Gracias y felicidades!!

Le deseo felices fiestas a cada persona que entra en este blog, que ya ha superado las 40.000 visitas! Agradezco y valoro mucho este intercambio reflexivo, respetuoso y afectivo que despliega un puente entre nosotros desde hace un lustro, para tratar de sortear la desigualdad, el dolor, la injusticia, la ausencia, el aislamiento y la soledad siendo bien humanos y no creyendo en soluciones mágicas sino laburando, construyendo, conectándonos y solidarizándonos con nuestros semejantes. 
Estoy cerrando otro año maravilloso y quería compartir con ustedes este texto que me llegó de un expaciente ("P", quien me dio su permiso/consentimiento para publicarla) y me conmovió mucho. Es una de las tantas muestras de apoyo y agradecimiento que recibo, y el que da las gracias soy yo. 
Que tengan un gran 2013 con salud, trabajo y amor. 
FB: Alejandro Viedma Psi  https://www.facebook.com/pages/Alejandro-Viedma-Psi/197298870290333?ref=hl


SABOR A VIDA, por P.
Uno se sorprende con lo que descubre de las cosas de la vida cotidiana y de cómo se pueden encontrar similitudes entre las actividades diarias y las cosas realmente fundamentales. De cómo todo, a fin de cuentas, termina siendo igual de importante en la vida, porque en las cosas pequeñas y rutinarias es donde muchas veces está la verdadera esencia del alma y el secreto de la felicidad.
Día de descanso en casa... Aquí me encuentro a mí mismo pensando en mi ex-analista, el Lic. Alejandro Viedma y, paralelamente, haciendo pizzas caseras para la semana.

En una conexión con él, estamos “hablando” de todo un poco y yo estoy recibiendo, como siempre, tanto conocimiento como reflexiones hermosas de esta gran persona… Y entonces comencé a recordar todo lo bien que me hicieron los casi tres años de terapia con él.
Al principio yo no creía ni quería saber nada con hablarle de mis cosas a un desconocido, ni a nadie. Vivía encerrado en mi mundo, en mi propio placard. Vivía una vida de mentiras, una falsa felicidad, en la cual mis momentos de placer y alegría eran los que me imponía el afuera, o yo mismo y, de alguna manera, intentaba autoconvencerme de que eran auténticos.
Fue cuando me enamoré por primera vez... de un chico. O de la idea de estar con ese (o con cualquier) chico libremente, viviendo la vida que sólo en sueños me permitía vivir y hasta cierto punto, porque inclusive mis sueños se convertían en pesadillas en el momento en el que bloqueaba todo intento de desear una vida –para mis seres cercanos- diferente, prohibida y hasta errónea.
Y fue también entonces cuando me crucé con un artículo de Viedma en Internet… ¿Casualidad? Creo que todo ocurre por algo y creo fielmente en un Ángel de la Guarda (me gusta pensar que es mi madre que se fue hace mucho), en un Destino, o en como uno lo quiera llamar. La cosa es que este mensaje me llegó en el momento justo de “apertura”, ya que comenzaba de a poco a permitirme ser.
Solamente había hablado de mi sexualidad con mi hermana, pero me sentía muy solo, dubitativo y con miedo, y tomé una de mis primeras decisiones como persona librepensadora e independiente: comenzar una terapia.
Ya desde el principio noté cómo las frases que INCONSCIENTEMENTE afloraban de mí, expresaban deseo, falencias, necesidades de gritar y cambiar esta realidad que estaba viviendo, temores, fantasías, etc., cosas que mi terapeuta me marcaba acertadamente en mis fallidos y sueños y me hacía repensar y trabajar más profundamente sobre ellos.
Hace un rato con un amigo rememoraba una de las primeras sesiones en la cual Alejandro me pidió que describiera mi día ideal: no hice más que quedarme en silencio durante largos minutos y, luego de eso, el bloqueo mental, las ganas de llorar, hasta sentí vergüenza de no saber quién era yo, qué quería, de qué disfrutaba… porque las cosas que me hacían bien NO eran las correctas, NO debía hacerlas ni sentirlas… Estaba encerrado en una celda en la que NO me permitían ni me permitía ser, hacer ni sentir. Y allí empezó a aflorar el “Basta de NO!!”. Stop con los noes…
Ha sido un trabajo conjunto entre mi psicólogo (quien ante mí se presentaba enigmático pues yo no sabía absolutamente nada de su vida, pero al mismo tiempo cálido, contenedor) y yo… Y más adelante me permití incorporar en este proceso a mis amigos, a mi nueva pareja, a mi familia… Un recorrido en el cual fue trascendental hablar, decir, hacer, probar, sentir, equivocarme, consciente y hasta inconscientemente, dejando salir todo lo que había adentro. Es que esa es la única manera de conocerse y de que las cuestiones anquilosadas y sufrientes puedan modificarse.
Y son en las cosas y acciones de la vida cotidiana, por mínimas que sean, en las que uno se va descubriendo. Hay que empezar por ahí, de a poco, tomándose el tiempo para cada cosa, porque todo requiere un viaje en el cual, por ejemplo, descubrí que disfruto mucho de la cocina y que, como en la vida, para preparar unas ricas pizzas hay que tener los ingredientes necesarios (y si no se los tiene, hay que ingeniárselas para hacer lo mejor que se pueda con lo que hay); hay que tomarse un tiempo determinado para que leve la masa, para que crezca (en todos los sentidos que a uno se le pasen por la cabeza); amasarla con fuerza, convicción, constancia; cuidarla para que no se queme, para que no se pase ni se eche a perder y, por sobre todo, hay que hacer las pizzas con mucho amor. Además, en lo posible, hay que compartirlas con gente querida, gente que nos haga sentir bien y, si esto no se puede, disfrutarlas solo, con la compañía de uno mismo… porque lo más importante es, básicamente, poder disfrutarlo y disfrutarse para luego darse entero pero sin perder la esencia de lo que uno es. Como me dijo una vez Alejandro: “sin que te desdibujes como sujeto”.
Hoy puedo decir que, gracias a todas estas cosas que me fui permitiendo en estos últimos años, gracias a mi gente y sobre todo gracias a haberme animado a emprender un tratamiento analítico, pude abrir mi cabeza, conocer mi interior, navegar en mi inconsciente, animarme a amar como y a quien yo quiera (a mi pareja varón con el que llevamos ya casi dos años de casados); a trabajar en lo que me encanta y disfruto; a gozar de la música y el canto, la cocina, la naturaleza… Pero fundamentalmente, me habilité para vivir.
Cuántas veces escribí la palabra VIVIR!! Es que de eso se trata: de vivir, animándose, equivocándose, conociéndose, aprendiendo, hablando, disfrutando… amando, amando… amando… viviendo y dejando vivir… FELIZ!
¿Quién quiere una porción de muzza?

