“De chico prefería más jugar al elástico que a la pelota”, dice Facundo
Publicado el por Verónica Dema en Boquitas Pintadas.
Hace unos días hablábamos de “La doble vida de Mariano”, que compartió su experiencia de mantener una identidad para su vida social “permitida” y otra para los sitios en los que no quiere visibilizarse por completo. En la noche de inauguración del teatro de Puerta Abierta uno de los oradores, Facundo García, rozó el tema cuando habló de sus épocas de salida del clóset.
Se presentó así frente al teatro colmado. “Para quienes no me conocen, me presento: mi nombre es Facundo. Lamentablemente, hubo momentos y espacios en los que no supe llamarme Facundo. En esos momentos, que fueron más largos de lo que hubiese querido, y en esos espacios, demasiado estrechos para caminar a buen paso, solía usar mi segundo nombre, Nicolás”.
Y agregó: “Ser Nicolás era ser anónimo, invisible, “farsante” (tan en auge hoy). Un denominador común, creo yo de varias generaciones de quienes no adherimos a la heteronormatividad. Porque mi Nicolás era tu Pablo o tu Diego o tu Carlos. En otras palabras, no eras vos ni era yo. Eso es sólo la clave del candado del clóset”.
Escuchar estas palabras, despertaron preguntas. ¿Cómo incorporó eso de tener un nombre para un ámbito y otro para otros? ¿Qué fantasmas tenía? ¿De quién pretendía resguardarse?
Facundo habló de esto con Boquitas pintadas e intentó hacer memoria de aquellos tiempos duales. No le fue fácil retroceder a momentos que recuerda como de mucha soledad. “Ya ni me acuerdo como apareció eso de los dos nombres”, se sincera.
- ¿Qué fantasmas tenías? ¿Pretendías resguardarte de alguien?
- Recuerdo que el de la salida del clóset fue un proceso de profunda soledad. Me preguntaba todo el tiempo por qué me pasaba esto a mí, por qué me sentía atraído por personas de mi mismo sexo. Y buscaba formas de remediarlo o incluso en la adolescencia me planteaba vivir una doble vida, aparentar. Mi fantasma era el rechazo. Ya en la escuela primaria había sentido el rigor de las reglas heteronormativas, nada amigables para un varón que prefería jugar al elástico que a la pelota. Y también estaba ese temor a la decepción que pensaba podía llegar a sentir mi familia.
- ¿Querías autoprotegerte?
- Sí, cuesta enfrentarse a un mundo, parafraseando a Carlos Jáuregui, que te educa para la vergüenza, que deslegitima tu deseo en múltiples formas. Hay un esfuerzo por encasillar en esas expectativas sociales cuando uno es joven y quizás no tiene herramientas para decir “no, no hay un único camino ni una única forma de vivir la sexualidad, los afectos, etc.”. Entonces intenté encontrar formas de autoprotegerme. Era sumamente ermitaño, no me gustaba salir, era un estudiante aplicado y… cuando el deseo se hizo más fuerte mantuve, en una primera etapa, esos mundos separados: para unos Facu y para otros Nico.
- ¿Qué pensabas que pasaría si te visibilizabas con tu primer nombre en todos lados?
- Cuesta pensar a la distancia en esos fantasmas. Estaba tomando una decisión sobre cómo quería vivir mi vida. Hoy es más sencillo pensar en un gay o una lesbiana formando familias con sus parejas e hijos. Pero hasta hace muy poco en nuestro país no teníamos derecho a la adopción conjunta o al acceso a las técnicas de inseminación. Eso era algo que siempre tuve claro que no quería relegar.
Aquí comparto con ustedes el discurso completo de Facundo García, militante del Partido Socialista y miembro de la ONG Capicüa
Para quienes no me conocen, me presento, mi nombre es Facundo. Lamentablemente, hubo momentos y espacios en los que no supe llamarme Facundo. En esos momentos, que fueron más largos de lo que hubiese querido, y en esos espacios, demasiado estrechos para caminar a buen paso, solía usar mi segundo nombre, Nicolás.
Ser Nicolás era ser anónimo, invisible, “farsante” (tan en auge hoy). Un denominador común, creo yo de varias generaciones de quienes no adherimos a la heteronormatividad. Porque mi Nicolás era tu Pablo o tu Diego o tu Carlos. En otras palabras, no eras vos ni era yo. Eso es sólo la clave del candado del clóset.
Volviendo. Aún tenía 17 años cuando por medio de un amigo en común conocí a quien sería un hermano mayor de la vida, a Alejandro Viedma. Fue en una charla organizada por la Federación Argentina LGBT en donde Beatriz Gimeno (en aquellos tiempos presidenta de la Federación Española LGBT) había venido a hablar sobre cómo había sido el camino para que se aprobara el matrimonio igualitario en España.
