Jorge ya tiene más de 40 años y recién el año pasado pudo empezar a salir de sus armarios. Hablo en plural porque asumir la homosexualidad y confiárselo a los allegados es un proceso. Jorge cuenta que empezó con su mejor amigo, su psicóloga, una de sus hermanas; luego, su madre, su cuñado y así.
“Al primero que me lo tuve que decir fue a mí”, reconoce. Antes que eso, rechazó tanto su homosexualidad que hasta pensó en ser sacerdote en un intento por negar su sexualidad.
En este relato, Jorge va contando esas salidas del clóset y va dando cuenta de las respuestas que fue recibiendo al abrirse a sus seres queridos. No adelanto más, así conocen la historia en palabras de su protagonista.
Mis salidas del placard del último año
Por Jorge
En principio, quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al grupo de reflexión para varones gay que coordina el lic. Alejandro Viedma en la organización Puerta Abierta el haberme ayudado a romper barreras y estructuras, de las que me era muy difícil despojarme.
Hace poco más de un año, solamente hablaba abiertamente de mi sexualidad con mi mejor amigo, mi psicóloga y una de mis hermanas. Pero primero me lo tuve que decir a mí. Me costó aceptarlo. Yo pensaba: “Me tienen que gustar las mujeres”. Eso mezclado con el tema religioso, tanto que hasta pensé en ser sacerdote, por eso negaba mi homosexualidad. Uno de los mandamientos de la iglesia es: no cometer actos impuros, y yo de chico no entendía bien qué quería decir eso, aunque siempre que me confesaba decía que había cometido actos impuros, y los curas no me decían nada.
Un día, mi hermana menor me preguntó: “¿Hace cuánto estás saliendo con ese hombre?”, porque había escuchado una conversación telefónica que la hizo sospechar. Y lo que me dijo después de que le respondiera fue: “Lástima que no lo hablamos antes”.
Por otro lado, si bien era consciente de que mi madre sabía que yo era homosexual, nunca había tocado directamente el tema con ella. Tampoco con mi hermana mayor, ni con mis cuñados (uno de ellos es muy homofóbico). Sin embargo, tenía muy en claro que debía resolver esta situación lo antes posible, para liberar ataduras y porque tengo el compromiso de no mentirle a mis sobrinos cuando ellos empiecen a preguntar acerca de esta cuestión (actualmente el más grande de ellos es un preadolescente).
Y así fue que un día de 2012, cenando con mi hermana le dije: “Soy gay”, así sin filtros, como pude en ese momento, y luego hablé con mi grupo de amigos, con uno de mis cuñados, y después con mi mamá.
“Mamá, vos ya sabés que soy gay”
La charla con mi madre ocurrió luego de una reunión del grupo, ya llegando a la última parte del año pasado. Yo había salido muy movilizado por lo que se había expuesto y justo me llamó ella porque no le funcionaba el correo electrónico y, aunque era muy tarde, le ofrecí ir inmediatamente a solucionarle el problema. Así que, cuando estaba con la notebook enfrente, le dije: “Mamá, vos ya sabés que soy gay, hablemos de esto…”, a lo que respondió: “Bueno, lo tomo como una confirmación, entonces”.
Un tiempo atrás de eso, mi hermana menor había charlado acerca de mí con ella, y me había avisado: “Mamá me dijo que no está preparada para escuchar eso de tu boca, que necesita tiempo, y que piensa que puede haber un quiebre si se lo decís”. La verdad es que eso no sucedió, y lo positivo es que conmigo mi mamá pudo compartir uno de sus miedos: “Creía que si eras gay ibas a ser infeliz”, me reconoció.
Después también me sorprendió la reacción de mi cuñado que, además de aceptar la situación perfectamente, decidió ayudarme y habló con mi otro cuñado para comentarle que sabía de mi sexualidad, que me apoyaba 100%, y que esperaba que él hiciera lo mismo. La conversación con mi cuñado homofóbico fue más que relajada, simplemente me dijo: “Jorge, sos tan excelente persona y tío, que para mí tu sexualidad es una anécdota”. Creo que, a partir de allí, ahora tiene otra mirada acerca de los gays.
Y una reacción similar recibí de todos: mis amigos no dejan de felicitarme por haberme abierto a contarles de mi intimidad, mi mamá está más cariñosa que nunca, y ahora me siento mucho más cerca de mi familia.
Por todo esto, quiero agradecerles, porque creo que la fuerza y energía de mis compañeros del grupo y el apoyo del coordinador, posibilitó que todo esto ocurriese. Considero que ahora estoy parado en la vida de otra manera y eso me hace cada vez un poco más feliz.
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