El peso de las palabras violentas


Por lic. Alejandro Viedma

Para AGMagazine.info

¿Te has puesto a pensar que una palabra conlleva energía positiva o negativa según su carga valorativa?

Si bien los conceptos socialmente aceptados son definidos desde la literalidad del diccionario, en primera instancia son útiles porque el universo simbólico con sus notas tiene entre sus funciones la de ordenar: por un lado estructura, organiza la realidad para que no haya caos y, por otro, imparte e impone orden (a través de preceptos, leyes, advertencias) y desde allí indica cómo se deben hacer las cosas y cuáles no se pueden practicar, creando así un discurso implícito o explícito de permisos y prohibiciones.

Las palabras y sus sentidos dependerán de su carga valorativa, por su condición de no inocencia, de cómo, dónde y cuándo se las expresen y, a partir de ahí, sabremos de qué forma las incorporamos y repetimos, ya que nos han educado de una manera normativa y eso condiciona y nos condiciona.

De esta manera, cada uno de nosotros será responsable en tratar de iluminar el lenguaje, de que las palabras tengan una fuerza positiva, no violenta, de cambiar lo ensombrecido de un significado vacío, peyorativo o sórdido preestablecido.

Un ejemplo de la positivización de lo anteriormente negativo lo constituye nominar a una “persona que convive con el VIH” o decir que tal sujeto es “VIH positivo”, en lugar de mencionarlo como “portador” o “infectado” –y ni hablar de “sidoso”-. Porque negativizar a alguien significa cargarlo con más peso (allí el menos es más, el signo -, negativo tiene como resultado que se lleve +, mayor carga) en su mochila, en su espalda, en su cuerpo y en su interior.

Específicamente y para abordar la diversidad sexual, a mí me interesa preguntar a mis pacientes en tratamiento analítico y a los asistentes a los grupos de reflexión para varones gays que coordino en Puerta Abierta: “¿Qué circulaba en tu casa/familia acerca de la homosexualidad?”; “¿cuáles eran los términos que se utilizaban para referirse a los gays?”. Lamentablemente la inmensa mayoría de los entrevistados expresa que siempre ha escuchado cuestiones negativas, patologizantes, malas, insultantes respecto a la homosexualidad, sólo excepcionalmente han escuchado algo positivo de ésta. O sea que hay modos de “malaeducación”, sobre todo en las escuelas y en los hogares, que internalizamos pues se enseña (¿o se enzaña?) desde una moral que crea prejuicios y viceversa.

Con las personas LGBTIQ aun continúa sucediendo lo que yo llamo “el discurso cultural del NO” o “la cadena de lo negativo” ya que, en mi experiencia clínica he estado registrando varias frases a modo de devoluciones de los demás como correlato de las entradas y las salidas de los placares, es decir, algunas respuestas recibidas cuando por ejemplo alguien se asume gay o lesbiana con un cercano o no tanto; mandatos que, justamente, comienzan con la negatividad, lo que refuerza el imperativo: “No podés hacerlo”; “No se debe”; “No lo digas”; “No lo muestres”; “No lo pienses”; “No mantengas esa fantasía”; “No elijas eso”; “No es correcto que toques a otro varón”; “No lo beses”; “No te le acerques”; “No está bien que te vean con él”; “Que NO te escuchen”; “No lo acaricies delante de mí”; “Qué va a decir la gente, que NO sepan que es tu novia, decí que es tu amiga o tu prima” (dirigido a una hija). Dichas expresiones nunca pasan desapercibidas, jamás se las lleva el viento y, si no entran por un oído y salen por el otro, traen consecuencias obviamente negativas en la salud y en la sexualidad de los sujetos receptores de esos discursos amenazantes y condenatorios, seres que se van sintiendo y construyendo como diferentes porque los demás los ven y consideran así.

Y todo esto tiene que ver, insisto, con la educación y, además, con la transmisión de lo judeo-cristiano. En palabras de José Milmaniene (fuente: Imago Agenda nº 92, agosto de 2005, pág. 42): “Antes de leer, carecemos de las palabras, y luego de leer poseemos los significantes que desocultan y revelan el Ser. Los textos fundacionales de la cultura son más que elocuentes al respecto: inscriben en el psiquismo las secuencias significantes que portan las enseñanzas y los mandatos, en un nexo de interacción, tal como lo indica el nombre mismo de la Biblia hebrea (Torá), que significa a la vez mandato y enseñanza. Nos constituimos como sujetos de la Ley a través de las enseñanzas, que siempre imponen normas que nos alejan del goce, tal como lo patentizan los Diez Mandamientos. Al imponernos el límite subjetivante, se nos transmite un modelo de ser, basado en la identificación con el valor de la palabra”.

Lo interesante y el desafío que se nos presenta en tanto humanos es que como tenemos la capacidad para crear realidades, podemos modificar lo literal del diccionario, los manuales escolares añejos o cuestionar los dogmas. Algo de eso está sucediendo en nuestro país hace varios años con algunos medios de comunicación importantes como ciertos diarios (por ej., Página 12) o el blog Boquitas Pintadas (creado por la periodista Verónica Dema) de lanacion.com, los cuales hace un tiempo relativamente corto empezaron a escribir “las” travestis, dejando de hacerlo en masculino.

Por supuesto, otra tarea ardua es la que tendrán los docentes, fundamentalmente si se cumple la Ley de Educación Sexual Integral, y es por ello que celebro la consigna de este año de la XXl Marcha del Orgullo: “Educación en la Diversidad para crecer en Igualdad.

Además y concluyendo, los terapeutas tenemos la responsabilidad de habilitar a los sujetos LGBTIQ –y también a los que no lo son, porque los heterosexuales también tienen conflictos con la sexualidad y el amor- para que puedan expresar con libertad, tranquilidad y firmeza sus sentimientos, su sexualidad, su vida, sus placeres, su erotismo, su deseo más allá de la orientación sexual y/o de la identidad de género que cada uno/a asuma, justamente desde lo positivo que implica ser diversos.