Por supuesto que, para ese amigo en común –para ese amigo gay en común-, mi nombre en ese entonces era Nicolás.
Y se dio así como en una de esas tardecitas de Buenos Aires que tienen ese que se yo… “Alito” me citó a una entrevista.
Estábamos por Almagro cuando ÉL, hijo ilegítimo de Elizabeth Roudinesco, Sigmund Freud, Lacan y Silvia Bleichmar, tras agudizar sus sentidos psicoanalíticos -escucha atenta y mirada inquisidora- me hizo la gran pregunta.
- Pero decime, ¿cómo te llaman tu familia y tus amigos del colegio?
¡Chan!. Y ahí estaba apuntándole la llave al candado.
- Bueno, en realidad, ellos me llaman Facundo. Uso Nicolás porque es mi segundo nombre y como aún mis viejos no lo saben… y mis amigos tampoco… bueno, vos me entendés.
- Aha, bueno, en ese caso, yo también te voy a llamar Facundo.
Por primera vez, el mundo de mis raíces y de mis afectos -el que ocupaba mi casa, mi escuela, mi laburo- se entrecruzaba con ese otro mundo, el de mis deseos –el de mi putez, mi pluma, mi jean ajustado-. Y, por otro lado, Ale al unísono también me mandaba un mensaje bien directo: me abrió la posibilidad de que sea uno de mis afectos más cercanos. ¿Cómo no inaugurar allí mismo una fraternidad perdurable y fuerte?
Así, al tiempo (porque Ale me hizo esperar a que cumpliera 18 años), ingresé al grupo de reflexión de varones gays de Puerta, el de los míticos jueves, en la sede de Hipólito Yrigoyen y Boedo. Etapa feliz, de encuentros en la mirada de los otros, aprendizajes entre pares y amistades que perduran. Crecimiento personal y colectivo.
No sólo eso: Puerta Abierta también me permitió, con la confianza gigante de su directora Graciela Balestra, dar los primeros pasos en la militancia por el arco iris. Tuve el honor de representar esta institución en la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo en el año 2007. Un camino de compromiso que me enseñó este lugar maravilloso, integrado por personas tan bellas, y del que nunca me pude despegar.
Por eso estoy feliz de esta nueva iniciativa –la del teatro, la del arte- que va a colaborar en la ya titánica tarea que realiza Puerta en pos de una sociedad más igualitaria, con más libertades, más dignas y sobre todo ¡más feliz!
Link permanente: http://blogs.lanacion.com.ar/boquitas-pintadas/arte-y-cultura/de-chico-preferia-mas-jugar-al-elastico-que-a-la-pelota-dice-facundo/
Se presentó así frente al teatro colmado. “Para quienes no me conocen, me presento: mi nombre es Facundo. Lamentablemente, hubo momentos y espacios en los que no supe llamarme Facundo. En esos momentos, que fueron más largos de lo que hubiese querido, y en esos espacios, demasiado estrechos para caminar a buen paso, solía usar mi segundo nombre, Nicolás”.
Y agregó: “Ser Nicolás era ser anónimo, invisible, “farsante” (tan en auge hoy). Un denominador común, creo yo de varias generaciones de quienes no adherimos a la heteronormatividad. Porque mi Nicolás era tu Pablo o tu Diego o tu Carlos. En otras palabras, no eras vos ni era yo. Eso es sólo la clave del candado del clóset”.
Escuchar estas palabras, despertaron preguntas. ¿Cómo incorporó eso de tener un nombre para un ámbito y otro para otros? ¿Qué fantasmas tenía? ¿De quién pretendía resguardarse?
Facundo habló de esto con Boquitas pintadas e intentó hacer memoria de aquellos tiempos duales. No le fue fácil retroceder a momentos que recuerda como de mucha soledad. “Ya ni me acuerdo como apareció eso de los dos nombres”, se sincera.
- ¿Qué fantasmas tenías? ¿Pretendías resguardarte de alguien?
- Recuerdo que el de la salida del clóset fue un proceso de profunda soledad. Me preguntaba todo el tiempo por qué me pasaba esto a mí, por qué me sentía atraído por personas de mi mismo sexo. Y buscaba formas de remediarlo o incluso en la adolescencia me planteaba vivir una doble vida, aparentar. Mi fantasma era el rechazo. Ya en la escuela primaria había sentido el rigor de las reglas heteronormativas, nada amigables para un varón que prefería jugar al elástico que a la pelota. Y también estaba ese temor a la decepción que pensaba podía llegar a sentir mi familia.
