Primer casamiento lésbico en la Argentina

Desde hace 30 años (de amor), Norma le canta a su linda Cachita.

Aunque una jueza pidió la anulación de este matrimonio, el enlace ya se celebró, fue pionero, existió, se llevó a cabo en la Ciudad Autónoma de Bs. As. el día viernes 9 de abril de 2010.

El siguiente video retrata a Norma Arévalo y Ramona Castillo, dos mujeres de 67 años. La opinión de Alejandro Viedma, licenciado en Psicología y coordinador de grupos de reflexión, hablando sobre los gays mayores. Norma es la presidenta del primer centro de jubilados lésbico gay de Latinoamérica, Puerta Abierta a la diversidad, perteneciente a la Federación Argentina LGBT.

Informe de Panorama Mundial por CNN en Español:

Paradojas del casamiento gay y la adopción


Por lic. Alejandro Viedma.

Algunas contradicciones generadas y escuchadas respecto del matrimonio de personas del mismo sexo en Argentina y las familias homoparentales.

Desde hace un mes a la fecha he estado escuchando ciertas cuestiones que ha generado la primera pareja gay que se casó en la ciudad de Buenos Aires, algunas similares y otras distintas a las de la primera pareja en casarse en Argentina, pero en la provincia de Tierra del Fuego. Lo positivo de esta polémica es el hecho de que ya se comparen las formas de mostrarse, exhibirse, hablar, manifestarse corporalmente y llevar adelante el matrimonio gay en nuestro país, eso denota que algo ya se inauguró, se convirtió en realidad autorizada por la justicia, una realidad que continúa creciendo, y se puede opinar libremente de esta manera de poner en discursos los actos amorosos de los contrayentes.

Por otro lado, constituye una paradoja el hecho de que una sociedad productora de clósets ubique públicamente en la palestra a parejas del mismo sexo que contraen matrimonio. Tanto en la primera como en la segunda ceremonia civil, alguno de los protagonistas (marido, activista amigo o representante de la ley que formó parte del enlace) puso en palabras un deseo: que próximamente una pareja construida por personas del mismo sexo que se case, pueda mantener en su privacidad dicha celebración, como cualquier pareja heterosexual, que no tiene encima y alrededor suya a los medios masivos de comunicación para cubrir el evento.

Ahora bien, si la heterosexualidad es pública, si su difusión no está coartada, ¿por qué la orientación homosexual y el amor que la enmarca deben ser privados, hay que guardárselo en la intimidad? Yo creo que el nombrar ese amor, el nominarlo, el publicarlo deberá ser una decisión elegida por los sujetos, y lo ideal sería que no sólo tengan que existir caminos extremos y dicotómicos, posibilidades polarizadas, encontradas: que las cámaras de televisión estén presentes o que se mantenga el casamiento en el más pulcro secreto, al punto de que no se pueda avisar a familiares y amigos.

Lo que decía dos párrafos arriba es lo siguiente: justamente el empujar a los sujetos a los clósets, a que no hablen sobre su “elección” de objeto homosexual, a que ni siquiera se muestren con sus partenaires amorosos, paradójicamente convida a que las personas lesbianas y/o gay involucradas luchen por tener el mismo derecho que el de una persona hetero a mentar su deseo y difundirlo.

Entonces, mientras el matrimonio gay sea algo novedoso y problemático, mientras siga activando tanto escozor, caminos sinuosos y “morbos granhermaneanos”, que una parte de la sociedad negadora de realidades soporte mirar por cadena nacional y se convierta en voyeur de lo que supuestamente no desea ver, que se aguante escuchar el amor profesado de un varón hacia otro varón, que sobrelleve la caricia lésbica que no es para calentar a machos, que digiera también esta sociedad ingresar en un área de igualdad y así dejar de poseer la superioridad por ser, los heterosexuales, los únicos ciudadanos con derechos plenos.

El casamiento gay también provoca y provocará preguntas que pueden y deben ser respondidas por los adultos: “mami, papi (en cada hogar), ¿ahora dos mujeres o dos hombres pueden casarse?”, o “señorita; profe (en las escuelas, en los colegios), ¿qué son las familias diversas?”, o “¿un nene puede tener dos papás o dos mamás?”. Para que esos niños crezcan saludablemente será necesario que dichos interrogantes formulados sean respondidos con veracidad, sin el agregado de contenidos prejuiciosos, homofóbicos o de una moralina dudosa.