* Alejandro Viedma es licenciado en Psicología (UBA), psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión para varones gay. Facebook: Alejandro Viedma Psi -

“Buenos Aires me ayudó a asumirme gay”

Publicado el por  para Boquitas pintadas



Esta es la historia de Tomás, un lector de Boquitas pintadas que tiene 21 años y cuenta su llegada a Buenos Aires desde una provincia muy conservadora y cómo esa mudanza en plena adolescencia le permitió salir del clóset. Su relato permite reflexionar sobre muchísimos temas: los costos de no poder asumir la orientación sexual, las ventajas de la gran ciudad, los propios prejuicios dilemáticos, la lucha de poderes entre “lo que está bien” y “lo que está mal”, la bisagra que significó la ley de matrimonio igualitario, la importancia de no estar solo al momento de auto-aceptarse gay, entre otros.
 
Comparto lo que narra Tomás, que en su relato menciona a este blog como un puente que le permitió conocer la ONG Puerta Abierta, a la que se integró como uno de los participantes del grupo de reflexión para varones gays. Allí encontró la contención que necesitaba para empezar a vivir plenamente su homosexualidad.
 
“La sexualidad es el lugar desde donde uno se para en la vida”
 
Por Tomás
 
Llegué a Buenos Aires en plena adolescencia, solo y con mi mochila cargada de miedos, confusiones y no saberes. Vine desde una ciudad del interior del país, donde en el círculo donde yo me movía, la homosexualidad era un completo tabú.
 
A esta ciudad gigante a la cual llegaba, no lograba entenderla. Su frenetismo me apabullaba: gente corriendo para todas partes, personas durmiendo en la vía pública, edificios de más de veinte pisos, ruidos de autos y bocinas por doquier, chicas caminando de la mano en Plaza Francia… Era como desde mi casa me la habían pintado: “En Buenos Aires están todos locos”.
 
Pero especialmente me intimidaba terriblemente la libertad con la que la gente manifestaba su sexualidad, sentía que eso me dificultaba cada vez más poder guardar mi gran secreto: me gustaban los hombres.
 

Al año siguiente de llegar a Buenos Aires, viví nada más ni nada menos que el debate por el matrimonio igualitario. Escuchando este debate pude identificar claramente en las personas que se oponían a la ley, a la sociedad conservadora y homofóbica de la cual provengo, y del otro lado, una voz que me decía que el ser homosexual no era algo por lo que tuviera que avergonzarme o pedir perdón. Estaba muy confundido. Los argumentos de ambas partes los sentía válidos.
 
No podía más. Vivía estresado, y lo empezaba a notar en mi cuerpo, sí, somatizaba bastante: se me caía el pelo, me bajaban las defensas, me enfermaba continuamente (los dolores de garganta y mareos eran cada vez más constantes), adelgazaba…
 
Tenía que tomar una determinación, tenía que hacer algo por mí. Ese algo fue tomando forma, y de a poco pero con cada vez más fuerza me fui convenciendo de que lo que tenía que hacer era aceptar lo que sentía, tenía que aceptarme.
 
En esa búsqueda de contención, cada tanto leía el blog Boquitas Pintadas del diario La Nación, donde me enteré de una organización llamada “Puerta Abierta”, y de un grupo de reflexión para varones gay. La idea la descarté desde el primer momento. “Un grupo de reflexión para varones gay”. En mi imaginario repleto de miedos, prejuicios y desconfianzas, lo que esperaba de un grupo donde había mucha “gente gay” era que hicieran cosas “desviadas”, pensaba que iba a encontrarme con un grupo de “encuentros sexuales”, un sauna o algo similar. Cabe recordar que para mí, en esta ciudad, “todos estaban locos”.
 
Un día, harto de escucharme a mí mismo y mis auto-discursos, saqué fuerzas de alguna parte y me animé a llamar al Lic. Alejandro Viedma, el coordinador del grupo de reflexión, para pedirle una entrevista. Fui a su consultorio, muerto de miedo, y finalmente descubrí que no era un grupo de encuentros sexuales y decidí quedarme.
 
El duelo de no ser lo que querían los demás
 
Hoy puedo decir que tuve y tengo mucha suerte. Yo no realicé mi camino de salida del clóset solo, por más soledad que este camino implique, sino que lo hice sostenido por grandes personas que me ayudaron a transitarlo, tal vez sin que siquiera ellas supieran lo que significaban para mí, pero que sin las cuales dudo lo hubiera podido lograr.
 
Desde el primer día que llegué a este espacio grupal comencé un duelo: el de no ser lo que siempre quise ser (o lo que los demás querían que fuera), y comenzar a ser lo que realmente soy. La diferencia estuvo cuando empecé a notar que me sentía bien siendo lo que soy, y ahí fue cuando tomé consciencia: estaba empezando a salir del placard.
 
Hoy tengo 21 años y siento que mi proceso continúa. Estoy orgulloso de los logros que pude alcanzar, como blanquear mi sexualidad con personas muy importantes en mi vida, como lo son familiares muy cercanos y amigos.
 
Pienso que salir del ropero, es muy importante. Sólo podemos hacernos cargo de lo que es nuestro, no de lo que le suceda a los demás con lo que somos. La sexualidad es el lugar desde donde uno se para en la vida, desde donde miramos el mundo, no es solamente el acto sexual, sino mucho más que eso. Uno elige un/a compañero/a para compartir su vida -cualquiera que haya vivido el estar enamorado, daría testimonio de que es uno de los estados más maravillosos que existen- por lo cual, no es intrascendente contar que uno es gay, que está de novio con otro varón.
 
En lo personal, a mí me sirvió mucho escuchar personas como las que conocí en el grupo de Puerta Abierta, para mí, fue sinónimo de crecer. A todas y cada una de estas personas, las admiro profundamente, ya que intentan a través del diálogo y la reflexión, crecer como personas; y cada uno desde el lugar que ocupa, trata de mostrarle a quienes tiene a su alrededor y no comprenden o temen lo que es diferente a ellos, que lo diverso no es tóxico; camino que yo creo, es el único para alcanzar una mejor y más justa sociedad. Por esto mismo, pienso que lo importante, es no encerrarse.
 
Lo único que tengo hoy son palabras de agradecimiento para el moderador, Alejandro, y todas esas personas del grupo de los miércoles, que me enseñaron que “uno sólo puede amar y ser amado realmente desde el sentirse y mostrarse tal cual es, y no desde un personaje o de algo montado dependiendo de la ocasión. Por consiguiente, los personajes en su lugar: para las novelas, las ficciones, las tablas, pues preferible es no ser galardonado como `mejor actor´”, como alguna vez escribió Viedma.
 
