover el respeto por el derecho a
la diversidad sexual, entre otras cosas, para que cada sujeto pueda vivir
libremente, con dignidad, con una buena autoestima y, de tal manera, todos y
todas podamos ponderar la riqueza humana.
Siempre tendremos
que tener en cuenta que todos los humanos somos seres sexuados, personas que
podemos disfrutar de nuestro cuerpo, y nuestra sexualidad tendría que ser lo
más libre, placentera y satisfactoria posible, porque todo eso también hace a
una buena salud física y psíquica.
Cuando nos referimos
a las sexualidades, a las diversas orientaciones sexuales o identidades de
género existentes, estamos también y además hablando de AMOR, de personas que
se enamoran de otras personas, de la manifestación de atracciones sexuales y
románticas, de sentimientos y conductas que son variaciones de la sexualidad
humana, independientemente de la orientación sexual o identidad de género de
cada sujeto singular.
Uno de los
principales efectos positivos de salir del placard, de asumirse lesbiana, gay,
bisexual o trans es haber aprendido a tener la capacidad de resiliencia, de
tornar en positivo y salir fortalecido de una situación traumática o negativa
del pasado, y esto puede darse a partir de ser sincero/a, primero con uno/a
mismo/a y luego con los demás.
En tal dirección,
también ayuda y mucho el marco legal. Hay efectos positivos en los sujetos por
no quedarse afuera de la ley y así gozar de los mismos derechos que todos. Hay
consecuencias positivas de las conquistas igualitarias de los últimos años en
nuestro país, de los avances que sobre todo logró el colectivo LGTBIQ
argentino, pero ese es otro cantar, tal vez un tema para una próxima entrega…
Hoy, ya no
permitamos más la discriminación, la homo-lesbo-bi-transfobia, para así poder
reparar y seguir construyendo entre todos y todas una sociedad mejor, más sana,
justa, igualitaria e inclusiva.
Para finalizar,
comparto la conjetura de Jean Allouch (expuesta en una colaboración para la
revista Imago Agenda Nº166, Dic. de 2012, pág. 54): “… es por no haber acogido
lo diverso que hemos estado marcados por el hierro al rojo vivo, de la
vergüenza. En esto es ejemplar el caso de la homosexualidad.”
Alejandro Viedma
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