Por: Lic Alejandro Viedma
El Dr Millas empezó diciendo que el acto analítico es lo que pone en juego o instaura la práctica analítica, la cual se inscribe bajo transferencia.
A la transferencia, desde Freud y Lacan, la entendemos como anudamiento de la dimensión epistémica (saber) y la libidinal, por lo que obtenemos el amor al saber.
El significante es “tocado” cuando se conecta con la interpretación analítica y se abre el espacio de suposición de que ese padecimiento, ese goce, tiene un sentido. Este efecto de verdad tiene su consistencia en tanto resuena en el goce del sujeto. El efecto de verdad no es lo mismo que “la verdad”; ese efecto del analista (la interpretación) produce una marca.
Entonces, el efecto de verdad está articulado a un goce y el sujeto otorga un consentimiento en “dejarse tocar”, esto sucede en la entrada a un análisis más allá de las intenciones del yo.
Existe una zona donde es necesaria la interpretación analítica para poner en juego la práctica, por ende, no es automática la entrada en un análisis.
La interpretación tiene un carácter intrusivo, irrumpe. Del lado del analista hay que meterse de un modo, no para donar sentido, sino para agujerear un sentido dado.
Admitir que hay un saber implica saber que hay un agujero, un vacío, lo que pone en juego el algoritmo de la transferencia.
El referente de esto es el objeto a y lo que le da consistencia es el efecto de goce que ha producido la interpretación. Dicha interpretación es diferente a la comunicación, a dar una explicación, a ofrecer una traducción del orden pregunta-respuesta. La interpretación analítica es esencialmente la puesta en juego de algo que no dona sentido y que tiene la particularidad de que no se sostiene en un saber establecido, por lo que no hablamos del orden de una técnica.
Desde la perspectiva del “último” Lacan, el analista se encontraría más del lado del artista, en el sentido que es alguien que tiene un saber hacer, es decir, no es el científico que puede operar sobre lo real, sino que posee un saber hacer artesanal, propio de él. Por lo anterior, la interpretación no se sostiene en un saber preestablecido, es más del orden del sin sentido que de la referencia a la realidad establecida.
Como cada caso es único, no hay anticipación en los efectos interpretativos, los mismos no son previsibles. A veces los efectos interpretativos se dan por un gesto, por una exclamación o por algo que decimos (los analistas) con otra intención. De esta manera, nuestra interpretación va a ser interpretada por el analizante.
Siguiendo estos lineamientos, Lacan dijo que no es importante si no ha sido nuestra intención o no recordamos lo que dijimos, sino que ello produjo efectos y hay que hacerse responsable de eso.
Pregunta de una compañera: Entonces, ¿de quién es la interpretación? Millas propone cambiar esa interrogación por ¿en nombre de quién se interpreta?: En la ciencia, en nombre de un saber establecido: el médico borra su enunciación y lo pone en “tales estudios dicen…”; en la religión, en nombre de Dios: alguien habla de su falta (el confesante) y el sacerdote le contesta “en nombre del padre yo te bendigo, rezá tantos padrenuestros, etc.”; en psicoanálisis no se interviene en nombre de Dios ni de un saber establecido, por lo que hablamos de una soledad en el acto analítico. Sí hay una responsabilidad del analista, que no interpreta en nombre de otro. Luego, las consecuencias dependerán de cada caso, lo que supone que no hay un saber que garantice nuestra intervención. En tanto la interpretación no es previsible, se interpreta desde un agujero en el saber. En síntesis, hablamos del acto de interpretar pues se hace sobre un punto de falta de saber.
La posición del analista implica saber que el Otro no existe, lo que está presente es el propio deseo de asumir ese acto, lo que nos recuerda que Lacan dijo que el analista no se autoriza más que de sí mismo. Y como no hay Otro que garantice su acto, tiene la responsabilidad de elaborar ese saber.
Para finalizar, TODA INTERPRETACIÓN ES UN ACTO DEL ANALISTA PORQUE SE ASUME UNA INTERPRETACIÓN. La interpretación es un DECIR DEL ANALISTA, por ello no hablamos del enunciado (“lo dicho”), sino del acto de decirlo. Y SÍ ES IMPREVISIBLE, INCALCULABLE EL EFECTO.
Por todo lo anterior, estamos en una ZONA COMPLEJA, INTERESANTE, PERO DIFERENTE A LA DE LA RELIGIÓN, LA CIENCIA, LA MAGIA, EL MISTERIO, LA SUGESTIÓN (que dura poco).
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