“No soy diverso por ser gay, sino por ser humano”
 
Para finalizar, quisiera compartir lo que considero uno de los aprendizajes más importantes que he tenido en este corto trayecto de veintiún años que lleva mi vida y es, justamente, el aceptar la diversidad. Entender que todos somos diferentes. Parece simple, pero para mí no lo es. En este tiempo, logré comprender que no soy diverso por ser gay, soy diverso por ser un ser humano, ya que todos somos diferentes los unos de los otros, por lo que somos y por lo que “elegimos”. Somos diferentes por gustarnos más el fútbol que el básquet, por ser hinchas de Boca o de River, por gustarnos el rock o el blues, por ser negros o blancos, por ser hetero u homosexuales, por ser católicos o judíos, etcétera, etcétera.
 
El hecho de que se consideren minorías diversas a las de una determinada raza, religión, orientación sexual o identidad de género, a las cuales hay que “tolerar”, es un grave error, porque a fin de cuentas, la diversidad es mucho más que una minoría: es la esencia del ser humano. He logrado ver que discriminar jamás puede conducir a algo positivo, y si yo alguna vez discrimino, es porque no aprendí nada de todo lo que me tocó vivir. Ningún ser humano debería discriminar a otro por ser “diferente”, pero los que alguna vez nos sentimos discriminados, debemos prestar especial atención en no hacerlo, pues nosotros sabemos más que nadie lo que se siente estando del otro lado. Me atrevo a aventurar que para las próximas generaciones, comprender esto no será tan difícil, porque ya hay y habrá más información, lo que hará que, al deconstruirse los preconceptos, la gente pierda el miedo.
 
Tomás

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¿Hay un gay reprimido detrás de un homofóbico?

Publicado el por Verónica Dema para Boquitas pintadas

¿Quién se esconde detrás de un homofóbico? ¿Hay un gay encubierto, como suele escucharse? Especialistas vinculados a la psicología y a la psiquiatría reflexionan sobre el tema para ofrecer una mirada esclarecedora. Coinciden en relativizar esta postura y aportan sus fundamentos teóricos. En un segundo post sobre este tema, estos mismos especialistas darán su punto de vista sobre cómo reducir la homofobia.



Uno de los conceptos clave para contextualizar la cuestión es heteronormatividad. Tal como define el Lic. Alejandro Viedma, un colaborador esencial en Boquitas pintadas, es una “expresión usada para identificar una supuesta norma social relacionada al comportamiento/patrón heterosexual; se condice con la idea de que el modelo heterosexual es el único válido socialmente, por lo tanto, normal y obligatorio, lo que justifica los argumentos discriminatorios y prejuiciosos contra lo LGBT, particularmente los relacionados a la construcción de las familias no tradicionales y la expresión pública de la diversidad sexual”.
 
La psiquiatra jefa del departamento de Psicología y Filosofía del Colegio Nacional de Buenos Aires, Silvia Di Segni, explica. “Creo que la respuesta que daría, clásicamente, el psicoanálisis, sería que detrás de una persona homofóbica hay un/a homosexual no asumido/a, pero considero que esto sólo cubre un aspecto posible de la cuestión. Me parece que también es necesario analizar cómo se construye una subjetividad homofóbica en nuestros días”.
 
Y se explaya: “Esta aparece a menudo (aunque no exclusivamente) en sectores conservadores y fundamentalistas (religiosos, políticos, sociales) que se definen en base a binarismos rígidos del tipo: “nosotrxs/otrxs” que atraviesan diferentes aspectos de la vida, entre los que están las sexualidades. Y, en el caso de las sexualidades, esos sectores no aceptan la diversidad sino únicamente la heteronormatividad en la cual tradicionalmente el varón mantendrá un lugar de poder y privilegios siempre que se muestre perfectamente varonil no sólo a costo de reprimir deseos inconscientes sino también de implementar la hipocresía consciente que ocultará infidelidades y otras sexualidades (desde las posibles, como el deseo por personas del mismo sexo o trans hasta las delictivas como la pedofilia, la violación o el incesto). Aún las mujeres homofóbicas sostienen ese sistema más allá de que no las favorezca”.
 
Así es que, según el punto de vista de Di Segni, “adjudicarle solamente el temor a asumirse como homosexual a una persona homofóbica en parte lx justifica ante el juicio de ser consideradx, simplemente un/una racista capaz de atacar, combatir o denigrar a quienes no sienten/piensan como él/ella. Toda persona que asume una conducta homofóbica se sitúa por encima de lxs demás a quienes se sienten con derecho a perseguir y eventualmente atacar o matar. Se trataría entonces de un fenómeno de narcisismo patológico para el cual lxs otrxs no son considerados personas con igualdad de derechos; su “nosotrxs” incluye a seres supuestamente superiores y lxs “otrxs” a aquellos supuestamente inferiores”.

“No todos los homofóbicos son homosexuales”
 
El psicoanalista Diego Samara, licenciado en Psicología de la UBA, señala que siempre existe algo en común y algo que se diferencia entre los homofóbicos. Según considera, lo común, lo que no falta nunca en un homofóbico es lo heteronormativo como única forma de vida. La diferencia está en que no todos los homofóbicos son homosexuales no asumidos.
 
“Creo que hay que tener cuidado con esta creencia defensiva que generaliza. Esto, por lo que deja implícito: ‘Todos los homofóbicos son homosexuales, sean asumidos o no’, que también se podría leer como: ‘Los que discriminan son homosexuales’”. Y se justifica: “Sostengo que algunos homofóbicos sí, en su minoría, son homosexuales no asumidos. En este punto, me parece necesario indagar, investigar, ¿a qué se debe que no asume su homosexualidad?, ¿qué creencias, prejuicios, mitos se esconden detrás?, porque uno no oculta su orientación sexual porque sí, pues no existen heterosexuales no asumidos”.
 
Por otra parte, aclara, en muchos casos, los homofóbicos son heterosexuales. “Esto se debe a la cultura heteronormativa, a lo que transmite la iglesia o a lo que se cultiva en una familia”.
 
“Gays encubiertos, los más crueles”
 
La directora de la ONG Puerta Abierta, Graciela Balestra, también coincide con sus colegas en que no necesariamente todo homofóbico es un gay no asumido, aunque aclara: “En ese caso, paradójicamente, la discriminación se suele expresar con más crueldad. Quizás porque los demás le muestran en espejo lo que no puede aceptar de sí mismo”.
 
La licenciada en Psicología explica que la homofobia parte de un prejuicio o de muchos. “Todas las personas incorporamos algunos prejuicios en nuestra infancia, de diversa índole. El prejuicio es una creencia fuertemente arraigada sin correlato con la realidad, ya que se crea a partir de una sola experiencia con una gran carga afectiva, que luego se generaliza. Por ende es irracional. Por ejemplo: todos los perros son peligrosos (a partir de que me mordió uno de chico)”.
 
