Uno de los conceptos clave para contextualizar la cuestión es heteronormatividad. Tal como define el Lic.
Alejandro Viedma, un colaborador esencial en
Boquitas pintadas, es una “expresión usada para identificar una supuesta norma social relacionada al comportamiento/patrón heterosexual; se condice con la idea de que el modelo heterosexual es el único válido socialmente, por lo tanto, normal y obligatorio, lo que justifica los argumentos discriminatorios y prejuiciosos contra lo LGBT, particularmente los relacionados a la construcción de las familias no tradicionales y la expresión pública de la diversidad sexual”.
La psiquiatra jefa del departamento de Psicología y Filosofía del Colegio Nacional de Buenos Aires,
Silvia Di Segni, explica. “Creo que la respuesta que daría, clásicamente, el psicoanálisis, sería que detrás de una persona homofóbica hay un/a homosexual no asumido/a, pero considero que esto sólo cubre un aspecto posible de la cuestión. Me parece que también es necesario analizar cómo se construye una subjetividad homofóbica en nuestros días”.
Y se explaya: “Esta aparece a menudo (aunque no exclusivamente) en sectores conservadores y fundamentalistas (religiosos, políticos, sociales) que se definen en base a binarismos rígidos del tipo: “nosotrxs/otrxs” que atraviesan diferentes aspectos de la vida, entre los que están las sexualidades. Y, en el caso de las sexualidades, esos sectores no aceptan la diversidad sino únicamente la heteronormatividad en la cual tradicionalmente el varón mantendrá un lugar de poder y privilegios siempre que se muestre perfectamente varonil no sólo a costo de reprimir deseos inconscientes sino también de implementar la hipocresía consciente que ocultará infidelidades y otras sexualidades (desde las posibles, como el deseo por personas del mismo sexo o trans hasta las delictivas como la pedofilia, la violación o el incesto). Aún las mujeres homofóbicas sostienen ese sistema más allá de que no las favorezca”.
Así es que, según el punto de vista de Di Segni, “adjudicarle solamente el temor a asumirse como homosexual a una persona homofóbica en parte lx justifica ante el juicio de ser consideradx, simplemente un/una racista capaz de atacar, combatir o denigrar a quienes no sienten/piensan como él/ella. Toda persona que asume una conducta homofóbica se sitúa por encima de lxs demás a quienes se sienten con derecho a perseguir y eventualmente atacar o matar. Se trataría entonces de un fenómeno de narcisismo patológico para el cual lxs otrxs no son considerados personas con igualdad de derechos; su “nosotrxs” incluye a seres supuestamente superiores y lxs “otrxs” a aquellos supuestamente inferiores”.
“No todos los homofóbicos son homosexuales”
El psicoanalista Diego Samara, licenciado en Psicología de la UBA, señala que siempre existe algo en común y algo que se diferencia entre los homofóbicos. Según considera, lo común, lo que no falta nunca en un homofóbico es lo heteronormativo como única forma de vida. La diferencia está en que no todos los homofóbicos son homosexuales no asumidos.
“Creo que hay que tener cuidado con esta creencia defensiva que generaliza. Esto, por lo que deja implícito: ‘Todos los homofóbicos son homosexuales, sean asumidos o no’, que también se podría leer como: ‘Los que discriminan son homosexuales’”. Y se justifica: “Sostengo que algunos homofóbicos sí, en su minoría, son homosexuales no asumidos. En este punto, me parece necesario indagar, investigar, ¿a qué se debe que no asume su homosexualidad?, ¿qué creencias, prejuicios, mitos se esconden detrás?, porque uno no oculta su orientación sexual porque sí, pues no existen heterosexuales no asumidos”.
Por otra parte, aclara, en muchos casos, los homofóbicos son heterosexuales. “Esto se debe a la cultura heteronormativa, a lo que transmite la iglesia o a lo que se cultiva en una familia”.
“Gays encubiertos, los más crueles”
La directora de la
ONG Puerta Abierta, Graciela Balestra, también coincide con sus colegas en que no necesariamente todo homofóbico es un gay no asumido, aunque aclara: “En ese caso, paradójicamente, la discriminación se suele expresar con más crueldad. Quizás porque los demás le muestran en espejo lo que no puede aceptar de sí mismo”.
La licenciada en Psicología explica que la homofobia parte de un prejuicio o de muchos. “Todas las personas incorporamos algunos prejuicios en nuestra infancia, de diversa índole. El prejuicio es una creencia fuertemente arraigada sin correlato con la realidad, ya que se crea a partir de una sola experiencia con una gran carga afectiva, que luego se generaliza. Por ende es irracional. Por ejemplo: todos los perros son peligrosos (a partir de que me mordió uno de chico)”.
Balestra agrega que los prejuicios también pueden ser aprendidos y transmitidos de generación en generación: éstos se adquieren entre los 8 y 11 años, que es la llamada etapa de adquirir valores. “Las familias están convencidas que eso que enseñan a sus hijos es un valor. Así se incorpora la homofobia. El problema es que algunos hijos se inmolarían por sus padres antes que decepcionarlos (al menos inconscientemente), o sea que aunque los cuestionen verbalmente, es posible que sigan llevando consigo la carga de la culpa”.
“Muchos no aceptan su homofobia”
El licenciado en Psicología (UBA)
Alejandro Viedma, psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión de varones gays, aclara que no se puede ni se debe hacer un diagnóstico a distancia, ni universalizar particularidades porque el psicoanálisis es la práctica terapéutica desde la escucha del caso por caso. “Si alguien fuera homofóbico, y si lo quisiera, tendría que acercarse al consultorio de un terapeuta para revisar sus conflictos psíquicos con ese y otros temas, en pos de poder resolverlos, descubriendo ‘qué se esconde detrás de’ o qué subyace en su práctica discriminatoria”.
Pero habla de un inconveniente y es que, por los preconceptos y estereotipos, “muchos no sólo no concientizan su homofobia sino que marginan, segregan a otros porque es lo que previamente naturalizaron y, por ende, ni se cuestionan u objetan su postura habitual. Así que no puede expresarse que quien es homofóbico es un homosexual no asumido”.
Según Viedma, además, también los gays pueden internalizar la homofobia social, religiosa, familiar, institucional, cultural porque “lo que no ha dejado de impregnar en nuestra Latinoamérica es una matriz machista/sexista/patriarcal; es decir, también podría destilar homofobia alguien que se encuentre y viva fuera del clóset y no obstante rechace a otros con sexualidades no normativas, sobre todo, a los varones más afeminados (en esta línea no es fuera de lo común escuchar frases tales como: ‘A mí no me gusta la gente del ambiente, busco cero plumas”), o a las personas trans (“No me representan las travestis que muestran por tv en la marcha del orgullo”) o, en el caso de las lesbianas, sucedería otro tanto contra las mujeres más masculinas, las “butch” o “bomberos”/”camioneras”.
Lo que sí enfatiza el profesional es que se puede percibir que “por debajo de la homofobia hay miedo, aversión u odio irracional que puede manifestarse en conductas agresivas o evitativas frente al pánico y eso deviene en rehusar al otro (otro a quien se lo posiciona como diferente o inferior) a través de violencia moral o explícita o, en el caso de la homofobia internalizada, muchas veces, el daño recae en el propio sujeto homosexual que aún no ha logrado su autoaceptación total, lo que puede incidir negativamente en su vida sexual o provocar el autoflagelo, por ejemplo, dañando su cuerpo, su salud física y/o psíquica por vías distintas”.