Jueves 28 de junio de 2007 - Día Internacional del Orgullo LGBTI

Marcha del Orgullo - Buenos Aires 2006

El 28 de Junio de 1969, en el bar "Stonewall Inn" del barrio de Greenwich Village en New York, donde asistían Gays, Lesbianas, Travestis, Transexuales, Transgéneros y Bisexuales, la policía sin orden judicial, allanó el lugar. Tres días de revueltas LGTTBI se sucedieron y la policía, finalmente, tuvo que retroceder. Un año después, unas diez mil personas se congregaron frente a las puertas del bar. Anualmente a partir de 1985 se realizan actividades bajo el nombre de Día del Orgullo que recuerdan esa fecha.

Por ANRed - Sur

Hace 38 años sucedió lo que se conoce como la revuelta de Stonewall, cuando un grupo de lesbianas, gays y travestis se organizaron para resistir una "razzia" policial durante varios días en un pub de Nueva York.  
Este hecho fue el puntapié de toda una oleada de luchas en que las minorías sexuales salieron masivamente a las calles y se organizaron uniéndose al conjunto de las luchas para cambiar de raíz este sistema de explotación y opresión.
 
Coming out o asumirse como gay o lesbiana. Orgullosa salida del clóset, Por Lic. Alejandro Viedma
 
Cuando me viene la imagen de un placard, comienzo a pensar en cómo fue armado, construido y luego mantenido o no. Lo primero en que caigo en cuenta es que es fabricado por otro(s) y uno decide comprarlo o no, usarlo o no.
 
Esa persona que lo hizo es la que encajó a su antojo cada madera, cada pieza, cada cajón, cada clavo en ciertos lugares donde no podían entrar otros elementos. Así se estructura algo no-móvil; útil para guardar cosas (como un depósito), pero no para que las mismas se deslicen por otras habitaciones de la vivienda donde se instale el mueble.
 
Analógicamente, un ser humano puede "comprar" su propio clóset a alguien que se lo ofrezca o se lo imponga, o construirlo en función de lo que necesita del exterior; en este caso, ya no se apropia únicamente de lo que armó otro desde el afuera, sino que se va configurando un espacio funcional entre lo que viene de lo externo a él y lo que se necesita desde el interior. Es decir, si bien caen mandatos preimpuestos o modelos a seguir del afuera teledirigidos a cualquier persona, es uno el que toma, re-moldea, re-construye, termina de apropiarse de estas características sociales que coaccionan y hacen las veces del material que se precisa para fabricar el placard o el espacio propio, y son las pautas que determinan dónde van las cosas para que no anden pululando por allí. Esto lleva a comparar el clóset con la represión (de lo que no puede nacer o terminarse de manifestar como deseo singular) que habita en alguien que se comporta únicamente según las reglas sociales arbitrarias y no cuestionadas.
 
De esta manera, un sujeto adquiere un esquema que le sirve para lo cotidiano, pero que se torna peligroso si permanece en ese firme aunque estático espacio. Allí es donde él o ella puede querer desparramar estas características de fijeza hacia otros aspectos de su vida, y en el extremo negativo, puede hasta usar ese mueble como escondite, como imagen y realidad contenedora, pero no por eso menos aislante. No obstante, no hay que condenar a esa persona. Por algo se está en un clóset; seguramente se vivencia el afuera como amenazador. El no terminar de asumirse, presentarse, vivir y amar como gay, en cierto sentido hace que dicha persona "se ponga" un manto o finja una vida heterosexual que lo arropa, lo cubre, lo tapa en ocasiones donde le sería complicado transitar si desplegara del todo este tipo de sexualidad contraria a la hegemónica.
 
No critico a priori ningún tipo de espacio o medio para llegar a "algo", pero me preocupa cómo, a veces, algunos gays deciden seguir atrincherándose detrás de determinadas defensas en lugar de usar llaves para abrir puertas (a cruzar).
 
Pienso que, en el encerrarse, lo que se interioriza desde el exterior es la fantasía de pérdida de amor por no seguir con lo que fue (y sigue siendo) transmitido por otros. Una educación que en una primera instancia se presenta como inmodificable, inviolable, incuestionable y que se cerca con alambrados que hacen muy difícil poder traspasarlos. Ahí me acuerdo del film "Brokeback Mountain" (Secreto en la montaña) en el cual, por el contexto socio-cultural-histórico-geográfico mostrado en dicha película el amor entre dos varones no puede llevarse a cabo (libremente). Por este motivo, esa relación sólo se concreta en los límites de lo inhóspito: cuando uno de los dos personajes muere, el otro va a "buscarlo" y revive ese amor prohibido en un clóset y la escena se plasma en una camisa (que usaba el amante ahora muerto) a la que cuida y mantiene dentro de aquel armario.
 