Balestra agrega que los prejuicios también pueden ser aprendidos y transmitidos de generación en generación: éstos se adquieren entre los 8 y 11 años, que es la llamada etapa de adquirir valores. “Las familias están convencidas que eso que enseñan a sus hijos es un valor. Así se incorpora la homofobia. El problema es que algunos hijos se inmolarían por sus padres antes que decepcionarlos (al menos inconscientemente), o sea que aunque los cuestionen verbalmente, es posible que sigan llevando consigo la carga de la culpa”.
 
“Muchos no aceptan su homofobia”
 
El licenciado en Psicología (UBA) Alejandro Viedma, psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión de varones gays, aclara que no se puede ni se debe hacer un diagnóstico a distancia, ni universalizar particularidades porque el psicoanálisis es la práctica terapéutica desde la escucha del caso por caso. “Si alguien fuera homofóbico, y si lo quisiera, tendría que acercarse al consultorio de un terapeuta para revisar sus conflictos psíquicos con ese y otros temas, en pos de poder resolverlos, descubriendo ‘qué se esconde detrás de’ o qué subyace en su práctica discriminatoria”.
 
Pero habla de un inconveniente y es que, por los preconceptos y estereotipos, “muchos no sólo no concientizan su homofobia sino que marginan, segregan a otros porque es lo que previamente naturalizaron y, por ende, ni se cuestionan u objetan su postura habitual. Así que no puede expresarse que quien es homofóbico es un homosexual no asumido”.
 
Según Viedma, además, también los gays pueden internalizar la homofobia social, religiosa, familiar, institucional, cultural porque “lo que no ha dejado de impregnar en nuestra Latinoamérica es una matriz machista/sexista/patriarcal; es decir, también podría destilar homofobia alguien que se encuentre y viva fuera del clóset y no obstante rechace a otros con sexualidades no normativas, sobre todo, a los varones más afeminados (en esta línea no es fuera de lo común escuchar frases tales como: ‘A mí no me gusta la gente del ambiente, busco cero plumas”), o a las personas trans (“No me representan las travestis que muestran por tv en la marcha del orgullo”) o, en el caso de las lesbianas, sucedería otro tanto contra las mujeres más masculinas, las “butch” o “bomberos”/”camioneras”.
 
Lo que sí enfatiza el profesional es que se puede percibir que “por debajo de la homofobia hay miedo, aversión u odio irracional que puede manifestarse en conductas agresivas o evitativas frente al pánico y eso deviene en rehusar al otro (otro a quien se lo posiciona como diferente o inferior) a través de violencia moral o explícita o, en el caso de la homofobia internalizada, muchas veces, el daño recae en el propio sujeto homosexual que aún no ha logrado su autoaceptación total, lo que puede incidir negativamente en su vida sexual o provocar el autoflagelo, por ejemplo, dañando su cuerpo, su salud física y/o psíquica por vías distintas”.

“Detrás del insulto hay ignorancia”
 
El licenciado en Psicología Fernando Cano también aclara que es importante referirse a la homofobia desde una perspectiva amplia -que incluya variables culturales y sociales. En ese sentido, explica: “Si tenemos en cuenta que los modelos de pensamiento actuales referidos a la sexualidad surgen de un paradigma heteronormativo, que rotula a lo diferente en el lugar de excepción o disfunción, podemos ver a los individuos discriminadores como emergentes agresivos de este paradigma”.
 
Y se explaya: “A mi entender, lo que se oculta detrás de un individuo homofóbico es la manifestación de un dispositivo cultural que ha pretendido construir verdades generales a través de premisas parciales y falsas. En el insulto discriminador se pone en acto una forma de ignorancia porque muestra la incapacidad de atribuir valor a la diferencia. Por otro lado, las diferencias atraviesan a todo sujeto humano porque somos seres únicos e irrepetibles, más allá de la identidad y del deseo sexual. Puede ser que algún sujeto, saturado de homofobia internalizada, rechace su propio deseo y proyecte su odio hacia quienes puedan vivirlo con naturalidad, pero me parece que no es generalizable”
 
Reacciones de odio y miedo

El profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, Víctor Martínez Nuñez, también se sitúa en la dinámica heteronormativa para reflexionar sobre la persona homofóbica. “Como sujetos atravesados por construcciones culturales y sociales, donde la realidad social es interpretada de acuerdo a modos articulados desde las instancias de socialización, el sujeto homofóbico presenta comportamientos de rechazo, odio y miedo irracionales que emergen de lógicas discursivas de la heterosexualidad obligatoria. Las instancias socializadoras son dispositivos implícitos y explícitos de transmisión de modos de entender, interpretar y construir la realidad social y cultural, traducidos en comportamientos, actitudes, hacia dicha realidad”, define.
 
Y, en respuesta a la pregunta central, agrega: “Creo que pensar que detrás de un sujeto homofóbico existe una orientación sexual no normativa no asumida y reprimida sería, desde mi punto de vista, dejar de lado las variables sociales y culturales mencionadas. Si bien pueden existir casos, merced a la pericia clínica, en los que determinados sujetos homofóbicos están además presentando una homosexualidad reprimida, no es condición básica para pensar a las reacciones emocionales de miedo y odio irracional hacia la homosexualidad”.
 
E invita a pensar e indagar sobre otro constructo teórico como el de la “homofobia internalizada” que, si bien está relacionada a la homofobia, poseen etiologías un tanto distintas. En definitiva, pensar a la homofobia y al sujeto homofóbico implica hacerlo desde una perspectiva psicosocial y cultural.

Cómo curar la homofobia
Publicado el


 

“Soy gay y quiero ser papá”

Publicado el 30.07.12 por Verónica Dema, periodista de lanacion.com

José tiene 42 años y prepara los últimos papeles para iniciar el trámite de adopción. Según cuenta en esta carta que envió a Boquitas pintadas, desde que tiene memoria estuvo en él el deseo de ser padre. En algún momento llegó a pensar que no podría, que todo sería demasiado difícil y se sentía atrapado en una disyuntiva que no lo convencía: ser gay y renunciar a la paternidad o mantenerse encerrado en el clóset, casarse con una mujer y tener hijos.
Ahora, cuando habla de esto en una charla distendida en un bar, se reconoce en otro lugar. Cuenta que ya hace varios años participa del grupo de reflexión que coordina el lic. Alejandro Viedma en la ONG Puerta Abierta y allí, al asumir plenamente su homosexualidad, se habilitó la posibilidad de pensarse padre otra vez, incluso sin pareja. “Mi prioridad es ser padre. Si tengo un compañero en algún momento que me acompañe, buenísimo. Si no, no importa. Este es mi proyecto”, asegura.
Recuerda la noche en que escribió esta carta a su futuro hijo. “Era la una de la mañana, no podía dormir pensando en la emoción de ser padre. No soy de escribir cartas, pero ésta me salió de un tirón”, dice. La comparto con ustedes.

