¿Viejos, putos, tristes y solos?

Publicado el por  en Boquitas Pintadas, de lanacion.com

Roberto envió esta historia como una especie de homenaje a un hombre que fue su primer amor, hace 35 años. Esa porción de tiempo no es un dato menor: él menciona el contexto para recordar que en aquella época lo gay era lo prohibido, lo innombrable, lo inmoral.
 
Roberto rememora un momento que no puede borrar de su memoria: cuando su prima le preguntó quién era Carlos, ese chico que estaba siempre con él, lo presentó como un amigo, no pudo decir que era su pareja. “Eran tiempos en los que tenía incorporados varios mandatos sociales negativos, en donde a los homosexuales nos pronosticaban terminar nuestra vida siendo viejos, putos, tristes y solos”, dice ahora. Carlos se enojó en ese momento. Luego la historia tuvo sus vueltas.
 
En este relato hay dolor, amor, placares, humor, política. Te invito a conocerla.
 
Homenaje a una historia de amor que sucedió hace 35 años
Por Roberto
 
Asisto al Grupo de reflexión de Puerta Abierta desde hace seis años. Es un espacio que me da la oportunidad de pensar y compartir sobre situaciones de nuestra vida. Nuestro coordinador, el Lic. Alejandro Viedma, nos incentiva -entre varias otras cosas positivas y saludables – a escribir sobre estas vivencias. Si pienso que aproximadamente hay 52 miércoles por año, menos 2 miércoles de vacaciones que se toma el moderador, calculando que tendré 3 faltas por año, serían 272 miércoles de mi vida que vengo contando y escuchando muchas cosas. A veces me pregunto: ¿qué me quedará para contar?
 
Pero siempre surge algo…
 
Luego de varios años, me reencuentro con mi primera pareja a la que yo siempre cuento que es mi primer amor. Con él no tuve más remedio que salir del clóset, honestamente yo pensaba que con estar a su lado no tenía opción, yo tenía en ese entonces 19 años, no tenía amigos porque había venido de Uruguay y él tenía 30 años. No tenía forma de justificar ante los ojos de mi familia cómo lo había conocido, ya que además en ese entonces trabajaba en la empresa familiar, no estudiaba y toda mi vida social giraba en torno a la familia.
 
Sin embargo, nunca dudé en integrarlo a mi vida, por lo cual lo presenté sin ningún problema de mi parte: era la persona que amaba y no encontraba ningún motivo para excluirlo. A pesar de eso, me acuerdo de algo que no me enorgullece. Una vez mi prima me preguntó por nuestra situación y yo le dije: “El sí es gay, yo no”, cuestión que a mi pareja le molestó mucho por un lado el outing (lo deschavé) que le había propinado y por otro lado el que yo hubiese negado lo mío y por ende nuestra relación. Eran tiempos en los cuales tenía incorporados varios mandatos sociales negativos, en donde a los homosexuales nos pronosticaban terminar nuestra vida siendo: “Viejos, putos, tristes y solos”.
 
Para octubre pasado lo llamé por su cumpleaños, le mandé un mensaje a él a Carlos, y, como estaba de viaje, a su regreso me llamó a casa. Para mí fue una alegría tremenda.
 
Hoy nosotros ya tenemos nuestros largos años y él no cambió para nada en su forma de ser, sigue yendo a bailar los sábados como lo ha hecho toda su vida, de hecho me lo encontré hace dos meses en Contramano.
 
En la charla telefónica de aquella vez me contó sobre su vida, su madre, etc. Continuó tratándome de la misma manera de siempre, es decir, me cagó a pedos como si siguiéramos siendo una pareja y ahí arrancamos a conversar sobre nosotros en aquellos días de nuestra juventud.
 
Carlos siempre se destacó por su memoria. Me empezó a decir cosas nuestras que yo tenía (digamos) olvidadas; por ahí me expresa que yo soy su gran amor, que fui el primer hombre que él amó (¿hombre?, yo tenía 19 años), y en eso me dice: “Nosotros nos conocimos el 28 de marzo de 1978 en avenida Santa Fe y Rodríguez Peña a las 21.45”. Y yo le acoté: “Sí, en la puerta de un negocio que tenía productos importados que era el único en Buenos Aires que traía perfumes, remeras Lacoste”. Y le seguí diciendo: “Yo venía caminando detrás tuyo y vos movías el culo como ninguno” (en esos años la avenida Santa Fe era como Bunker, una pasarela pública en donde se levantaba y conocía mucha gente), a lo que él me dijo: “Ahhh, mirá vos… ¿Vos te acordás cómo venías vestido?”. “No, ni en pedo”. “Tenías un jardinero de jean sin nada debajo, zuecos de madera y movías el culo más que nadie de avenida Santa Fe”.
 
Me terminó de decir eso y mi propia imagen se me representó automáticamente.
 
Cuando corté, me puse a pensar y me pregunté: ¿Realmente lo necesité a él para salir del placard con mi familia?
 
A esta altura parece que me basté solito, era un putito hecho y derecho…O mejor: hecho y zurdo.
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ale, cómo estás?? está buena la historia de Roberto. Me re gusta.
El tema del clóset siempre vuelve.
Te mando un abrazononón! (como dicen en cba)
besosss, vero

Anónimo dijo...

Estimado Alejandro,
la historia d Roberto está condimentada por varias cosas: dolor, amor, placares, humor, política... mucho.
Y lo del clóset es imparable, como te escuché en una charla a vos: "no es de una vez y para siempre que uno sale del placard", yo no sé si habrá un corte total alguna vez... para pensarlo.
Saludos y me encanta tu página.
Atentamente,
Díaz Adriano.