- ¿Querías autoprotegerte?
- Sí, cuesta enfrentarse a un mundo, parafraseando a Carlos Jáuregui, que te educa para la vergüenza, que deslegitima tu deseo en múltiples formas. Hay un esfuerzo por encasillar en esas expectativas sociales cuando uno es joven y quizás no tiene herramientas para decir “no, no hay un único camino ni una única forma de vivir la sexualidad, los afectos, etc.”. Entonces intenté encontrar formas de autoprotegerme. Era sumamente ermitaño, no me gustaba salir, era un estudiante aplicado y… cuando el deseo se hizo más fuerte mantuve, en una primera etapa, esos mundos separados: para unos Facu y para otros Nico.
- ¿Qué pensabas que pasaría si te visibilizabas con tu primer nombre en todos lados?
- Cuesta pensar a la distancia en esos fantasmas. Estaba tomando una decisión sobre cómo quería vivir mi vida. Hoy es más sencillo pensar en un gay o una lesbiana formando familias con sus parejas e hijos. Pero hasta hace muy poco en nuestro país no teníamos derecho a la adopción conjunta o al acceso a las técnicas de inseminación. Eso era algo que siempre tuve claro que no quería relegar.
Aquí comparto con ustedes el discurso completo de Facundo García, militante del Partido Socialista y miembro de la ONG Capicüa
Ser Nicolás era ser “farsante”
Por Facundo
Ser Nicolás era ser anónimo, invisible, “farsante” (tan en auge hoy). Un denominador común, creo yo de varias generaciones de quienes no adherimos a la heteronormatividad. Porque mi Nicolás era tu Pablo o tu Diego o tu Carlos. En otras palabras, no eras vos ni era yo. Eso es sólo la clave del candado del clóset.
Volviendo. Aún tenía 17 años cuando por medio de un amigo en común conocí a quien sería un hermano mayor de la vida, a Alejandro Viedma. Fue en una charla organizada por la Federación Argentina LGBT en donde Beatriz Gimeno (en aquellos tiempos presidenta de la Federación Española LGBT) había venido a hablar sobre cómo había sido el camino para que se aprobara el matrimonio igualitario en España.
Por supuesto que, para ese amigo en común –para ese amigo gay en común-, mi nombre en ese entonces era Nicolás.
Y se dio así como en una de esas tardecitas de Buenos Aires que tienen ese que se yo… “Alito” me citó a una entrevista.
Estábamos por Almagro cuando ÉL, hijo ilegítimo de Elizabeth Roudinesco, Sigmund Freud, Lacan y Silvia Bleichmar, tras agudizar sus sentidos psicoanalíticos -escucha atenta y mirada inquisidora- me hizo la gran pregunta.
- Pero decime, ¿cómo te llaman tu familia y tus amigos del colegio?
¡Chan!. Y ahí estaba apuntándole la llave al candado.
- Bueno, en realidad, ellos me llaman Facundo. Uso Nicolás porque es mi segundo nombre y como aún mis viejos no lo saben… y mis amigos tampoco… bueno, vos me entendés.
- Aha, bueno, en ese caso, yo también te voy a llamar Facundo.
Por primera vez, el mundo de mis raíces y de mis afectos -el que ocupaba mi casa, mi escuela, mi laburo- se entrecruzaba con ese otro mundo, el de mis deseos –el de mi putez, mi pluma, mi jean ajustado-. Y, por otro lado, Ale al unísono también me mandaba un mensaje bien directo: me abrió la posibilidad de que sea uno de mis afectos más cercanos. ¿Cómo no inaugurar allí mismo una fraternidad perdurable y fuerte?
Así, al tiempo (porque Ale me hizo esperar a que cumpliera 18 años), ingresé al grupo de reflexión de varones gays de Puerta, el de los míticos jueves, en la sede de Hipólito Yrigoyen y Boedo. Etapa feliz, de encuentros en la mirada de los otros, aprendizajes entre pares y amistades que perduran. Crecimiento personal y colectivo.
No sólo eso: Puerta Abierta también me permitió, con la confianza gigante de su directora Graciela Balestra, dar los primeros pasos en la militancia por el arco iris. Tuve el honor de representar esta institución en la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo en el año 2007. Un camino de compromiso que me enseñó este lugar maravilloso, integrado por personas tan bellas, y del que nunca me pude despegar.
Por eso estoy feliz de esta nueva iniciativa –la del teatro, la del arte- que va a colaborar en la ya titánica tarea que realiza Puerta en pos de una sociedad más igualitaria, con más libertades, más dignas y sobre todo ¡más feliz!
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1 comentario:
Gracias Ale, por todo!
está re bueno el post.
besosss y gracias totales!
vero
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