CARTA PUBLICADA POR EL DIARIO PÁGINA 12, COMO MUESTRA DE AGRADECIMIENTO A ALEJANDRO VIEDMA

SOY
VIERNES, 13 DE MARZO DE 2009
PD
Lo digo desde Soy
Alejandro:
No es fácil poner en palabras esta gratitud demasiado grande. Se cumple un año casi desde que entré al taller de Puerta A. y tenía ganas de escribirte esto. Porque ahora me mudo lejos y porque éstas son esas cosas que uno tiene guardadas en el pecho y no sabe muy bien cómo explicarlas, pero que merecen salir a flote, aunque sea dando tumbos.
Ahora estoy pensando que me di cuenta temprano en realidad, que a los once ya lo sabía. No que era gay, eso ya lo sabía desde antes; a los once descubrí que me daba vergüenza serlo, descubrí que tenía que ocultarlo, callarlo, que lo mejor que podía hacer era mirar a las chicas y tragarme el deseo poseso de besar a mi mejor amigo. A los once comprendí que estaba permitido hablar de las tetas de mi vecina, pero no mirarle la entrepierna a su hermano más grande. La regla era simple y me pasé media vida tratando de cumplirla. Raspándome la mirada, quitándome el amor como una lacra, como una culpa sucia de la que despegarse. Y todavía cerca de los 20 años soñaba con un genio mágico, una píldora, una terapia o un dios que viniera a sacarme la mugre de lo que no quería ser.
Pero entonces un día, como dicen en los cuentos, lo que vos ya sabés: yo estaba perdido y caminé por Hipólito Yrigoyen y toqué las puertas del grupo (de un grupo, de cualquier grupo). Me senté en ese círculo de extraños y sucedió lo que no esperaba: que después de tantos años de evadirme, me encontré por fin a mí mismo.
Es una extraña sensación de trascendencia el aceptarse.
¿Qué puedo decirte ahora? ¿Enumerar los peldaños que me llevaron al amor, a los amigos, al orgullo? Ese círculo me dio la mirada, la palabra y el coraje, me dio la base de todo lo que vino después. Y por eso voy a llevarlos siempre conmigo, como esa mano que me hizo piecito para que saltara la pared y me fuera del otro lado del miedo. Para que saliera de un Berlín por siempre aparte y estirara los brazos a la posibilidad de ser mejor de lo que era.
Gracias una y mil veces, Ale, a vos y a los chicos de Puerta A., por hacerme ver que puede haber un mundo distinto al heredado. Y lo digo desde acá, desde el Soy, para que también escuchen los otros: los indecisos, los temerosos, los reprimidos. Cuando metan el ojo una vez más a escondidas entre las páginas de este mundo al que no se atreven, sepan que hay manos tendidas y dispuestas, y que no habrá jamás libertad más grande que amar sin cuestionárselo o que Ser sin complejos. Adelante.
Yo también Soy.
Nacho