Por: Alejandro Viedma
En este escrito intentaré articular tres citas de grandes escritores que he leído en algún momento con ciertas ideas que estoy construyendo sobre mi posición respecto de la modificación del código civil argentino en cuanto a la ley de matrimonio.
La primera de las citas tendría que ver con el tratamiento de este tema por parte de algunos medios de comunicación locales. Siguiendo esta línea, no es aleatorio el uso de la nominación “boda gay” por parte del diario La Nación o del periodista Feinmann, del canal de tv C5N. Encabezar las noticias con “el matrimonio gay” diferencia a las personas, son títulos que etiquetan, lo opuesto a la lucha que se está llevando a cabo, que es por una ley de igualdad para todas y todos los ciudadanos, donde el objetivo es la equiparación de los derechos, lo que hará, en parte, que se deje de sostener la homo/lesbo/bi/transfobia social.
Es importantísimo el papel del universo simbólico en juego ya que puede crear tanto cargas valorativas negativas generando estigmas en las personas como la dignificación de todos los seres humanos. No obstante, considero que el subrayar “matrimonio gay” ha servido para seguir visibilizando al colectivo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans), por otra parte cada individuo tiene la responsabilidad de informarse y no quedarse con dudas o más confundido con los comentarios generados por los titulares encomillados o el contenido de la información que más de una vez está acompañado de una bajada de línea.
Escribe Bersani (1999, pp. 27-28): “… como Stuart Hall sostiene, una representación es algo distinto de un mero reflejo: “Esto implica el trabajo activo de selección y presentación, de estructuración y configuración: no simplemente la transmisión de un sentido ya existente, sino la labor más activa de hacer que las cosas signifiquen”. La televisión no hace la familia, pero le da cierto sentido a la familia. O sea, ella hace una fuerte distinción entre la familia como unidad biológica y la familia como entidad cultural, y lo hace al enseñarnos los atributos y las actitudes a través de los cuales las personas que pensaban estar ya en el interior de una verdadera familia recién comienzan a sentirse como miembros de una. El gran poder de los medios, y especialmente de la televisión, es, como Watney escribe, “su capacidad de manufacturar la subjetividad misma” e imponer así una forma a la identidad. El “gran público” es a la vez una construcción ideológica y una prescripción moral. Además, la definición de la familia como identidad es, esencialmente, un proceso de exclusión, y el producto cultural no tiene ninguna obligación de coincidir exactamente con su referente natural. Así, la identidad familiar producida por la televisión norteamericana tiene muchas más probabilidades de incluir a su perro que a su hermano o hermana homosexual”.
Aunque los autores nombrados se refieren a la sociedad estadounidense, bien podríamos transpolar estas posturas a nuestro país en cuanto a lo que ha estado circulando desde determinados medios de comunicación autóctonos que tratan la aprobación del cambio del código civil. Como decía anteriormente, tanto las editoriales del diario La Nación como algunos pocos periodistas (por ejemplo, Feinmann) sólo hacen existir a una forma ideal de familia y excluyen a todas las otras.
En el punto 13, Conclusiones, del capitulo lV El niño homosexual, en la literatura y fuera de ella, Ángel Sahuquillo redactó: “La homosexualidad puede ser vivida como “gloria bendita” cuando nadie interfiere. Lo más común es, sin embargo, que la vivencia que el niño tiene de su homosexualidad sea mediatizada y que la primera información que le llegue al niño de lo que es la homosexualidad sea en forma de insulto. Antes, incluso, de que el niño tenga una conciencia clara de qué es lo que siente. El infierno que muchos niños han vivido, y que algunos aún viven, a causa de su homosexualidad es un infierno construido. Un infierno socialmente construido. Construido en nombre de Dios, construido en nombre de la moral, construido en nombre de “nuestra cultura” o en nombre de la sociedad… construido incluso en nombre de “la ciencia”. Las excusas no faltan. Excusas que hacen que muchos niños vivan en un infierno mientras se afirma que es para protegerlos” (Buxán, 1997 p. 120).
Parafraseando a María Elena Walsh, ¿estamos viviendo en el mundo del revés? Lo fundamental aquí es que pensemos en proteger a las niñas y a los niños que ya son parte o formarán parte de las familias homoparentales argentinas: no les hagamos vivir en un infierno, no construyamos socialmente ese infierno tan pesado de atravesar negándoles un soporte jurídico. Hablemos en primera persona, háganse cargo los que construyen la discriminación en contra de los niños y no tomen prestadas las palabras anacrónicas de la ciencia (que por otro lado avanza a pasos acelerados) antigua, la iglesia, doctrinas en fin constituidas también socialmente como grandes Otros incuestionables.
La desigualdad es una máquina que crea síntomas en los sujetos, no así la igualdad, el amor y el deseo, que están dentro del orden de la salud. La desunión, el odio, el obstaculizar que el semejante intente alcanzar su felicidad, obstruyen la construcción del bienestar de otros, sobre todo de las niñas y de los niños. Crear otros nombres, otras leyes y no legitimar los mismos derechos son acciones que siguen produciendo discriminación y efectos nocivos en las subjetividades de las personas LGBT.
