“Los velos que disimularon mi placer homosexual”

Publicado el 19.03.12 en Boquitas Pintadas, blog creado por Verónica Dema para lanacion.com

Ya sin aquellos velos de la infancia y la adolescencia, Leo se anima a escribir a Boquitas pintadas para contar su historia. Dice que desde que nació en él su deseo homosexual intentó siempre poner esos velos para disimular un placer que intuía pecaminoso.

Ahora, a partir de la aceptación plena de su identidad sexual se permitió escribir lo que comparte con nosotros. En este proceso, aclara, tuvo mucho que ver la ayuda que recibió del grupo de reflexión de varones gays que coordina el Lic. Alejandro Viedma en la ONG Puerta Abierta.

Sobre velos y desvelos, según pasa el tiempo
por Leo

Primer velo. Con mi amigo teníamos 12 años cuando todavía no sabíamos qué hacer con nuestra sexualidad. Ya no era suficiente andar en bicicleta o jugar a la pelota. Las hormonas nos empezaron a golpear con mucha fuerza, eran disparadoras de grandes fantasías. Empezamos a hablar de ellas, de tocarse, de tocarnos: “¡Uy, mirá cómo se me para!”, exclamábamos. Un día se nos ocurrió entrar a una obra en construcción del barrio. Estábamos ansiosos, con curiosidad, observando; ya teníamos todos los rincones registrados. No había nadie. Yo tenía ganas de tocarme o de tocarlo. No sabía qué hacer con mi calentura. Me ponía torpe e impulsivo. Fue un instante, nos bajamos la bragueta y nos empezamos a masturbar, mientras hablábamos de quién la tenía más grande. Varias veces fuimos a esa pecadora obra y era recurrente decir entre nosotros: “Podemos probar esto”, “podríamos probar lo otro”. Hasta que mi amiguito se animó a decir: “Podríamos abrazarnos”. Estábamos desnudos. Había una bolsita tirada. “A ver, esperá”, dijo. Ese plástico impedía que se toquen nuestros pitos, mientras nos abrazábamos desnudos. Era un velo que disimulaba el placer homosexual. Creo que hubiese sido peligroso ser consciente de que nos gustaba el otro en aquel momento. En realidad, yo ya era consciente, pero para mi amigo creo que hubiese sido más fuerte. El hoy está casado y con hijos.

Segundo velo. En la secundaria, otro amigo (el más fachero de la escuela) y yo nos hicimos muy amigos. Yo quería muchas cosas más, por supuesto. Empecé a ir a su casa y a quedarme a dormir. Un ambiente muy familiar, la madre me re quería. En su habitación había una sola cama, así que dormimos juntos. La madre decía que teníamos que dormir cruzados, tratando así de evitar que pudiera pasar algo, pensaba yo; él con la cabeza de un lado y yo del otro, sus piernas cerca de mis manos y de mi pecho. Nunca dejé de acariciar sus piernas, aunque siempre aparecía la madre y me daba temor como para avanzar más. Otro día estuvimos en su pieza tomando Gancia. Yo no paraba de tomar y sentía que era el momento indicado para decirle que me gustaban los hombres. Se lo dije y fue un balde de agua fría para él. Todo quedó ahí, la amistad continuó y seguí varias veces durmiendo con él bajo la mirada panóptica, vigilante de su madre, que funcionaba como velo, controlando nuestros cuerpos cruzados.

Ya sin velo. Más grande, a los 16 años, empecé a trabajar en un sauna de mujeres. Ese ambiente me ayudó mucho a poder hablar sobre mis dudas, ya no sobre mi orientación sexual, sino sobre el sexo, los placeres y sus cuidados. Con las chicas y compañeros aprendí mucho. Apareció mi primer compañero sexual, un santiagueño casado. En esos tiempos muchas veces dormíamos ahí en las baqueteadas habitaciones. Una noche ya acostado, escuché que abrían la puerta: era el santiagueño, se acostó en mi cama y empezaron los roces y así continuamos hasta terminar. Fue inesperado para mí, estaba re contento de mi estreno. El próximo fue en el salón cuando estaba cerrado. No me animaba a desnudarme del todo ahí. La vez anterior estaban las sábanas, en el salón ya no había nada que nos cubriera.

Hoy pienso que yo era raro: pensaba que no se tenía que ver mi sexo, algún velo tendría que haber como esa bolsita que nos cubría con mi amigo en la infancia. Luego ese velo se cayó, fue aceptado mi lado viril y plumífero. Ese fue el primer paso para habilitarme y aceptarme. También supe después que muchos otros velos tienen que caer en cada encuentro.

Leo

¿Cuáles son tus velos?

Link: http://blogs.lanacion.com.ar/boquitas-pintadas/discriminacion-y-homofobia/los-velos-que-disimularon-mi-placer-homosexual/

“Los gays desarrollamos anticuerpos para resistir”

Publicado el 05.03.12 en Boquitas Pintadas, blog creado por Verónica Dema para lanacion.com

La salida del clóset, ese “armatoste pesado e imaginario, ese corsé mental”, es un momento crucial en la vida de una persona homosexual. Alberto Leonelli, un lector de Boquitas Pintadas, retoma este tema para contar su experiencia personal. Va más allá del coraje que tuvo que encontrar para asumir su homosexualidad; avanza en los “anticuerpos” que tuvo que desarrollar en este proceso difícil de plantarse ante los demás y decir: “Soy este”.