Por el contrario, y relacionando estas temáticas con el orgullo, me parece que…
 
La persona que se asume como gay, permitiéndose vivir su sexualidad y su vida sin pedir licencia a nadie, es un ser en movimiento. Es un sujeto activo que decide responder por su deseo, hacerse responsable por esa elección de trans-ferir palabra, de poner el cuerpo, de comprometerse, de no reprimir sentimientos, pensamientos, gestos antes amoldados a lo que un "otro" quería escuchar, ver, com-partir.
 
Partir de un claustro, que puede tomar la forma de un mueble (ropero), de una celda, de un táper y transformar esos objetos, esas zonas oscuras y aisladas en baldíos (pero iluminados) a sembrar, explorar, hacer crecer, cuidar y descuidar, dañar, zanjar, amar, pintar, teñir, darle un estilo propio es moverse y activarse.
 
Activarse es creación. Algo novedoso, poderoso, estimulante irrumpe donde la quietud, lo rutinario, lo falto de singularidad marcaban un apaisado clima, un mar sin mareas, unas arenas sin huellas.
 
Huellas personales quedan marcadas cada vez que un sujeto habla del tema. Es necesario ponerle nombre a las situaciones en que esas brisas deslizantes marcan un despertar. Decir y desenvolverse como gay es despertarse al mundo, es apartarse de lo acordado, es ir contra la corriente general porque ya no se puede obviar el rumbo personal, particular, individual; es puntualizar un discurso, es marcar un terreno propio.
 
Propio se vuelve, así, ese estilo antes mencionado. ¿Y por qué y/o para qué mencionar, aludir o esclarecer al afuera que uno es gay? Mucha gente pregunta: “¿Por qué la necesidad de contarlo?”, o expresa: "Yo no voy por la calle con un cartelito que diga que soy heterosexual"; o: "Eso es algo privado".
 
Privado es cómo uno puede o quiere capitalizar su deseo, su pasión, sus caricias, su manera de coger, su intimidad con un compañero o compañera y/o con uno/a mismo/a. Exclamar, necesitar contar que uno es gay o una es lesbiana es dotar de valor, es llenar de brillo un aspecto que antes, en la mayoría de los casos, estuvo sesgado por tantas cosas que venían de otros ámbitos: tantos dedos acusadores, tantos límites (pre)impuestos, tantos dardos silenciadores, tantas tapadas de boca, tantas exigencias de negaciones.
 
Negaciones que cesan con (auto) afirmaciones, puesto que cuando una persona se asume públicamente (no es preciso ir a los medios de comunicación para visibilizarse, aunque no contribuye mucho seguir midiéndose en las declaraciones o manifestaciones de la propia sexualidad) se auto-afirma como ser humano. Empieza a hacer rodar una bola que se agiganta en su recorrido. Hace movilizar frases, motivaciones, palabras que portan libido.
 
Libido: ¡qué difícil es explicar conceptos tan grossos! Tal vez no se trate de explicitar; de última, cada uno puede investigar, si le interesa, qué querrá decir cada término. Quizá la apuesta más jugada consista en hacerle caso a esa energía, no detener su viaje, su estatuto de realidad desplegándose en lo corporal y en todo lo que entra y sale de un organismo que se relaciona de par en par con un inconsciente más que personal.
 
Personal es, volviendo al tema del coming out, ese proceso, por ser único e irrepetible en cada sujeto que decide caminar lenta o rápidamente -si bien siempre hacia adelante- para cruzar esa línea de estancamiento, esa frontera que divide dos países: el anodino, el dicho/vivido/recomendado/adaptado por y para otros, el infeliz, el mentiroso, el opaco y, en la otra orilla, el país del placer de ser uno mismo, de habilitarse a la búsqueda propia, de desenrollar los gustos personales, de mover todo lo que se pueda cambiar.
 
Cambiar de estado, de formas, de visiones, de opiniones, de modos de relación es una cuestión que se da por añadidura. No es que uno se asume gay y cambia todo, sino que esos cambios se fueron gestando codo con codo con esa postura y puntos de vista ante la vida. Son respuestas naturales a eso que bramaba por salir.
 
Salir del clóset es como vivenciar una explosión inevitable de parar, imposible de convertirla en no-ruidosa. Por eso la necesidad de decirlo, porque el ruido estaba presente en un todo.
 
Todo sujeto que se da a conocer como gay experimenta un sinfín de vibraciones y mutaciones internas que se exteriorizan por los poros, nunca suficientes éstos para dar salida a tanto río sin cauce, ya que esa explosión pone en funcionamiento las amígdalas, la lengua, la saliva, los dientes, las cuerdas vocales con el fin de hacer fluir esa voz que estuvo callada.
 
Callada, muda esa voz. Cerrados los ojos. Tapados los oídos. Quietas las piernas. Paralizados los brazos. La puerta de ese placard o de esa cárcel se abre porque el sujeto -en ese darse a conocer como gay- la estuvo empujando con sus hombros, con fuerza, con tantas ganas que hasta hizo saltar tornillos, arandelas, tarugos, picaportes.
 