Aquí va la tercera cita: la “matriz excluyente mediante la cual se forman los sujetos requiere pues la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son “sujetos”, pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos. Lo abyecto designa aquí precisamente aquellas zonas “invisibles”, “inhabitables” de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo “invisible” es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos” (Butler, 2005 pp. 19-20). Y en la nota 2 de las mismas pp. Judith aclara: “La abyección (en latín, ab-jectio) implica literalmente la acción de arrojar fuera, desechar, excluir y, por lo tanto, supone y produce un terreno de acción desde el cual se establece la diferencia. … Lo que sostengo es que, dentro de la socialidad hay ciertas zonas abyectas que también suponen esta amenaza y que constituyen zonas de inhabitabilidad que el sujeto, en su fantasía, supone amenazadoras para su propia integridad…”.
Si alguien se siente amenazado que trabaje dicha amenaza y que no la proyecte a su exterior amenazando al prójimo. La ley a aprobarse es necesaria para visibilizar, subjetivizar, respaldar a todas las personas que configuran y configurarán una familia diversa. No tenemos que permitir, como sociedad, la existencia de abyectos, de objetos que sólo pueden habitar en los márgenes de las subjetividades.
El estar dentro de una ley igualitaria les brindará salud a los sujetos LGBT puesto que saldrán de la marginalidad, de la no nominación o de una nominación alternativa (por ejemplo, “unidos civilmente”), pues esto último es lo que posiciona a los LGBT como diferentes, y no sus orientaciones sexuales ni sus identidades de género contranormativas.
La modificación del código civil, la incorporación de la palabra “contrayentes” en lugar de “hombre” y “mujer”, no hará que las personas heterosexuales pierdan ese beneficio exclusivo del cual gozan hasta ahora, ni obligará a contraer matrimonio a todas las parejas de lesbianas y gays que existen, pero por lo menos van a tener, estas últimas, la opción de hacerlo o no. O sea, si bien las parejas de lesbianas y gays son cada vez más duraderas, esta ley tampoco las obligará a casarse, como sí pasó en el pasado con muchos de estos individuos pero con personas del otro sexo, aún sin desearlo, por seguir mandatos morales y verse obligados a constituir una “familia tradicional” para poder cumplir con el Otro y en muchos casos hasta para sobrevivir.
En los debates por el matrimonio igualitario quedaron expuestas sin velo muchas voces: por un lado las que ayer estaban calladas, las de personas anteriormente tapadas por miedo a ser discriminadas y que últimamente se han sumado a la causa rompiendo sus silencios y, por otro, las de personas que con el disfraz de lo políticamente correcto (“yo acepto a los homosexuales, pero…”, expresan) de todos modos muestran sus posturas con discursos medievales, ignorantes, aberrantes, que designan a los que para ellos son aberrantes, cuando lo aberrante justamente es la permanencia de seres homofóbicos y sus discursos expresados con total impunidad.
En los debates por el matrimonio igualitario quedaron expuestas sin velo muchas voces: por un lado las que ayer estaban calladas, las de personas anteriormente tapadas por miedo a ser discriminadas y que últimamente se han sumado a la causa rompiendo sus silencios y, por otro, las de personas que con el disfraz de lo políticamente correcto (“yo acepto a los homosexuales, pero…”, expresan) de todos modos muestran sus posturas con discursos medievales, ignorantes, aberrantes, que designan a los que para ellos son aberrantes, cuando lo aberrante justamente es la permanencia de seres homofóbicos y sus discursos expresados con total impunidad.
La aprobación de la modificación del código civil en cuanto al matrimonio validará el afecto, el amor, los derechos entre las parejas de personas del mismo sexo.
También permitirá que se corte con el ciclo del esconderse en el placard ya que los hijos de padres homosexuales sabrán la verdad, no se les mentirá en cuanto a la orientación sexual de sus cuidadores responsables.
Sólo así además los discursos de los sujetos LGBT, como anticipaba hace unos años en una entrevista la psicoanalista francesa Élisabeth Roudinesco, se banalizarán, es decir, sus contenidos evidenciarán que tendrán los mismos problemas y las mismas alegrías que las personas heterosexuales.
Para concluir, me dirijo a los señores senadores y senadoras compatriotas: no se paren en la vereda de la hipocresía, no usen a sus cientos o miles de “amigos” por facebook sólo para sus votos, voten ustedes en el día de la fecha a favor de la modificación de esta ley porque... ¿Se preguntaron acaso cuántos de esos contactos virtuales que suman son de personas lesbianas o gays? ¿Y cuántos de sus familiares, amigos y conocidos reales lo son? ¿Se pueden poner en su lugar? ¿Pueden imaginarse lo que sienten esas personas cuando los escuchan a ustedes, negándoles derechos básicos que harán a su felicidad? ¿Y qué creen que sienten los niños y adolescentes que hoy en día ya forman parte de familias homoparentales?
Dependerá de ustedes redimir, reparar algo de la abyección que se le adjudicó siempre a la gente LGBT, algo del daño sufrido en carne propia por los mismos que hoy en día o en el futuro cercano podrían ser parte de las familias de ustedes, senadores de Argentina.
Bibliografía:
Bersani, Leo (1999) ¿El recto es una tumba?, Córdoba, Argentina, Cuadernos de Litoral, Edelp, pp. 27-28.
Butler, Judith (2005), Cuerpos que importan: sobre lo límites materiales y discursivos del “sexo”, 1ª ed. 1ª reimp., Buenos Aires, Paidós , pp. 19-20.
Buxán, Xosé M. (comp.) (1997), conCIENCIA DE UN SINGULAR DESEO, España, Laertes, S. A. de Ediciones, p. 120.