Les comparto el prólogo que escribí para el libro Papá Sirena, de Sebastián Caldubehere.
Gracias Sebastián, queride autor de este librazo, por haberme regalado el privilegio de leer tus textos en sus procesos, gracias por editar un libro que abrazará a muches en un tiempo donde es preciso volver al contacto humanamente resiliente.
Prólogo por Alejandro Viedma*
“Qué suerte que viniste,
justo te necesitaba.
Qué suerte que viniste,
tenemos tanto para hablar.
(…) Qué suerte que viniste,
ahora entiendo tantas cosas que antes no veía.
(…) No ves que ahora estoy más cerca de tu amor.
Que suerte que viniste —Celeste Carballo
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”, escribió Gabriel García Márquez.
El camino de vida de Sebastián Caldubehere y su forma de escribir, de relatar (que sorprende gratamente) se relacionan con el concepto de historizar, que es similar a aquella frase de Márquez, porque implica dar relevancia tanto a la experiencia vivida como a la percepción que se tiene del pasado en un momento determinado. O sea que se convoca a construir la historia desde la actualidad. Así, en la historización se trata de resignificar, de levantar recuerdos reprimidos, de remarcar esa extraña y misteriosa selección que unx (o su mente, o su sistema inconsciente-consciente) hace para que ciertos eventos sean “elegidos” y otros descartados. También y sobre todo para les adolescentes, tiene que ver con lo identitario, y más si pensamos en una biografía como la de Nahuel y todo lo que tuvo que atravesar en su niñez.
Papá Sirena es un libro de microrelatos, es el armado de recuerdos entrelazados de Sebastián y Nahuel. Es lo escondido que sale del armario. Está atravesado por la subjetividad de su autor, quien se rearma en sentidos nuevos que emanan más seguridades. Se lee y se percibe un lazo invisible entre hijo-padre-abuelo, en especial con cosas que no se han hablado, un entramado en las historias con similitudes, con reflejos especulares.
Esta obra tierna y sincera provocará a sus lectores emociones hasta las lágrimas, sonrisas y placer. Pues se respiran cuidados conforme pasan las hojas. Ejemplo de ello es cuando Sebastián narra su intención de no lastimar a sus padres, o cuando menciona situaciones dolorosas alrededor de virus como el VIH o el COVID, o cómo se las tuvo que arreglar conforme pudo ante el ataque de “machitos homoodiantes" en grupo, o hasta cómo dejó atrás esa desventaja violenta para cimentar una entrañable amistad con su amigo Marco. En todos estos temas, relatos e imágenes, lxs lectores se sentirán interpeladxs y con ansias de releer lo volcado por Sebas con honestidad fina y brutal al mismo tiempo.
En esta obra cohabitan cuestiones varias que encantan: las metáforas atinadas, la rememoración de instantes clave (como la respuesta que le dio la seño Gladis al Sebastián niño), los remates en los finales de los capítulos y cómo Sebas resalta la importancia de los cuentos en su vida, ya sea de chico con sus amigos, los que le transmitió su abuelo, etc.
Se sigue un hilo conductor en las páginas de este libro, el de los vínculos en la vida de Sebastián y, por otro lado, lo lúdico ahí atravesando y poniendo condimento lindo, colorido y sabroso a lo vital, como en algunos toques de humor.
Hay tramos movilizadores, que hacen imposible que esta historia entre padre e hijo no toquen el cuore, como por ejemplo cuando Sebastián cuenta en detalle todo lo de la previa y el momento de adoptar.
Enfocándome en eso, mientras leía los envíos que me mandaba Sebas y aguardando más material, volví a revisar de dónde viene el vocablo adoptar. Su etimología me gusta porque va de la mano de todo este deseo de él desde hace mucho: adoptar significa desear o elegir a alguien para vincularlo a sí mismo. Hermoso anhelo y más cuando se lo baja a lo concreto y se lo comparte a corazón descubierto en las páginas de un libro que puede animar a otres.
En la base de la parentalidad -en este caso, del lado de Sebastián- tiene que haber amor, ganas (de educar, de aprender, de ayudar), es una gran responsabilidad asumida, un acto jurídico llevado a cabo por un adulto a un menor. Considero además que este libro remarca el verbo "ahijar", el cual refiere a criar, a construir lazos afectivos, de filiación, que no es más ni menos que integrar, unir. Y eso no depende de la biología, de lo consanguíneo. Y por añadidura se cumple un derecho fundamental de Nahu, el de tener una familia.
Lo que no falta en este libro son los nutrientes vitales, esos intercambios de sentimientos entre Sebastián y su amado hijo, esa conexión de almas que ya no se ocultan. Quizá esa sea la senda para transformar lo doloroso en algo maravilloso, y el arte y la cultura son vehículos para ello. Esta obra además es reparadora de injusticias y deviene en un bien común, puesto que la memoria compartida también es útil para el instante presente y para proyectar en soledad y/o colectivamente. Quiero decir, estos dos seres humanos a través de sus testimonios de vivencias removidas son y nos hacen testigos de esta época de la humanidad herida. Mediante silencios, elipsis, frases de canciones y palabras justas de voces protagonistas en primera persona en busca de la (de)construcción de sus identidades, Sebastián y Nahuel brindan sus párrafos para muchas lecturas y sin dudas crearán una red más grande y afectivamente necesaria para todes, lo cual conlleva un compromiso vivo plasmado en más de una causa, y es en este punto donde me pregunto si este libro podría constituir una micromilitancia o es y será un conjunto de intersecciones de miradas que se resumen en inevitables macromilitancias, en el sentido de los aportes de todo esto que, al expulsar varios conceptos sociales preestablecidos y negativos, es más que literatura.
Sebastián nos permite deambular por paisajes geográficos y musicales locales y extranjeros, dejando un legado personal y familiar donde el saber, el escoger los detalles y la letra destierran las persistencias de angustias en pos de un mundo más verdadero, alegre, amoroso y menos heteronormado. En esa transmisión Sebas afirma a Nahu y se afirma a él mismo, no casualmente el término sirena comienza con si; si-rena como ser no convencional, un padre que puede maternar, porque las parentalidades se tratan de funciones y no de sexos.
Las Sirenas viven en el mar y son en-cantadoras. Sebastián Caldubehere revela desde el comienzo en su libro lo que para él representa el mar y encanta con su talento plumífero y su cantar paterno.
*Alejandro Viedma es licenciado en Psicología (UBA), psicoanalista, coordinador de grupos LGBTQ+, escritor y supervisor de terapeutas. Instagram @aleviedmapsi
Contacto con el autor: sebastiancaldubehere@gmail.com (Email)
Instagram: @sebastiancaldubehere
Acompañaré a Sebas y Nahu en las presentaciones de Papá Sirena:
-Viernes 19/11 Monte Hermoso
-Domingo 21/11 Bahía Blanca