Picaportes mil veces presentados en el futuro (aunque uno/a también tiene la posibilidad de volver a los clósets o de crear nuevos guetos) para seguir por el sendero de la liberación.
 
Liberación de cadenas, de excitaciones por compañeros/as del mismo sexo, de gritos que destapan cualquier orificio, cualquier oreja.
 
Oreja ya preparada para una escucha más atenta. Ojos, desde este minuto, más abiertos que nunca en busca de miradas deseantes y deseosas de ser abordadas. ¡Nuca dispuesta a dejarse soplar! Soplos de vientos que ahuyentan cualquier tempestad o, mejor dicho, que desde ahora tienen la posibilidad de enfrentarla.
 
Enfrentarla. En-frente. Mirar de frente. Estar frente a frente. Luchar contra un frente. Ir al frente. Todo eso sigue haciendo a la actividad, al no guardarse, esconderse, recluirse, escaparse, escabullirse, hacerse chiquito. Hablar, correr, ejercitar (se), conocer (se), vincularse con otros es alegrarse (gay = alegre) y engrandecerse.
 
Engrandecerse es ensanchar una regla. Es borrarla. No como algo caprichoso, simplemente se trata de acompañar, de llevar a cabo todo lo que amerite avanzar junto a la "regla" de tu propio deseo.
 
Deseo de ser hermanado con esa voz -de ahora en más- no temblorosa. Los temblores presentes son, desde la asunción de la identidad gay, resignificados a carnes trémulas, a cuerpos libidinizados por semejantes.
 
Semejante = homo. Semejantes daños ocasionados por un mundo injusto a personas que sencilla y complicadamente aceptan y vivencian relaciones afectivas con semejantes. Semejantes pasos hacia el frente son urgentes y necesarios para poder cambiar la historia.
 
Historia plagada de y plegada por guerras, dolor, sufrimientos, suicidios, lágrimas. No esperemos a que nos pidan perdón dentro de cinco siglos. No sigamos pidiendo permisos para militar. No nos quedemos quietos, inmóviles. No nos dejemos dominar.
 
Dominar siempre es mala palabra si se la toma como un ejercicio de poder abusivo. Nosotros tenemos el poder de hacer que esa rueda de producciones positivas, del laburo cotidiano, de caminos abiertos y por abrir, de curaciones de heridas no se detenga, no cese.
 
Cese del fuego destructivo para transformarlo en llamas que metaforicen la pulsión de vida. Los cojones y/u ovarios bien puestos en pos de continuar actuando y sintiéndonos agentes de cambio. Cambio y fuera.
 
Fuera! Salida del clóset para todas y todos las y los que quieran/puedan hacerlo, pues si el coming out es un movimiento hacia la singularidad subjetiva con el objetivo de viajar hacia la tierra de la libertad, del acto y por ende de la responsabilidad, atravesando la frontera de la culpa y el malestar, podríamos decir que el acto del coming out es un acto ético. Asumirnos nos implica como sujetos éticos, como seres que se responsabilizan por sus sentires inconscientes y conscientes. No obstante, ofrezco mi ayuda, mi escucha para aquellas y aquellos que aún siguen intentando lograr ese movimiento.
 
Movimiento nunca suficiente.
 
Suficiente por hoy.
 
¡FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL ORGULLO LGBTIQ! 28-06-07.
 
Fotos: ANRed y Alejandro Viedma - Marcha del Orgullo 2006

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Alejandro: tu artículo vale como tu persona. Es excelente!!! Te felicito.

Anónimo dijo...

Acabo de leer tu artículo y me pareció más que interesante: me encantó. Además de motivante es muy ingenioso, sobre todo, la manera en que conectas los párrafos y cada tema.

Anónimo dijo...

Antes que nada quería felicitar al escritor de este artículo. Creo que expresa de manera clara y explicativa muchos conceptos que carecen de significación plena en la sociedad actual. El día del orgullo no expresa una lucha sectaria de personas con diversas orientaciones e identidades sexuales, sino que refleja la lucha concreta por una sociedad basada en el pluralismo y la libertad. El único modo de llegar a eso es comprometiéndonos día a día con quienes somos. La voluntad mueve montañas.

Anónimo dijo...

Mis más sinceras felicitaciones para Alejandro Viedma, me encantó tu artículo, excelente, un beso grande, bye. Sandra Lombardo

Anónimo dijo...

Muy buena la nota. Por fin aprendí lo que es lo lgbt... Felicito a Alejandro Viedma.

Anónimo dijo...

Hola Alejandro!
Habría que decir que el mundo es un placard (y hay que llenarlo... ¿de qué, con qué?).
Saludos
Pedro

Anónimo dijo...

Hola Ale, imprimí tu artículo para leerlo tranqui, pero me pareció genial, muy interesante.
Me alegra mucho ver que se difunde tu obra.
Te mando un abrazo enorme!!!
Marco F