El mismo explica en este texto que elaboró para nosotros: “Lxs integrantes que pertenecemos a un determinado grupo minoritario hemos desarrollado los anticuerpos suficientes como para hacer frente a semejante desventaja y, a su vez, contraatacar resistiendo y resiliendo. Somos, si se me permite la licencia, una especie de cucarachas humanas”.

Alberto Leonelli, quien pidió ser mencionado con su nombre y apellido, asiste al grupo de reflexión para varones gay que coordina el lic. Alejandro Viedma en la ONG Puerta Abierta. También quiso destacar que en el presente texto utiliza la “x” como una forma de abarcar todas las identidades, sin especificar género.


¡Aguante la Resiliencia !

por Alberto Leonelli*

Resiliencia.

1. f . Psicol. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.

Resistencia. (Del Latin. resistentĭa).

1. f . Acción y efecto de resistir o resistirse.

2. f . Capacidad para resistir.

3. f . Conjunto de las personas que, clandestinamente de ordinario, se oponen con violencia a los invasores de un territorio o a una dictadura.

4. f . En el psicoanálisis, oposición del paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones inconscientes.

Hablando sobre aspectos de mi vida en una sesión de terapia, mi analista (que siempre tiene en su galera de conceptos, la palabra adecuada en el momento justo) me habló de la “resiliencia”. Yo la corregí, pensando que me había querido decir “resistencia”. Entonces me explicó el concepto claramente, hace casi una década. En ese momento, estábamos hablando del valor, el coraje, es decir, los huevos/ovarios que hay que tener para finalmente salir del clóset, cerrar la puerta, y ver cómo ese armatoste pesado e imaginario, ese corsé mental se desvanece como por arte de magia al pronunciar las maravillosas y habilitantes palabras: ¡Estoy vivo y soy igual a lxs demás seres humanos!

Tres años atrás, las vicisitudes de la vida, me hicieron atravesar varias situaciones límite en forma casi simultánea: separación de mi ex-pareja, muerte de mi padre y mudanza. No solo pude sobrevivir a semejantes obstáculos con decoro y altivez, sino que también pude acompañar a mis seres queridos y contenerlos. Me re-descubrí como una persona fuerte, algo totalmente impensado en mi, ya que de acuerdo a los usos y costumbres familiares y al estigma socio-cultural de un pueblo chico de provincia, yo tendría que haber sido asistido, atendido, contenido, por ser una persona “débil”…

El atravesar “solo” semejante territorio inexplorado y hostil, me fue posible por haber contado con una adecuada contención psicológica y afectiva: amigxs, terapeutas, familiares, grupo de reflexión coordinado por Alejandro Viedma, conocidxs, trabajo, estudio y mascota…mi adorada gata Nina. Mi naciente resiliencia no habría sido la misma, si ella no hubiera estado conmigo para “acompañarme”.

Quiero ser cuidadoso y aclarar que no me considero un súper-hombre inmune a las situaciones extremas de la vida presente y futura. Ni deseo confundir el resultado de tales circunstancias con un cierto rasgo innato de egoísmo/narcisismo.

No creo estar hablando de algo novedoso, ya que muchxs investigadorxs han estudiado el comportamiento del ser humano en situaciones límite. Lxs humanxs, en general, tenemos esta capacidad genética o de donde provenga, de no solo resistir y sobrevivir sino de “resilir”.

Pero creo fervorosamente que lxs integrantes que pertenecemos a un determinado grupo minoritario (sea racial, político, religioso o sexual) hemos desarrollado los anticuerpos suficientes como para hacer frente a semejante desventaja y a su vez, contraatacar resistiendo y resiliendo. Somos, si se me permite la licencia, una especie de “Cucarachas Humanas”. Porque no solo tenemos que atravesar las circustancias ordinarias de la vida como cualquier persona, sino que lo hacemos desde nuestra más tierna infancia, perseguidos de una retahíla de insultos y actos de violencia social e institucional. Estos abarcan desde los vocablos como puto, maricón/a, torta/tortillera, trolo, mariquita, mariposón, chupapija, trava, culoroto, flojo, débil, inútil, inservible, no apto, etc., etc., etc. hasta las tocadas de culo, manteadas callejeras y escolares, abusos familiares y policiales, persecución, destierro, violación y muerte.

Desde la sanción y promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, las personas que pertenecemos al gran colectivo GLBTIQ, tenemos una razón histórica y legal, para poder empezar a dejar definitivamente la categoría de resistentes luchadorxs y pasar a ser resilientes militantes/activistas. No hablo solamente de la capacidad de sobreponernos con flexibilidad a situaciones personales y colectivas límite, sino de imprimir un sesgo positivo y esperanzador a toda nuestra lucha y paso por esta vida y ayudar/re-educar/resemantizar/concientizar a las actuales y futuras generaciones de que al fin y el cabo, somos todxs iguales, con los mismos defectos y virtudes y con los mismos derechos y obligaciones. ¡A resistir resiliendo, a resilir resistiendo!

*Licenciado en Artes Dramáticas (IUNA) y Profesor de Inglés.

albertoleonelli@gmail.com

¿Nos contás tu experiencia?

Link permamente: http://blogs.lanacion.com.ar/boquitas-pintadas/discriminacion-y-homofobia/los-gays-desarrollamos-anticuerpos-para-resistir/