Carta para mi hijo por venir
Por José
Hola hijo, ¿cómo estás?
Hace tiempo que tenía ganas de escribirte y de contarte muchas cosas. Finalmente me decidí porque hoy es un día especial y estoy muy emocionado.
¿Sabés una cosa? No veo la hora que la casa se llene de chiches, de muñecas y pelotas de fútbol y de paredes rayadas con crayón.
Me imagino la mesa del comedor repleta de útiles, de hojas con garabatos que continúan más allá del papel.
Ni hablar de soñar con mañanas con olor a tostadas humeantes, desayunando rápido para no perder el micro del cole; porque, para variar, otra vez tu papi se quedó dormido. Y después meriendas con pan y manteca y leche chocolatada.
Tengo ganas de ir a buscarte al colegio, de reuniones de padres, de deberes, de tablas de multiplicar, de reglas de tres simple, de sujeto y predicado. De domingos a la noche buscando alguna librería abierta porque nos olvidamos de comprar algún mapa con división política.
Espero fines de semana de plaza, de pelis en el sillón, de cines con mucho pochoclo y kioscos con golosinas y figuritas. Quiero verte jugar a todo, menos a la escondida. Porque… sabé una cosa… el que se esconde se embroma.
Quiero que llegue el día que vayamos juntos a comprar tu primera bici, y también juntos sacarle las rueditas y enseñarte a pedalear.
Y que vos me enseñes a ser Papá.
El otro día, en casa de los abuelos, estuve leyendo mis cuadernos de la escuela que la abuela todavía guarda. Y al leerlos me di cuenta que vos ya existías ahí, porque cuando me preguntaban: ¿Qué querés ser cuando seas grande?, lo primero que decía era: “Ser papá”, y después venía el: “Ser médico, bombero, cantante”, y mil cosas más. Porque siempre tuve el profundo deseo de ser papá, tú papá.
Los abuelos se mueren de ganas de conocerte, de mimarte y malcriarte.
Yo, además, anhelo guardar tus primeros dientecitos que algún ratón Pérez seguramente me dejará a cambio de unos billetes, que luego aparecerán sorpresivamente debajo de tu almohada.
¿Querés una mascota? Ehhh, bueno, pero que sea un perro y lo vamos a sacar juntos a pasear. ¿Te parece?
Hijo, ¿viste que te dije que era un día especial? Te cuento: hoy comencé unos trámites que necesito hacer para conocernos. Dicen que puede tardar un poquito, espero que no tanto.
No veo la hora de verte, de conocerte y saber tu nombre. Quiero abrazarte tanto, decirte todo lo que te quiero y todo lo que te he deseado y esperado. Seguro no va a ser fácil, pero eso te lo explico en otra carta…
Buenas noches y que descanses.
Un beso, Papá

El verbo adoptar proviene del latín: “Ad optare” y significa desear, elegir lo que se quiere (Del libro Homoparentalidades: nuevas familias)
Algunas definiciones (Del libro Homoparentalidades: nuevas familias; Lugar Editorial)
- Joyce McDougall (psicoanalista): “Lo más importante no es lo homoparental o lo heteroparental, sino la capacidad de ser padre. Eso es lo que cuenta, la capacidad de amar al niño, de educarlo para que pueda devenir un sujeto. Que este sujeto sea viviente, activo, dinámico, que ame la libertad y desarrolle la sexualidad. Padres que se puedan identificar al hijo en sus deseos y en sus necesidades y que desean abrirlo al mundo y a su necesidad. Que sean homo o hetero no tiene ninguna importancia”.
- Susan Vaughan (Terapeuta): “Ser madre o padre es una decisión significativa para cualquiera, sea gay o heterosexual. Antes de que el mar cambiara en nuestra cultura, los hombres gay y las lesbianas sentían con frecuencia que tenían que elegir entre ser abiertamente gay o mantenerse en secreto y casarse para poder tener hijos. Actualmente hay una libertad cultural creciente para ser ambas cosas, podemos serlo si tenemos la libertad interna para hacerlo (…) Todavía, para muchos de nosotros, llegar a esta libertad interior aún implica tener un buen tratamiento psicoterapéutico, y allí es donde entran –ustedes- todos los colegas. Sus pacientes confiarán en ustedes. … estamos hablando de ayudar a nuestros pacientes a tener la flexibilidad psicológica y la libertad para inventarse a ellos mismos como individuos únicos y genuinos”.

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Esto también pasará...

Lo que viene a continuación es un texto de origen oriental, procedente de los cuentos de Las mil y una noches, y que se denomina Esto también pasará. Señala la misma convicción de que las situaciones oscuras pasarán, y llegará un futuro mejor, que también acabará dando lugar a otra cosa.
"Esto también pasará"


Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- manténlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso:
Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARA”.
Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo:
-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

Abrazos y Love,
Alejandro.
Pd: esto que acabas de leer también YA PASÓ!!

“Por accidente, casi muero de asfixia dentro de un placard”

Publicado el 05.07.12 en Boquitas Pintadas, blog creado por Verónica Dema.

Dos cuestiones movilizaron a Alberto a escribir a Boquitas pintadas: la discusión planteada en este blog cuando Martín Dutelli propuso la posibilidad de que “suave” reemplace la palabra “gay” para resignificarla socialmente; y, por otro lado, la charla organizada por Puerta Abierta y Sigla contra la discriminación y la homofobia en mayo pasado. Ambas cuestiones generaron en Alberto una necesidad: la de procurar poner en claro el poder que las palabras tienen en nuestras vidas.

“Muchos vocablos esconden vericuetos que, usados con cierta intencionalidad, encierran en su significado un significante que, a veces, va en dirección inversa a sus efectos, que pueden llegar a ser devastadores”, dice Alberto. Habla, aún sin brindar detalles, de cómo salió del placard, una experiencia que transitó durante años.

