Un reciente estudio norteamericano demostró que las parejas que comparten tanto las obligaciones de la casa como las responsabilidades laborales tienen menor frecuencia sexual
La imagen del marido poniendo la mesa mientras su mujer cocina, o recorriendo las góndolas del supermercado con la lista de compras en la mano, o ayudando a los chicos con la tarea mientras ella aún no ha llegado del trabajo... Todas esas son postales -acaso cada vez más frecuentes- de una convivencia en la que el hombre y la mujer comparten las tareas del hogar, pero también las responsabilidades laborales. Durante décadas, las ciencias sociales han avalado con estudios esas imágenes, mostrando que los matrimonios más igualitarios ofrecen mayores niveles de satisfacción entre ambos miembros de la pareja. Pero ahora, un grupo de sociólogos se ha preguntado acerca de cómo influye este modelo de matrimonio en la vida sexual. ¿La respuesta? Una que es tan poco alentadora como polémica.
"Nuestros hallazgos muestran que las parejas en las que los varones participan de tareas tradicionalmente realizadas por la mujer tienen una menor frecuencia sexual, lo que sugiere la importancia que tiene para la frecuencia sexual de las parejas heterosexuales que sus integrantes exhiban los roles de género. Pero incluso cuando se toman en cuenta las tareas hogareñas tradicionalmente femeninas y las masculinas en conjunto, también hay un coeficiente negativo para la participación del varón", escribieron Julie Brines y sus colegas de la Universidad de Washington, Estados Unidos, en la revista American Sociological Review.Los investigadores llegaron a esa conclusión tras analizar estadísticas provenientes de la Encuesta Nacional de Familias y Hogares de los Estados Unidos, que les permitieron correlacionar la frecuencia sexual de las parejas con la participación de los varones en las tareas hogareñas. Pero lo hicieron -y esa es la particularidad del estudio- con especial hincapié en qué tanto tiempo pasaban los hombres haciendo tareas tradicionalmente consideradas femeninas (lavar la ropa, cocinar o pasar la aspiradora) o masculinas (cortar el pasto, arreglar el auto y realizar reparaciones en el hogar).
Para Brines, "la importancia del género ha declinado con el tiempo, pero continúa ejerciendo una poderosa influencia sobre los comportamientos de los individuos, incluyendo la frecuencia sexual dentro del matrimonio". Y de hecho eso es lo que sugiere su trabajo: las varones que pasan buena parte de su tiempo en el hogar haciendo tareas femeninas tienen un 1.5 veces menos relaciones sexuales al mes que los que hacen cosas masculinas .
"Nuestros resultados sugieren que la sexualidad está gobernada por la puesta en acto de la femineidad y la masculinidad a través de la realización de tareas del hogar apropiadas a cada género, que coinciden con los guiones sexuales que organizan el deseo heterosexual", concluyen los investigadores.
Pero, y es importante subrayarlo, el mismo estudio destaca que los índices de satisfacción marital son más altos cuanto más igualitariamente están repartidas las tareas hogareñas, lo que se confirma por estadísticas que muestran que las parejas en las que hay una división de tareas más igualitarias tienen menores tasas de divorcio.
Aun así, no todos los especialistas coinciden con la línea argumental expuesta en el estudio.
Voces del debate
"Como psicoterapeuta que trabaja con parejas he observado algo similar a los nuevos hallazgos. Es verdad que el hecho de que los maridos estén ocupados con todas las tareas del hogar raramente hace que las esposas los deseen. El tener a la pareja, por ejemplo, cargando el lavaplatos -un tipo popular de intervención marital sugerida por libros de autoayuda, revistas femeninas e incluso por terapeutas- no parece tampoco tener mucho efecto sobre la libido", escribió la psicoterapeuta Lori Gottlieb, en un artículo publicado en The New York Times, en el que comenta los resultados del estudio de Brines.Andrea Gómez, psicoanalista y sexóloga, retoma el planteo sobre la influencia de los roles de género propuesto por los investigadores, para aportar un mirada distinta: "En la sociedad occidental todos hemos sido educados con ciertos estereotipos o roles que debemos cumplir: la mujer debe ser más emocional, más cariñosa, más cuidadosa con la casa; debe dedicarse más a la alimentación de los miembros de la familia, a atender a los chicos, mientras que el varón cumpliría roles más ligados a la fuerza, a ganar dinero, a actividades que tienen que ver con sostener a la familia y la mujer. Sin embargo, no coincido con que el ocupar estos roles rígidos garantice el deseo sexual dentro del matrimonio", opinó Gómez, autora de Sexualidad, pareja y embarazo. Mitos y verdades (Lugar editorial).
"Sí, en todo caso, creo que en la pareja muchas veces se pierde ese deseo sexual cuando el vínculo, anteriormente erótico o sexual, se transforma en un vínculo más fraternal. Es ahí cuando entran en juego factores de la convivencia, psicológicos y estereotipos de familia, pero no creo que compartir roles tradicionalmente considerados femeninos o masculinos tenga ese efecto", agregó.
Alejandro Viedma, psicólogo de la UBA que trabaja en temas de diversidad sexual, opinó: "Como psicoanalista, más allá de basarme en estadísticas, trataría de pensar por qué estas parejas están más igualitarias , si es que, como plantea este nuevo estudio, el deseo sexual cae como resultado de que el varón se «feminiza» (según lo que histórica, social y políticamente se denomina lo femenino ). ¿Son más igualitarios porque el varón perdió su trabajo y es la mujer la que debe salir a trabajar? ¿O es la mujer que ha comenzado a superar a su marido en los ingresos económicos?"
Viedma se inclina por el valor disruptivo que puede tener el cambio dentro de una pareja: "Las presiones, preocupaciones, inseguridades y los miedos son enemigos del deseo, y esas cuestiones inciden por ejemplo en que haya falta o pérdida de erección en el varón o anorgasmia en la mujer", explicó, y agregó: "Muchas veces, desde lo discursivo, se aboga por lo igualitario, pero después no se lo soporta. Por algo aún molesta que la mujer acceda a espacios otrora denegados o impensados".
Miguel Espeche, psicoterapeuta que coordina el Programa de Salud Mental Barrial del hospital Pirovano, aportó otra mirada sobre las conclusiones del estudio: "En primer lugar creo que tiene sus bemoles homologar la frecuencia sexual con la calidad sexual. Si relación sexual es llegar cansado del trabajo y usar la sexualidad como ansiolítico, no se está tomando en cuenta la calidad y el intercambio durante el encuentro sexual".
Por otro lado, "creo que hablar de un matrimonio más igualitario en algún punto es aburrido, porque de por sí lo interesante del matrimonio es lo distinto. Lo estimulante, al menos en la heterosexualidad, es la diferencia, y esa diferencia y el misterio de la diferencia influye muchísimo en la libido", agregó Espeche, que advirtió las situaciones en las que el énfasis por repartir equitativamente la carga de las tareas familiares "transforma a los integrantes de la pareja en buenos compañeros y socios de la pyme familiar".
"De todos modos, no sabemos con seguridad si eso repercute directamente a favor de una mayor libido -advirtió-. Pienso que si la pareja se complementa en otros aspectos o tiene diferencias en otros aspectos podría tener una vida sexual espléndida.".
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