Cada vez que se deslice y se interiorice el mandato represor, es como volver a foja cero, ya que a veces el camino hecho para salir del clóset social también presenta retrocesos, pues esa parte con doble moral de la sociedad argentina aún insiste en que se vuelva a los placares individuales.

Lo institucional es instituyente de una importante causa de ello, la raíz que empotra está en cada una de las instituciones heteronormativas (iglesia, Estado, entre otras), sobre todo la familia tradicional como obligatoria. A partir de ahí, de si cada institución produce homosexuales cien por ciento enclosetados o menos enclosetados, o de lesbianas y gays siempre y cuando no tengan los mismos derechos que los demás, se podrá inferir el grado de violencia moral que recibe cada sujeto y cada grupo.

Si bien parecen haberse aflojado algunos discursos contrarios virulentos, el tema urticante lo sigue constituyendo la adopción de hijos por homosexuales, acto, este último, que también permitirá que más familias homoparentales -de las que ya existen y nunca gozaron del soporte legal que debe proteger a las niñas y a los niños- puedan componerse con plenitud y dignidad. Muchas personas nos cansamos de oír “yo no estoy en contra de que se casen, de que tengan sus derechos, pero no estoy de acuerdo con que adopten”. Tal vez dicha manifestación represente un paso, pues antes sólo –y como mucho- se hablaba de unión civil; igualmente el matrimonio en sí ya habilita para la adopción, así que estar a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo pero en contra de la adopción, constituye en sí otra paradoja.

Además, ¿por qué privar a padres de participar de y festejar ese amor de un hijo con su pareja? ¿Por qué privar a los seres cercanos de ser tíos, abuelos, padrinos de niñas y niños que son hijas e hijos de una pareja lésbica o gay? Es sabido que los lazos familiares y amistosos son agentes de salud; todos sabemos cuánta felicidad aportan los nietos a los abuelos, los sobrinos a los tíos –y viceversa- y todo el postizaje que rondará celebrando el elegir querer agrandar una familia.

No hay mucho material en Argentina sobre “las nuevas formas de familias”, por lo cual es importante que de a poco los profesionales reproduzcamos algunas viñetas, que trabajemos con estos casos, que veamos qué diferencias y semejanzas se presentan en comparación con las familias tradicionales que perduran.

No existen modelos de familias homoparentales visibles en nuesto país, no hay gente famosa que cuente sobre la construcción de estas familias, sí existen en los Estados Unidos hace muchos años, por ejemplo, mujeres lesbianas exitosas como la actriz y conductora Ellen Degeneres o la cantante Melissa Etheridge, que hasta fue con su pareja e hijos tapas de revistas trascendentes.

“Siempre hay deseo de formar una familia”, dijo Élisabeth Roudinesco, y la capacidad de amar (que tiene que ver con la salud) de esos padres, es lo más importante.

Ya es hora de que se deje de subestimar a las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans (LGBT), sujetos que insisten, “vericuetean” las leyes añejas y atemporales, personas que son grandes estrategas para proteger a sus pares e impares.

Una noticia de último momento informa que por estos lares está por casarse la tercera (de una lista de casi setenta) pareja de homosexuales, pero ojalá llegue pronto el día en el cual las lesbianas y los gays de nuestra patria dejen de recurrir a amparos legales para contraer matrimonio, ojalá el slogan que siempre mantuvo la Federación Argentina de lesbianas, gays, bisexuales y trans (FALGBT), “los mismos derechos con los mismos nombres”, sea algo corriente para todas y todos en todos los ámbitos de esta nación, por lo cual es sumamente necesario que se apruebe próximamente en el Congreso la ley de matrimonio para personas del mismo sexo.

Entre otras cosas eso es lo que calmará el sufrimiento de muchísimos niños y niñas, porque para los chicos que viven en una familia homoparental, ese ambiente es una configuración naturalizada. Desde mi experiencia clínica con familias diversas, a los niños no les hace mal crecer y convivir con padres del mismo sexo, y sí no estar protegidos legalmente o ser discriminados por el contexto social, por las instituciones, como por ejemplo colegios religiosos que no les permiten su inscripción.

Qué paradójico, ¿no? Los que se obsesionan y se preocupan en demasía por cómo saldrán los hijos de una pareja homosexual, son los mismos que desestiman los estudios mundiales y los mismos y únicos que causan dolor y sufrimiento a esos niños discriminándolos, maltratándolos, desoyéndolos.