“La salida del clóset es una parte de nuestras vidas que deja marcas, pero en sí es una experiencia liberadora que hace reencontrarnos con nosotros mismos, a la vez que ese mundo nuevo expande su horizonte y empieza a encontrar pares en grupos de reflexión como los que hallé en el barrio de San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, en Puerta Abierta, bajo la coordinación del Lic. Alejandro Viedma, uno puede comunicarse, expresar y compartir estas vivencias que suelen ser comunes a muchos.

Cuenta Alberto que hace un tiempo, en su casa familiar, “por accidente, casi muere de asfixia dentro de un placard”. Lo trae a colación, también, como una metáfora de su vida. “La acuciante y tortuosa salida para sobrevivir me hizo recapacitar en cuánto estaba dejando de lado ese ser que soy por el que los demás decían que debía ser”. Los condicionamientos externos en esos discursos le resultaban decisivos a él.

Comparto lo que escribió para Boquitas pintadas

El poder de las palabras en la elección por la diversidad
Por Alberto


Es muy común el compartir una misma historia en que la orientación sexual no es acorde a los cánones (pre)establecidos por un orden mayor al que nada se le pudo discutir a lo largo de siglos.

Según las circunstancias de cada uno, atravesábamos una soledad amarga en la que sentíamos que éramos el ojo de la tormenta sin conocer que en el interior de much@s sucedía lo mismo, en especial, durante la adolescencia en los ‘70 y principios de los ‘80, cuando la comunicación aún tenía un tinte militar autoritaria. Ni qué hablar de familias conservadoras o inmersas además en sociedades del interior religiosamente enclaustradas en la misa de 7 de cada domingo llevando lo impiadoso del caso hasta los ‘90.

Recuerdo haber aprendido la palabra “elegir” en 1983 con el regreso de la Democracia, palabra que hablaba de libertad aunque no obstante escondía una complejidad severa de cierta dureza.

Al ir a las urnas esa libertad se manifestaba en una responsabilidad que condicionaría los años cívicos siguientes por lo cual ese elegir ritualizaba una especie de felicidad al comprobar que al correr del tiempo se habría acertado, o una culpa interna de haber errado el orden político.

Eran tiempos de cambios en que el tema de la sexualidad rompió con más fuerza los límites del “de eso no se habla”. Fue cuando reaparece la palabra “elección”, en un curso erróneo, que la convirtió en siniestra, y que trazaba un futuro tenebroso si no se amaba según lo establecido como bien visto desde el “deber ser”.


En sí la elección sexual es un tema que jamás entendí, porque la lógica supuesta en el acto eleccionario se mezclaba con el ámbito emocional y de ahí el disturbio interno de no saber quién me gobernaría.

La elección supone esfuerzo de decisión bajo la mirada social o la libertad individual y, en la gran cantidad de los casos, el esfuerzo se torna una odisea culposa de reglas de “domesticación” de diversa índole que deja a quien sea atónito frente a cualquier urna.

¿Qué intereses o desconocimientos traía aparejado el uso de la palabra elección de marcado yugo ordenador?

Muchos eligieron caminos que los dejó encadenados a clósets que, estimo, con el paso del tiempo se volvieron mundos de opresivas tinieblas; otros acertaron por la propia pasión y desarrollaron una vida sincera en su interior que respetó a su plenitud en diversa medida. Otros, intentábamos o creíamos ser libres en la tortuosa dualidad de la lógica y la pasión con la esclavizante carga de la palabra elección, con un respiro a medias de una puerta entreabierta de un ropero de incómodas condiciones del ser y no ser.

Los tiempos pasaron y las tendencias en las consideraciones científicas cada vez más aclaran que la orientación sexual no se elige desde la voluntad consciente sino que se sigue como a la aguja de una brújula interior que indica el camino para alcanzar la plenitud como ser maduro individual.

Sumado a esto, la creciente aceptación por la palabra diversidad hace que la elección no suponga estar de uno u otro lado sino en el de “uno mismo” para formar parte de un mundo social pluralista, diverso y por ende más justo para tod@s, donde cada cual exprese su subjetividad, lubricando así las bisagras del clóset para encontrar una puerta abierta para la construcción de uno mismo.

En mi caso particular, este fue el largo peregrinaje en una constelación de miradas socialmente correctas, y por qué no decir hipócritas y homofóbicas, un sinfín de terapias correctivas (tema que da para una extensa nota) que sólo hicieron que perdiera tiempo y dinero, o hasta la búsqueda de respuestas religiosas a la sombra de un Dios según la interpretación del cura de turno.

¿Es qué era yo el hijo, sobrino, primo minusválido creído automarginado pero sí realmente marginado por no ser como la “regla-moral-animal” de macho si lo que sólo era un ser humano como todos los demás? ¿Las incontables terapias direccionadas a lo “científico y socialmente aceptable” que sólo me confundían la relación lógica-emotiva convertidas en un laberinto sin salida en el que el tiempo se perdía (and “time is money”) a la vez de sentirme espiritualmente como “excomulgado” por un Dios que me creó así?

Fue hasta que encontré la contención terapéutica idónea que, a través de la maduración de mi ser interior, y apoyando mi autoestima en un proceso sin presiones, pude redescubrirme y así encontrar mis pasadizos interiores. Así pude llegar a la salida de ese clóset llamado “Alberto” para salir a la vida siendo expresiva y externamente “Alberto”.

Había llegado, por fin, el verdadero acto eleccionario en el cual opté por redescubrirme en mi propio mundo y, por fin, entender que cada uno puede asumir ser libre e individual, tan individual como su propia forma de amar, tan diversa como el mundo mismo.

Supervisión para terapeutas

Días jueves 16 hs, frecuencia quincenal, en San Cristóbal.


Para más información:


Cel.: 15-6165-4485, Lic. Alejandro Viedma

La escucha del analista es la condición fundamental para que exista la posibilidad de transformar una consulta en un trabajo de análisis, y la función o el deseo del analista es el resorte esencial de la cura analítica. La resistencia del analista se expresa desde el vamos y es por ello que debemos intervenir, preguntar a nuestros pacientes donde no comprendemos. Las dificultades son intrínsecas al arte de analizar, obstáculos que no son insalvables si se forma parte de un grupo de colegas que supervisa con continuidad. Partiremos de las propias entrevistas que los concurrentes sostengan con sus consultantes, trabajaremos sobre las viñetas clínicas que se hayan extraído de esos encuentros, y sobre los interrogantes que se vaya haciendo el terapeuta acerca de un caso específico. Esta es la propuesta, colegas, están invitados/as a sumarse.

Cómo sentirse menos solo

Publicado el 23.05.12 en http://blogs.lanacion.com.ar/boquitas-pintadas/uncategorized/como-sentirse-menos-solo/

Buscarle la vuelta para sentirse menos solo sin renunciar a sus principios, conservando la osadía de ser. Esa parece ser la búsqueda de la que habla Martín Dutelli, un frecuente colaborador de Boquitas pintadas que, tras asumir su homosexualidad, pasó por distintos estados, pero la soledad era una constante.

“Sentía que vivía en un gueto en el que éramos discriminados por nosotros mismos”, dice en un momento de un escrito en el que reflexiona sobre lo salvadores que resultaron en su vida los grupos de pertenencia que integró. “Cada vez me alejaba más del colectivo gay, me quedaba más solo para ver si podía reflexionar, pero eso no era suficiente si lo hacía solo, necesitaba el encuentro con otros pares que me ayudaran a pensar y reflexionar en grupo”.

Los dejo con esta vivencia, que es única pero quizá también se parezca a la de muchas personas.

La importancia de los grupos (de pertenencia)


¿Qué es lo primero que hace uno cuando sale del clóset? Yo no lo recuerdo bien, pero creo que cuando aprendés un poquito acerca de tu orientación sexual, es decir, sobre vos, es querer juntarte con otros que estén pasando por algo parecido a lo tuyo.

Me acuerdo que yo buscaba algún indicio entre las calles, alguna señal que me dijera por dónde ir, como marcándome el camino. Observaba a la gente y miraba a las personas que me miraban.

La intención de la mirada del otro, aquella invitación de la otra mirada y viceversa, a jugar a los juegos prohibidos; buscaba los sótanos que nos habitaban. Los claustros solitarios en los que padecíamos la adolescencia y la primera juventud de ser gays en aquellas épocas turbias, sin animarme aún a entrar a los lugares “extravagantes”, donde se sabía lo innombrable. La búsqueda era tan frenética y tan necesaria que recorría, además de calles, revistas clandestinas, mapas escondidos, avisos. Y así me iba enterando de los espacios que nos podrían alojar. Y aprendí a habitar desde el des-cubrirme.

Así fue que me acerqué a un grupo de jóvenes de una organización homosexual que me recomendaron. Nos juntábamos para charlar y para salir, para conocernos. Fue mi primer grupo de reflexión. Después, me sumé a otro, un lugar socializador y cálido como para relajarse. Entonces me dí cuenta que para empezar a entendernos entre nosotros, el mundo había parido los grupos de reflexión gay y otros grupos de pertenencia. Pero ya en ese momento, en los ’90, los grupos de reflexión eran de gran ayuda. Aprendíamos más de nosotros mismos y de los otros.

Si bien hay todo tipo de grupos, más allá de las especificidades de cada uno, quiero destacar estos espacios de intercambios a través de pensarnos y de hablar ya que he ido a varios y me sirvieron mucho. No son grupos específicamente terapéuticos, pero en el fondo no dejan de serlo.

Recuerdo hace años haberle dicho a mi psicóloga que me sentía en un mundo patético, donde la gente gay era superficial, histérica y patética. Siempre me encontraba yo señalando al otro con el dedo acusador, pero esto no era consciente en mí. Con el tiempo me dí cuenta que estos adjetivos eran parte de mi persona, de mi personalidad. Y también comprendí que uno puede ser superficial y profundo a la vez y que también se puede revertir el asunto, y no dejar de ser un buen ser humano. De todos modos, internamente sentía que algo aún no me satisfacía del todo.

Sentía que vivía en un gueto en el que éramos discriminados por nosotros mismos. Nos tratábamos con indiferencia. Cada vez me alejaba más del colectivo gay, me quedaba más solo para ver si podía reflexionar, pero eso no era suficiente si lo hacía solo, necesitaba el encuentro con otros pares que me ayudaran a pensar y reflexionar en grupo. Simplemente eso y que esos pensamientos nos enriquecieran cambiando la esfera en la cual había caído.

Fue en ese momento en que decidí tomar las riendas y buscar otro apoyo. Tratar de hallar una red de pertenencia en la que se me entendiera y, por otro lado, poder deshacerme de los prejuicios y preconceptos que aún me gobernaban. Porque si había algo de lo que no tenía dudas, era que todas esas ideas que se me habían formado en la cabeza, eran simplemente eso, ideas repetitivas que no se acercaban mucho a la realidad. Ideas que se fueron formando en mí, debido a los diálogos con los pares, o “impares” para mí, hasta ese tiempo.

Afortunadamente llegué a Puerta Abierta. Ahí fui bien recibido. El coordinador del grupo de reflexión para varones gay nos protegía y nos daba la libertad de mostrarnos, exponer nuestras formas. Ahí crecí mucho, me sentí querido por mis compañeros y por el moderador, el lic. Alejandro Viedma. Yo me sentía cuidado.

En todos los encuentros se traían nuevas formas de hacernos pensar. Siempre teníamos consignas para desarrollar. En el grupo cambiamos, crecimos, amamos, “amigamos”, nos reconocimos con mucho valor y veracidad. Yo por lo menos pude liberarme de las ideas de antaño. Y así emergió esta sensación de permitirme estar en paz con mi sexualidad que ahora puedo vivir libremente, gracias a poder reestructurar mi mente.

En esto tuvieron mucho que ver los participantes del grupo y el coordinador. Las charlas, los debates, me hacían pensar que algo estaba cambiando en mi mundo. Y cambió de raíz. Ya las personas que conocía eran más auténticas y logré hacer un buen grupo de amigos que, a esta altura, somos como familia. Por fin la palabra patético desaparecía de mi vocabulario para dar lugar a palabras más amorosas y compartidas.

Este espacio tiene una dinámica especial, yo he aprendido mucho ahí, y sigo aprendiendo. Creo que la clave es el amor que le ponemos todos los participantes. Pero fundamental una buena coordinación, siempre desde la contención, el cariño y también la puesta de límites. Por todo ello hago público mi agradecimiento a Alejandro.

Podría nombrar miles de cosas que he aprendido en el grupo: por ejemplo, aprendí a entender porqué somos como somos, aprendí desde la búsqueda y el descubrimiento de mi identidad; aprendí, también, a ser menos mediocre y a comprender que no todo pasaba por la superficie; aprendí a dejar de ser el centro para dar lugar al otro; aprendí a darme cuenta de que lo que me pasa a mí, no me pasa a mí solo; y aprendí, también, a aceptarme cada día un poco más, con amor y sin dejar de hacerme cargo de mis responsabilidades como sujeto deseante, sexuado y viviente.

Martín